"La hostilidad de sectores privilegiados es el precio a pagar por mi independencia como presidente"
Solo fuma Cohibas, ha ensanchado su despacho para pasearlo mejor, un busto romano con seriedad de piedra le mira de cerca desde la derecha, en el testero un cuadro de Laharrague, dos cuerpos de librería flanquean su mesa de trabajo, tres lunas blindadas protegen sus balcones sobre la calle de Antonio Maura. Puntual viene en busca de los periodistas -rigurosamente filtrados por los servicios de seguridad- hasta la sala de espera. Da la mano con el codo a la altura del hombro, brazo perpendicular al costado, mientras el antebrazo describe un movimiento de compás hacia arriba después que la mano ha engarzado la de su interlocutor captado ya por la sonrisa de su acogida inicial. Chaqueta azul, botonadura con el escudo nacional rodeado del Toisón, pantalón gris marengo, zapatos italianos negros, camisa en azul claro, corbata de seda con pequeñas motas blancas distribuidas en retícula. Dos carencias indumentarias le añaden distinción: no hay alfiler ni pasador de corbata y muestra una clara aversión a esas camisas de cuello y puños blancos que tantos estragos vienen haciendo también entre la mal llamada clase política.Le acompaña la inveterada costumbre del café, de cuyo suministro en esta ocasión se ocupa diligentemente Gador. Habla con los decibelios contados, el tono quiere dar en el blanco de la credibilidad de quien le escucha. Sus palabras están dichas con ardiente convicción, traducen un momento de compromiso ético que empieza ahora a expresarse abiertamente. Empuña el micrófono del magnetofón para repasar en vivo las respuestas previas al cuestionario escrito, muchas veces propensas al quiebro dialéctico y al escapismo cordial.
Pregunta. Cinco años en la presidencia del Gobierno y el regreso en caída libre hasta el mismo bordillo de la acera describen una trayectoria única para aprender sobre el ser humano y contrastar proclamas, adhesiones y oportunismos. ¿No es ese bagaje una carga de lucidez demasiado pesada para emprender esta segunda salida a la política activa? ¿Es Adolfo Suárez ese pozo de rencor que algunos sugieren y otros temen?
Respuesta. Desde mi experiencia política he juzgado siempre que era absolutamente imprescindible no introducir en la toma de decisiones políticas factores personales, ni de amistad, ni de agravios recibidos. Creo que durante todos los años que he sido presidente del Gobierno he tenido eso muy presente. Y así, en gobiernos formados por mí ha habido ministros que no tenían las más mínima sintonía personal conmigo y que lo manifestaban incluso en actos públicos. Es evidente que las heridas personales que yo haya recibido en la vida política enriquecen mi experiencia, aun cuando sean dolorosas; pero también le aseguro que mi vuelta a la vida política no tiene como norte, ni siquiera deja espacio a la vindicación de ofensas personales. En un proyecto político nuevo como el del CDS procuraré evitar que se produzcan situaciones similares a las de anteriores andaduras, que en definitiva reflejaban proyectos políticos diferentes. Yo he llegado a pensar en muchas ocasiones que la mayor parte de las veces en que se producían deslealtades, que ni siquiera las llego a calificar así, lo que escon dían debajo era defensa de posi ciones políticas diferentes a las mías o defensa de intereses diferentes de los que yo creía que había que defender. No vuelvo a la vida política para vengarme de ofensas personales, en absoluto. Hay una buena muestra de personas que han sido muy agresivas conmigo frente a las cuales he pretendido mantener una relación personal afectuosa. Lo que sí tengo como experiencia es un mayor conocimiento del hombre, de sus posibilidades de comportamiento en la vida política, y especialmente cuando se está en el poder. El he cho mismo de que ahora nazca mos desde cero y desde fuera del poder hace que se neutralicen muchísimos aspirantes a formar parte de CDS con un componente no ético.
