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Tribuna:TEMAS PARA DEBATE: EL MUNDIAL Y LA SELECCIÓN ESPAÑOLA
Tribuna
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No se puede jugar con tristeza

En mi opinión, el juego visto en este Mundial ha sido superior al exhibido hace cuatro años en Argentina. Y ello tanto si nos fijamos en los equipos considerados a priori favoritos, como si lo hacemos en las selecciones que sólo aspiraban a ser la revelación del torneo. De entre las semifinalistas del 78, dos han mejorado claramente: Brasil e Italia, aunque la primera haya obtenido una peor clasificación. Y si comparamos equipo con equipo los cuatro primeros clasificados del 78 con los cuatro primeros del 82, el balance es netamente favorable para este último Mundial: Italia, Alemania, Polonia y Francia han ofrecido más fútbol que el mostrado hace cuatro años por, respectivamente, Argentina, Holanda, Brasil e Italia (quizá con la excepción de Alemania, que no ha mejorado lo hecho por Holanda).Sin embargo, no puede hablarse de grandes innovaciones en el sistema de juego. La tónica general ha sido el 4-4-2. Con algunas variantes, sin embargo, como el caso de Bélgica -con Ceulemans de media punta-, o Italia, con sólo Rossi adelantado y el eventual refuerzo de Graziani. Con tres puntas claras sólo he visto a Inglaterra contra España y a Alemania en la prórroga contra Francia. Pero, en contra de lo que siguen pensando muchos aficionados, no creo que el jugar con más delanteros signifique necesariamente una mentalidad o un juego más ofensivo. De hecho, el campeón, Italia, lo ha sido por ser el equipo que mejor ha realizado la táctica del contraataque. Las ofensivas italianas han partido siempre de los hombres del centro del campo, que han sabido penetrar desde atrás con rapidez y sabiduría.

Pero no se trata sólo de Italia. La selección que en opinión de la mayoría de los aficionados ha desarrollado un fútbol más vistoso, alegre y ofensivo ha sido la brasileña. Pues bien: esa alegría ofensiva partía casi siempre de incursiones de los hombres del centro del campo (Sócrates y Zico, pero también Junior y, sobre todo, Falcao). Ellos fueron los más incisivos, los que crearon más ocasiones e incluso quienes más decididos se mostraron a la hora de rematar (Falcao, por ejemplo, que para mí ha sido el mejor jugador del Mundial, consiguió tres goles). Quiero decir con esto dos cosas: que la mentalidad ofensiva no depende del número de delanteros natos que figuren en la alineación; que es el movimiento de los jugadores, y no su número, el que hace el ataque. Y segundo: Que si Brasil ha sido el equipo que mejor ha atacado, Italia ha sido el que mejor ha contraatacado y por eso ha sido campeón. Unos y otros se han basado en la calidad del centro del campo, pero a la larga se ha demostrado la superioridad del contraataque como sistema y esquema de juego.

Naturalmente, el fútbol no es una matemática y hay que tener en cuenta los imponderables. Por ejemplo, la actuación de los porteros. En este sentido, creo que tanto Francia como Brasil han acusado claramente una debilidad, convertida en hándicap, mientras que la gran actuación de Zoff ha sido decisiva en el triunfo italiano. Imponderable -pero sólo hasta cierto punto- puede considerarse también el fallo colectivo de la defensa brasileña que dio ocasión a Paolo Rossi de marcar el segundo gol en el partido que, a posteriori, puede considerarse el más decisivo del Mundial. Pero es que, a su vez, ese fallo fue efecto del exceso de confianza del equipo de Tele Santana, de cierto aire de superioridad -que se reiteraría al seguir atacando tras el empate a dos conseguido por Falcao- propio de una mentalidad exclusivamente ofensiva. Un fallo lo puede tener cualquiera, pero un fallo colectivo de ese tipo nos resulta casi impensable en selecciones con una clara mentalidad de contraataque, como la italiana o incluso la inglesa.

