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La recuperación económica se producirá a finales de año, según la Casa Blanca

La Administración Reagan, Wall Street y los banqueros parecen coincidir, por una vez, en predecir la próxima salida de la recesión de la economía norteamericana, con claros signos de recuperación a partir de este segundo semestre de 1982.

En su tradicional revisión, a mitad de año, de las previsiones del presupuesto para el ejercicio económico de 1983, la Casa Blanca anunciará a finales de esta semana los indicadores que espera alcanzar en el ejercicio económico de 1983. Las filtraciones previas a la Prensa -que no tienen nada de particular, tratándose de previsiones relativamente optimistas- dan un crecimiento del PIB (producto interior bruto) del orden del 4,5%, ajustado a la inflación. El desempleo (que es del 9,6% en la actualidad) se reducirá al 8,5%. Mientras, la inflación debería mantenerse alrededor del 7%, el índice más bajo desde 1977.Pero la gran incógnita para que la recuperación sea duradera continúa radicando en cuál será el tipo de interés (el prime rate) que aplicarán los grandes bancos comerciales. Todas las especulaciones apuntan hacia una baja que, en los próximos días, podría suponer una reducción del 16,5% actual al 16%. La fuerte subida de las cotizaciones bursátiles en Wall Street son el mejor indicador de que la reactivación, aunque ligera, puede estar a la vuelta de la esquina.

La reducción de la masa monetaria en 3.700 millones de dólares, por parte de la reserva federal, en la semana que concluyó el pasado 30 de junio es interpretado como otro signo esperanzador por los analistas económicos norteamericanos. Es un hecho que contribuirá a una tendencia a la baja en los tipos de interés.

"Uno de los mayores problemas que vemos cara a la reactivación económica", dijo el portavoz de la Casa Blanca, Larry Speakes, "es que los tipos de interés rechacen la baja". Para algunos observadores es probable que, en los préstamos a corto plazo, haya efectivamente una moderación de los tipos de interés bancario; pero no tanto en los préstamos a medio y largo plazo, ante los temores de los bancos de que la esperada reactivación sea sólo de corta duración.

De producirse un relajamiento en los tipos de interés, la Administración Reagan ganaría la batalla económica en dos frentes: en el interior, al reactivar el consumo, sobre todo en bienes de consumo duradero como la vivienda y el automóvil, al tiempo que cumpliría las promesas lanzadas a sus aliados industrializados en las dos últimas cumbres económicas (Ottawa, en julio de 1981, y Versalles, el pasado mes de junio) de una próxima reducción de los tipos de interés.

Las economías de Europa occidental, penalizadas por los altos tipos de interés norteamericanos, ven dificultadas sus propias estrategias de reactivación, al tiempo que aparecen tensiones insoportables debido a los preocupantes niveles que alcanza el desempleo.

En un momento de tensiones interaliadas, por el boicoteo de Reagan al gasoducto siberiano y por las tendencias proteccionistas en la Administración norteamericana (acero, productos agrícolas, ampliación de la CEE), la reducción de los tipos de interés bancario sería el mejor elemento de distensión entre europeos y norteamericanos.

En el terreno de la política interior de Estados Unidos, el fin del túnel de la recesión económica, caracterizado por una oleada de empresas en bancarrota en EE UU sin precedentes históricos desde la época de la gran depresión, supondría también para la Administración del presidente Reagan, y para el Partido Republicano que representa, el mejor argumento de campaña electoral, cara a las elecciones del próximo 2 de noviembre, para la, renovación del Congreso norteamericano.

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