P. En su conferencia de Prensa del sábado 31 de julio usted afirmó ser consciente de la erosión de su figura política. Parece un récord, después de haber ocupado la presidencia del Gobierno, ser ahora casi un maldito para los sectores más duros de los poderes fácticos. ¿Dónde residen, a su juicio, las causas de esa hostilidad y cuáles son sus límites?
R. Las causas de la hostilidad por las que usted me pregunta han radicado en el cumplimiento de la promesa de devolver la soberanía al pueblo español, y en mi posición de absoluta independencia durante el tiempo que fuí presidente. Yo he llevado hasta sus últimos extremos, con los errores que haya podido cometer, la convicción absoluta de que la dignidad de la presidencia del Gobierno en un sistema democrático comportaba, y mucho más en una etapa de transición, primero, un respeto profundo a las demás fuerzas y una colaboración con ellas y, en segundo lugar, el mantenimiento del principio de autoridad y de independencia desde la, presidencia del Gobierno. He procurado ser dialogante con muchísimos sectores económicos, pero no me he sometido nunca, y lo he dicho públicamente muchas veces, a los intereses que pudieran defender, en la medida en que yo consideraba que esos intereses no, eran justos.
'No he ejercido el poder de forma excluyente'
P. En el madrileño barrio de la Estrella hace cuatro años una pintada decía: "Franco estaba loco, se creía Suárez". Se ha dicho que los políticos españoles no tienen la percepción de sus límites. En su cuenta personal se carga el error de haberse aferrado a una concepción patrimonial del poder con un horizonte de ejercicio ilimitado -107 años de victorias electorales de UCD, como usted gustaba decir-. Suárez, se decía, se creyó Franco y Calvo Sotelo se creyó Suárez. ¿Podría sintetizar los errores que le haya permitido identíficar el repaso de su gestión pública?
R. Fíjese hasta qué punto he tenido presente la conciencia de mis propios límites que desde el primer instante he repartido los éxitos que se han conseguido en la etapa en que yo he tenido un protagonismo político. No he sido exclusivista en la asignación de los triunfos.
Entiendo, y lo he entendido siempre, que lo que estábamos haciendo tenía que ser el fruto del esfuerzo de todos, y que necesitábamos prestigiar a las fuerzas políticas y a los líderes políticos con independencia del juicio personal que nos pudieran merecer.
Se ha estado jugando a la imagen de que por encima de todo a mí lo que me interesaba era permanecer en la Moncloa. Eso en buena medida quedó desvirtuado con mi propia dimisión, pero fue una de las cosas que más,daño hizo porque yo empecé a perder toda clase de credibilidad.
Y yo me encontraba en una situación en la que veía que me era imposible seguir gobernando porque no tenía posibilidad alguna de diálogo con el resto de las fuerzas políticas.
Sectores de la opinión pública y de la vida social, con diferentes objetivos y con diferentes procedimientos, coincidían en que mi pre sencia al frente del Gobierno era muy negativa.
En relación a mis errores, soy muy consciente de dos: uno de carácter ocasional, que fue el procedimiento empleado en el debate de investidura en marzo de 1979, que provocó una irritación innecesaria en los partidos de oposición y radicalizó la vida política en el comienzo de la legislatura; otro error permanente ha sido la carencia fluida y constante de comunicación con la opinión pública para explicar la tarea que realizábamos, los problemas que existían y las soluciones que queríamos poner en marcha. Yo he tenido una dificultad muy grave que ha sido uno de mis grandes errores: no establecer una comunicación directa con los medios informativos y con todos los ciudadanos. Pero también entendía en aquel momento que haberlo hecho hubiera implicado un excesivo protagonismo personal y que, vista la reacción de determinados sectores sociales, eso habría sido negativo.
'Todos debemos colaborar para terminar lo que falta del edificio democrático'
P. De usted se ha alabado la habilidad para desmontar el sistema anterior, el franquismo, pero se ha resaltado también la incapacidad para concebir la alternativa democrática que era precisa...