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Por eso digo que se ha demostrado la superioridad del contraataque como sistema. Un equipo que sale mentalizado para realizar ese tipo de desarrollo es muy difícil que cometa fallos atrás por distracción. Porque su tensión se concentra en la seguridad defensiva y esa tensión hace que de una manera automática (y el sistema tiende a hacer automáticas las reacciones) todo posible fallo individual pueda ser inmediatamente corregido por el escalonamiento de los jugadores.

El equipo que se esfuerza y persevera en hacer precisamente lo que sabe hacer y sólo eso, tiene más posibilidades de vencer que quien, estando capacitado para hacer las cosas excepcionales, como sucede con Brasil, descuida los detalles, se distrae y comete fallos.

El sistema español

Otra característica de este Mundial ha sido la ausencia de extremos pegados a la banda. Pero con una escepción que me parece significativa. Inglaterra, que ha quedado imbatida, que ha marcado seis goles y sólo ha recibido uno, y que para mí ha sido, práctica y posicionalmente la mejor selección hasta el partido que empató con España, ha utilizado a dos excepcionales extremos Rix y Coppell, pero en una posición que no es la clásica del extremo. Sobre todo Coppell, cuya ausencia en el partido citado se notó mucho, ha desarrollado un fútbol que sin renunciar a lo esencial de juego británico clásico, ha resultado muy renovador. Colocado pegado a la banda pero en el medio campo, se convertía en un apoyo retrasado a las evoluciones de Francis o Mariner cuando su equipo se desplegaba en ataque; pero cuando se trataba de salir al contraataque, él era la vanguardia que salía como una flecha tras los envíos largos de los hombres de atrás, que les habían situado precisamente en esa posición que permite jugar el balón en velocidad, con ventaja respecto a unos laterales sistemáticamente cogidos a contrapie.

Como ya se sabe que yo soy un decidido partidario del fútbol británico, diré que el caso de Inglaterra sirve también para demostrar que en un Mundial -en el que todo se puede decidir en un encuentro- no se puede improvisar un sistema nuevo de un partido para otro. Greenwood, obsesionado por la necesidad de marcar dos goles a España, cambió de sistema en el último momento, saliendo con tres puntas e introduciendo modificaciones posicionales que, lejos de dar al equipo mayor capacidad ofensiva, le hizo perder sentido de la orientación.

También hay que decir algo de Alemania y Francia que protagonizaron el partido más emocionante. En mi opinión, Alemania ha tenido suerte con el puesto logrado. Su fútbol se basa en el empuje y la fuerza y esas cualidades sólo las han exhibido en los veinte minutos finales de la prórroga contra los franceses. Su tendencia al pase corto en otros encuentros demuestra que risicamente no estaban bien. También se ha demostrado que incluso un fuera de serie como Rummenigge puede ser un freno si falla la seguridad que da la buena condición física.

De Francia hay que resaltar la extraordinaria técnica de sus jugadores, tanto para manejar el balón como para superar las dificultades de las defensas contrarias a base de movilidad. A Bossis, Platini, Pigana y sobre todo Giresse debemos algunos de los momentos de mejor fútbol vistos en este Mundial, en el que merecieron mejor suerte.

Y finalmente, España. No estoy de acuerdo con quienes dicen que el equipo ha carecido de sistema. Bueno o malo, pero había un sistema. El problema es en que cada partido la selección ha sido técnicamente inferior a la rival y que, por ello el sistema del otro equipo se ha impuesto, teniendo que ir España a remolque de la iniciativa marcada por el contrario, dando así la sensación de no tener esquema propio. Hay que reconocer que los jugadores han luchado, pero creo que se ha visto que su nivel fisico no era bueno. Ignoro las causas.

Una última cosa. El fútbol es un deporte, pero es también un juego, es decir, una actividad que requiere afición y que sólo se puede desarrollar si se ejercita a gusto, con alegría. Se puede estar muy atento al juego, sin distracciones, sin por ello perder el gusto por lo que el fútbol tiene de diversión, de emoción. Y a mí me ha dado la impresión de que Espaila era un equipo triste. Yo creo que las concentraciones en régimen de clausura no dan resultado y que es mejor dejar libertadad y responsabilidad al jugador que provocar nerviosismo y tensión.

Javier Clemente es entrenador del Athlétic de Bilbao.

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