Calderón, a hurtadillas
El inefable doctor Cabeza se despidió del Atlético de Madrid con música de viento. Cabeza, que llegó como una bocanada de aire fresco al putrefacto fútbol español, acabó por ser un muñeco de pim, pam, pum. El viernes, sin flequillo, salió por la puerta trasera. Casi por la misma que va a entrar Vicente Calderón, cuyo regreso, pese al esfuerzo de sus amigos, no va a tener calor popular.Vicente Calderón, que esperó sentado a ver pasar los cadáveres de sus enemigos, ha iniciado con mal pie la segunda parte de su andadura atlética. El viernes no compareció en la asamblea. Su toma de posesión se va a producir a hurtadillas. El equipo que está componiendo para dirigir al club no acaba de gustar. Tanto que algunos miembros de la junta gestora, que en principio se habían comprometido a formar parte de la directiva, están pensando en la posibilidad de renunciar.
Quienes conocieron de cerca el final del primer mandato de Vicente Calderón se temen que, en la sombra, esté influyéndole el mismo personajillo que le llevó al fracaso. La directiva en la que piensa no es más eficaz que la gestora que ha de entregarle los poderes. Si Calderón no hace oídos sordos a los intrigantes de siempre, se le colarán, de matute, varios directivos cuyo único papel en la obra será el de simples figurones.
El Atlético necesita gente capaz de trabajar a destajo. Personas que no busquen el club como trampolín para su promoción o la de sus negocios. La experiencia del final del primer mandato de Calderón y los dos años de Cabeza no puede repetirse. El Atlético aún no ha salido de la UVI.
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