R. Tengo una gran confianza en mí mismo. Por tanto, si ha sido válida la gestión que he realizado en la que a mí juiciáera la etapa más difícil de la transición política española, desde, el año 1976 hasta que se elaboró la Constitución y se fueron cumpliendo casi mílimétricamente los anuncios que hice en la campaña electoral de 1977, sí eso es válido, la acusación de mí invalidez habrá que buscarla en ese ambiente creado a partir de 1979, y de manera muy especial siguiendo los comportamientos personales que dentro de mi propio partido de entonces se dieron. Ahí se pueden empezar a encontrar las claves de una gestión mucho más difícil cuando no existía detrás un partido político homogéneo dispuesto a afrontar la siguiente etapa de la vida política española. Mis dificultades fueron numerosas. He dicho muchas veces que soy un experto en gobiernos de coalición interna. Rechazo la afirmación de haber sido una persona que después de la primera fase de la transición dejaba de ser válida.
Se ha creído que los grandes objetivos nacionales ya estaban cubiertos y que ya se podía entrar, con todas las consecuencias, en el juego democrático de los temas concretos que afectan a la vida ciudadana. Creo que siguen existiendo grandes objetivos nacionales: consolidar la democracia, supremacía del poder civil, modificación de las estructuras injustas, y que todo eso requiere y necesita la colaboración de amplios sectores de la vida española y de un Gobierno parlamentariamente muy fuerte.
P. La literatura periodística y de los boletines confidenciales ha sido pródiga en menciones a los negocios del bufete de abogados que usted abrió en la calle de Antonio Maura. Desde los usos norteamericanos, se ha querido exigir del ex presidente del Gobierno una estricta renuncia a toda actividad política, y desde los antecedentes patricios de la restauración canovista, se le ha querido reclamar una elegante abstención del mundo profesional, en cuyo ejercicio se ha visto la posibilidad de incurrir en el tráfico de influencias. ¿Cómo pueden influir o en qué pueden perjudicarle para su nueva etapa política las actividades del bufete, marcadores del Mundial-82 incluidos?
R. De hecho puede que me hayan perjudicado bastante. Lo que ocurre es que yo soy una persona que cuando cesé en la presidencia del Gobierno tuve que encontrar un modo de vida. No podía vivir de rentas, ni de las retribuciones que me correspondían después por la jubilación como ex ministro. Ya sabe usted que el ex presidente del Gobierno no tiene una pensión especial, sino la misma que los demás miembros del Gabinete y por un período de tiempo de dos años. En una situación como esa hice lo normal: ejercer la única profesión que tengo, que es la de abogado. Monté un bufete de abogados que se ha dedicado a la asesoría de empresas fundamentalmente en el ámbito internacional. La mayor parte de los asuntos que hemos tenido han sido en otras latitudes y no en España. Yo sé que se ha criticado mucho porque además se ha dicho que el bufete marchaba de forma enormemente brillante. En realidad ha ido muy bien, pero no en las cifras, ni en las cantidades, ni en los negocios en que supuestamente dicen que he estado inmerso. He leído en la Prensa que yo estaba en los temas de las tragaperras y hemos dicho que no, pero ha circulado por ahí. No he tenido ningún contacto con cosas de ese tipo, pero constantemente se han estado lanzando intoxicaciones de ese calibre. Creo que tenía que hacer lo que era normal. Cuando tomé la decisión de montar un despacho profesional lo hice con unos compañeros míos y sometiéndome a la legislación vigente, es decir, la de no abogar en los tribunales durante un tiempo determinado, que está marcado, por haber sido presidente del Gobierno, y así lo he hecho.
'Son intolerables las amenazas de involución para impedir la opción sociafistas'
P. ¿Cuál ha sido la última razón de su vuelta a la escena política para empezar casi como un francotirador, cuando tantos y con tan pesados argumentos -también profesionales y familiares- le han aconsejado prorrogar algún tiempo su retirada en espera de acontecimientos y coyunturas más favorables? ¿Los vetos a que alude el manifiesto fundacional del CDS han sido decisivos para impulsarle a su regreso? ¿Ha calculado la reacción que puede derivarse también en el área personal?
