Yugoslavia paga ahora con sudor la factura dejada por Tito
"Ahora nos tienen agarrados por el cuello", clamaba, en el último congreso de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, Vuknianovictr-Tempo, uno de los legendarios capitanes de Tito, refiriéndose a la facilidad con que antes obtenía Yugoslavia créditos y al apremio con que ahora se le solicitan los intereses y se le escatiman nuevos préstamos.Los estratos medios de este país, en el que no se reconoce la existencia de clases, se comieron desde 1968 buena parte de la tarta nacional de productos suntuarios, viajes al extranjero y segundas residencias. Entre tanto, seguían las inversiones desenfrenadas de un país acostumbrado a figurar desde 1945 en cabeza de los índices mundiales de desarrollo intensivo.
El lujo no falta
Ultimamente las inversiones desbordaban en un 60%. el respaldo de la producción, mientras que en la avenida del Mariscal Tito, de Belgrado, seguían encontrándose productos de lujo dignos de los Campos Elíseos, algo inimaginable en otros países socialistas y que hechizaba a grupos de turistas soviéticos, absortos ante los escaparates de las tiendas exclusivas de Yugoexport, Anfora o Fontana, en el centro de Belgrado. Ahora, en cambio, falta el café, han escaseado los cítricos y hasta ciertos tipos de medicamentos ante la penuria de importación de materias primas necesarias para su producción.Mientras tanto, al amparo de una autogestión que permite a las empresas inflar sus salarios, éstos siguen desbordando el cauce de la producción y poniéndole la tarea difícil al nuevo Gobierno de la señora Planinc y sus tecnócratas, que, con bríos de recién nacido, promete llevar al 10% una inflación que en 1981 fue del 40%.
"Estamos en guerra y nos portamos como si fuéramos de vacaciones", clamaba hace días, desde la tribuna del XII Congreso de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, el delegado Rade Koncar, partidario de que la razón tecnócrata tome las riendas de una economía ante cuyo curso podría encenderse dentro de poco el semáforo rumano o polaco.
Salarios crecientes
Amparados en la autonomía que les concede el sistema de autogestión, determinadas empresas yugoslavas pueden provocar grandes diferencias y pagar a sus trabajadores una media de 50.000 pesetas al mes, garantizándoles casas subvencionadas por el colectivo, mientras que en diciembre pasado la media federal era de 25.000 pesetas y las posibilidades de recibir vivienda, escasas.Asombrosamente, los salarios, que en la autogestión se tratan como dividendos de la empresa a sus trabajadores-gestores, aumentan al ritmo de las dificultades del país. A fin de absorber el paro, que ya ha llegado al 12%, se prometen días mejores a las pequeñas empresas artesanales privadas.
Si bien Yugoslavia dispone de unos ingresos en divisas turísticas y de remesas de emigrantes que Polonia o Rumania envidian, el régimen confederal económico -que ha transformado, de hecho, a Yugoslavia en un mercado común sureslavor- dificulta los pagos de los créditos, Las diversas Repúblicas tuvieron mano fácil al firmar endeudamientos de sus empresas, avalados, en última instancia, por el Estado yugoslavo, pero se disputan a la hora de aportar las divisas necesarias a su amortización. El 23% de los ingresos convertibles yugoslavos serán destinados este año a devolución de créditos y pago del servicio de la deuda, un 8% del producto nacional bruto. Un total de 5.000 millones de dólares serán devueltos en doce meses.
A la par, se cierne sobre el no alineamiento yugoslavo el vuelo de los dos demonios de las superpotencias, que quisieran embolsarse un día en moneda política la influencia económica que ya ejercen sobre el país para hacerse con el ánima del positismo. Si Estados Unidos detenta la mayoría de los pagarés firmados por Yugoslavia, la Unión Soviética es el primer socio comercial de Belgrado.
Dependencia del Este
El 49,6% de las exportaciones yugoslavas van a parar a países socialistas del Comecon, mientras que el esquema ideal no alineado sería del 33% a Occidente, el 33% al Este y el 33% restante al Tercer Mundo.Yugoslavia dispone de un acuerdo sui generis con el Mercado Común europeo, reforzado de urgencia por Roy Jenkins durante la enfermedad mortal de Tito, desde hace dos años y medio, así como de una invitación permanente al vicepremier yugoslavo para asistir a las reuniones del Comecon.
Pocos teóricos o ideólogos del socialismo han tenido, a tres años de su muerte, tantos críticos y revisores dentro del sistema como Edvard Kardelj, el hombre que desarrolló, tras la ruptura con Stalin (1948), la autogestión, un proyecto con algo de vuelta a los soviets y con algo de inicio de la utopía anarquista de los consejos. Pero nadie hasta la fecha le ha criticado con nombre y apellido. Hasta donde se ha llegado es a criticar un kardelismo mal aplicado, que lleva ría al encasillamiento de empresas y zonas ricas en sus privilegios monopólicos, a la competencia desleal y al crecimiento de las desigualdades relativas. La pregunta que se impone al final de toda reflexión sobre el sistema económico yugoslavo es: ¿tendrá la crisis económica yugoslava arreglo de ahorro y racionalización o habrá que dictar un plan de saneamiento estructural, con recorte de las atribuciones sobe ranas de las empresas autogestoras a decidir de su destino y uso de fondos?
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