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La Constitución como modelo de sociedad

Una reciente y rápida respuesta a mi denuncia sobre la falacia del modelo de sociedad, a cargo de Manuel Fraga Iribarne, me parece el mejor ejemplo práctico de la realidad de mi crítica frente a aquellos que, en definitiva, quieren dotar de una respetabilidad y de una exactitud casi científica a lo que no es sino un opinable y discutible programa político. Precisamente porque no sólo respeto intelectualmente, sino que también aprecio personalmente al señor Fraga, tengo que poner de relieve cómo el sofisma y la falacia, en el sentido en que Bentham utiliza esos términos, que había descrito y criticado genéricamente, se concentran en su artículo "La importancia del modelo de sociedad".Una primera reflexión se viene a la cabeza sobre la distinta naturaleza de la argumentación política y de la argumentación científica. La primera es simplificadora, maniquea, presenta un mundo de buenos y de malos. Todo el artículo de Fraga es un artículo político, y estoy seguro de que, como profesor universitario, acostumbrado también al discurso científico, con los matices, los claroscuros y las dudas en las hipótesis o conclusiones que se formulan, se habrá sentido en algún momento, en la profundidad de su espíritu, inquieto y desasosegado con la contundencia de sus afirmaciones.

Me parece bien que se defiendan posturas de fondo como las que Fraga manifiesta en su artículo, y aunque no las comparto en su mayoría, hay que luchar sin descanso para que esas opiniones, como otras contrarias, puedan ser ofertas electorales sometidas al pueblo español, que es quien tiene que juzgar sobre ellas. Si los votos populares las refrendasen, su acceso al Gobierno de acuerdo con la Constitución contaría con el acuerdo de todos los demócratas como poder legítimo. De modo que, creo, sobre eso no hay discusión.

Sin embargo, el razonamiento, el tono y el talante de lo que llamo "la falacia del modelo de sociedad", es lo que me parece absolutamente rechazable. Se pretende dotar, a lo que es un programa político como otro cualquiera, sometido al mercado de la inteligencia y de la utilidad, de una respetabilidad, de una certeza y de una inatacabilidad, que automáticamente descalifican a los programas alternativos, que no son, respetables, que no son ciertos y que deben ser atacados por el bien del país. En eso reside la falacia, y no en el contenido del programa. Me parece que un signo de los muchos que ofrece el artículo del señor Fraga es el párrafo que transcribo. "... En Berlín, el muro separa no solamente las zonas de influencia, sino realmente dos sociedades diferentes: en las dos se habla el alemán con el mismo acento, pero el significado de palabras como libertad o trabajo no es el mismo...". Como en el resto del artículo se contrapone al modelo bueno otro modelo, se induce al lector que ese otro modelo es el que defiende el muro de Berlín. Si el PSOE ganase las elecciones, instalaría en España el muro de Berlín, lo cual es tan falaz como si yo tuviese la ligereza y la torpeza de decir que una victoria de la "mayoría natural" o de la gran derecha suponía la reinstalación de Dachau o de Treblinka.

El modelo de sociedad buena defiende a España como "gran nación" como "nación segura y libre" defiende también sus "raíces familiares, locales y profesionales"; defiende a la empresa, a los "Ejércitos como columna básica del Estado", a la "Corona"; prefiere "la economía dinámica al dirigismo burocrático" y la idea de sociedad basada en "la moral pública y privada"; rechaza la indoctrinación ideológica, y en la política exterior rechaza también a débiles neutralismos y a actitudes tercermundistas. ¿Qué queda a los otros "modelos"? Pues sólo ser destructores de la nación española y de las raíces familiares, locales y profesionales, hundir a la empresa, desconsiderar a los Ejércitos, a la Corona, preferir el dirigismo burocrático con desbordamiento del gasto público y la arbitrariedad administrativa con dirigentes incompetentes y resentidos, destruir la moral pública y privada, etc. Como se ve, este tipo de argumentación del modelo de sociedad es falaz, distorsiona la realidad, es científicamente inexacto, favorece la polarización y la dialéctica amigo-enemigo en el marco de un catastrofismo evidente.

¿Los que crean ese tipo de argumentos, y sobre todo los sectores más sensibles a creerlos, cómo deben reaccionar si gana en unas elecciones el mal modelo? ¿No se está abriendo la vía a la desestabilización y al golpismo? No es suficiente con hacer protestas de acatar la decisión de las unas si al tiempo se asientan las bases profundas para la frustración del sistema democrático, a través de la falacia del modelo de sociedad, con las profundas consecuencias que tiene y con lo que puede renovar una ya clásica tradición de enfrentamiento civil en España.

La realidad es que no hay más modelo de sociedad que el que, o los que, se dibujan en el marco de la Constitución, que todos acatamos. La Constitución supone las reglas de juego y también los principios que configuran el campo de acción de las distintas fuerzas políticas con sus programas y el libre juego de las restantes fuerzas sociales. Todo lo demás son opciones políticas, respetables pero en ningún caso sagradas o de Derecho Natural. Se debe desmitificar esa idea del modelo de sociedad y reconducirla a lo que realmente es el planteamiento político de un partido o grupo de partidos que se alían para ofrecer al electorado su punto de vista. Si se hace en el marco del único modelo de sociedad existente, que es el que los españoles se han dado libremente con la Constitución, como sin duda se hace, este punto de vista deberá concurrir con otros igualmente respetables e igualmente dentro del modelo constitucional, entre ellos el que ofrece el Partido Socialista Obrero Español.

Mi opinión es que sería deseable el triunfo socialista, pero nada se hunde si no se gana, ni tampoco al revés. El dramatismo y el catastrofismo deben igualmente ser descartados, junto con la falacia del modelo de sociedad, y adoptar un talante más distante, más relativista, en estos períodos preelectorales donde algunos exageran, se excitan y se ponen nerviosos.

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