R. Los vetos no son más que síntomas de los problemas de fondo. A mi juicio, existen dos fundamentales. En primer lugar, la sensación creciente de que existen intentos reales para coartar la supremacía del poder civil y, por tanto, en último término, para acabar con el principio fundamental de que la soberanía nacional reside en el pueblo español. Es notorio que existen personas que pretenden sustraernos la condición de ciudadanos libres, que con tanto esfuerzo nos hemos ganado, y devolvernos a la situación de súbditos.
En segundo lugar, existen intentos manifiestos de radicalizar el país y enfrentar a los españoles en dos bandos antagónicos. Estos intentos se fomentan desde las posiciones más conservadoras, como medio de evitar el temido triunfo socialista. Algunas personas además vierten veladas amenazas de involución para imposibilitar esa opción. A mí esa postura me parece, en cuanto a estrategia electoral, peligrosa y nociva para la convivencia española, y en cuanto al chantaje que se pretende ejercer sobre la libertad de voto, claramente intolerable.
En relación al riesgo personal, es triste reconocerlo, pero tengo asumido que existe. Una de las razones que me mueven para volver a la política activa es la de conseguir que en el menor plazo de tiempo posible no tenga sentido plantear una pregunta semejante en España.
P. ¿Qué sensación experimenta al tomar la salida en el nuevo CDS, desde el que pretende ganarse un lugar en el centro, sabiendo que habrá de hacerlo en pugna inmediata y electoral, y, por consiguiente, tensa, frente a muchos de sus propios hombres, a los que usted lanzó a la vida política, que fueron íntimos colaboradores suyos, y también frente a su propio pasado en UCD?
R. Eso ha gravitado de manera importante en mi decisión. El 14 de noviembre del año pasado, cuando operaban a mi hijo del accidente de moto que había sufrido, hice una pequeña declaración en la que, como consecuencia de la decisión de Leopoldo Calvo Sotelo de asumir la presidencia del partido UCD, yo dimitía como miembro del Comité Ejecutivo y como miembro del Consejo Político, y añadía también: "Estoy pensando muy seriamente mi baja como militante del partido y lo decidiré en los próximos días". Desde entonces sentía la necesidad de causar baja en UCD porque entendía, quizá equivocadamente, y sigo entendiendo que el proyecto político de centro no se realizaría en toda su intensidad en una UCD en la que estaban todavía presentes tantos proyectos políticos personales. La presencia de compañeros para mí muy queridos dentro de UCD hicieron que fuera retrasando mi decisión intentando hacer conciliable el proyecto político de centro que quiero defender con las siglas de UCD. Lo he intentado hasta el final, y cuando he llegado a ratificar que eso no era posible, he optado por la salida. La salida me plantea muchos problemas, no sólo los lógicos que comporta la creación de un partido político, sino también los humanos de estar en una formación política distinta de aquella en la que permanecen, unas personas que han colaborado mucho conmigo en estos últimos años. Es verdad que es así. Yo pienso afrontar esa realidad desde el intento de evitar las descalificaciones personales. Lo he hecho con todas las fuerzas políticas, no voy a dejar de hacerlo con UCD. Pero también es verdad que si desde UCD se generalizase una campaña de descalificación mía responderé adecuadamente.
'En CDS emprendemos el camino electoral con voluntad mayoritaria'
P. Personalidades de UCD y del Gobierno han explicado, calculadora en mano, que la actual asignación numérica de escaños a las cincuenta circunscripciones electorales -veintinueve de las cuales tienen menos de seis- y la regla D'Hondt, conforme a la cual se aplican los resultados de las urnas, descartan la posibilidad de lograr actas de diputados por debajo del 15% de los sufragios. Así se sumarían muchos votos ineficaces en cada una de las provincias sin que a nivel nacional se obtenga por ello compensación alguna. En definitiva, su análisis concluye que una opción como la del CDS puede, en la práctica, aportar, por ejemplo, menos diputados a una mayoría de progreso de los que probablemente vaya a restarle. ¿Cuál es su opinión en este punto?
R. Su pregunta parece dar por supuestos unos resultados menguados para el CDS y una decisión ya tomada en cuanto al uso a dar a esos resultados. Nosotros emprendemos el camino con voluntad mayoritaria. Pretendemos presentar listas bajo el nombre de CDS en todas las circunscripciones. Veo muy dificil la posibilidad de coaliciones reelectorales, pero, en definitiva, será el congreso constituyente quien tome una decisión. Lo que sí considero necesario es que, después de las elecciones, se forme un Gobierno respaldado por una amplia mayoría parlamentaria. Si tenemos éxito en las urnas, invitaremos a otras fuerzas a sumarse a nuestro proyecto. Si no lo tenemos, estaremos dispuestos a colaborar con lealtad con el triunfador, tanto desde la oposición como a través de un pacto de legislatura e, incluso, en un Gobierno de coalición. Por supuesto, esta colaboración siempre se prestará desde el respeto a nuestras prioridades programáticas e ideológicas.
P. Las críticas más frecuentes al CDS en la Prensa de estos días y las declaraciones del secretariado de UCD reiteran la ausencia de diferencias doctrinales importantes respecto del partido que abandona y, en consecuencia, reducen las razones para la nueva fundación a una pugna irrelevante de personalismos, hastiante para el electorado, cada vez más, perplejo ante estos movimientos. ¿Qué tiene que decir al respecto?
R. Tengo mis serias dudas de que UCD, con tantos proyectos personales dentro, sea capaz de dar la respuesta de un proyecto político de centro. En nosotros existe esa voluntad política. Existe la homogeneidad y el deseo de que el partido se consolide. Para mí esa es una razón objetiva muy importante. Mi experiencia de muchos años me demuestra que en muchísimas ocasiones UCD se ha quedado al final en una declaración de buenas intenciones. En una pura coincidencia, en un determinado documento ideológico. Luego, después, en la realidad concreta, surgen tensiones muy fuertes porque existen proyectos políticos personales.
Hubiera sido mucho más personalista por mi parte quedarme en UCD en una posición de cierto protagonismo. Para mí hubiera sido más cómodo, y creo que hubiera tenido una mayor presencia pública quedándome dentro de UCD. Creo que hacerlo iba en contra de mis más profundas convicciones de que existe de verdad un proyecto político de centro, que es absolutamente imprescindible en la vida política española. Desde dentro de UCD eso no podía hacerlo operativo. Deseo que lo pueda haber bajo la presidencia de Landelino Lavilla, pero sigo creyendo que no es posible.
'La filosofía de la transición excluía las depuraciones'
P.¿Cuál es, a su juicio, el centro de gravedad de los golpistas que atentan contra la democracia?
R. No es bueno hacer depuraciones y la propia filosofía de la transición política española las ha eliminado. Pero no podemos olvidar que existen personas que, a mi juicio, no pueden ostentar unos puestos de gran responsabilidad cuando son claramente contrarios, al sistema democrático, y lo han demostrado. No se puede marginar del ejercicio de la función a nadie por su origen, pero no se puede primar a personas que notoriamente demuestren que no aceptan el sistema que los españoles se han dado a sí mismos.
Creo sinceramente que los golpistas son pocos y difíciles de localizar. Lo más peligroso es que puedan contar con la pasividad de parte de la sociedad. Por eso insisto en la necesidad de desarrollar una gran labor pedagógica, en la que nos comprometamos todos los que defendemos la democracia. Creo que, en la defensa de las posiciones involucionistas, coinciden fundamentalmente dos sectores: aquellos que quieren conservar posiciones de privilegio y, por otro lado, aquellos que parten de posiciones ideológicas fuertemente dogmáticas e intolerantes y que no aceptan que por encima de la razón de la fuerza está la razón de la voluntad popular y de la convivencia pacífica.
Nuestro manifiesto recalca la posición contraria a cualquier modificación constitucional. Porque toda modificación constitucional, sin extraer de nuestra Carta Magna todas sus enormes posibilidades, en el fondo puede encerrar un intento de involución. La Constitución española permite un desarrollo espléndido y puede ser una Constitución de larguísima vida. Todo intento de modificación, so pretexto de una clarificación, encierra una amenaza de limitar el ámbito de las libertades y el juego democrático. Nuestra Constitución es de las más modernas no sólo por la fecha de su promulgación, sino por su concepción, y encierra unas potencialidades inmejorables para su desarrollo. Pero hay gente para la que hacer realidad el principio de que la soberanía reside en el pueblo es inadmisible. Piensan que no puede valer lo mismo el voto de uno que el de otro. No asumen en toda su plenitud que España es una finca de 37 millones de españoles y no de 37 familias. Así de sencillo. Esos señores tendrán que conformarse. Todos somos propietarios de ese solar que se llama España. Por igual.
P. Sin referencias personales, con la expresividad de los silencios, sus respuestas del día 31 confirmaron una vez más su distancia crítica frente al presidente del Gobierno, Calvo Sotelo. ¿Podría explicar el porqué de su decisión de proponerle como sucesor a la presidencia de Gobierno formulada aquel enero de 1981 ante el comité ejecutivo de UCD, donde se ausentaron los críticos y Landelino Lavilla se abstuvo?
R. Hay una cosa muy clara. Desde luego, era la persona que en las consultas previas que yo hice con diversas personalidades del partido gozaba de más amplia aceptación entre las familias. A mi juicio, no suscitaba entusiasmo, pero era el candidato que menos recelos levantaba en las formaciones políticas de UCD. Lejos de nosotros entonces la posibilidad de que existiera un golpe. Si hubiéramos tenido la más mínima sospecha de que el golpe podía producirse, no se hubiera planteado la designación de Leopoldo ni ninguna otra, porque entonces hubiera continuado yo de presidente de Gobierno sin la menor duda. Calvo Sotelo gozaba del mínimo de contestación dentro de UCD, y también, como se puso de manifiesto -y no hay más que repasar la Prensa de aquellos días-, de una ausencia de irritación para la izquierda. Tenía aceptación en los sectores económicos, con los que había que dialogar. Durante 1980 jugó la baza de un no protagonismo excesivo en el partido, con lo cual no despertaba desconfianzas importantes. Hizo aquella frase de que "entre Landelino y él elegía a Suárez", cosa que ahora se ha visto claramente que no era verdad. El afirmó entonces su disponibilidad, pero reiteró que en ningún caso aceptaría la presidencia del partido. El transcurso de los meses demostró que tampoco aquella era una decisión muy firme.
'La coalición electoral con UCD no está en nuestro horizonte'
P. Se ha especulado con una recomposición del centro mediante una alianza en la que podrían estar presentes, junto a UCD, el nuevo CDS y el PAD de Fernández Ordóñez...
R. Respecto del PAD, yo mantuve conversaciones con Luis González Seara. Posteriormente, Javier Moscoso ha manifestado que no desean contactos con el CDS, y a eso me atengo por ahora. En cuanto a UCD, en principio no veo posible ese acuerdo. Se ha insinuado que en alguna circunscripción electoral podríamos ir juntos. No hay nada de esto planteado. Ni está en el horizonte de nuestras intenciones. Queremos defender nuestro propio proyecto político.
Los promotores del partido somos partidarios de concurrir a las elecciones con nuestras propias siglas. Creemos que tiene que irse definiendo en los próximos años el espacio de centro de una manera más nítida. También hemos dicho que hasta el congreso no determinaremos cuáles son las posibles políticas de alianzas. Primero, porque necesitamos un período de reflexión, y después, porque queremos saber qué opinan las personas que se incorporen al partido. Hasta septiembre no nos vamos a definir. Queremos ir en solitario, pero estamos abiertos a la discusión que se produzca en el congreso.
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