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Reportaje:

En España se mejoró la medía de goles de Chile, Inglaterra, Alemanía y Argentina

El Mundial-82 ha supuesto respecto a los anteriores una mejora del índice de goles por partido (2,8), superior a las medias obtenidas en los de Chile, Inglaterra, Alemania y Argentina. El Mundial de España cónfirmó la importancia de la ejecución de las faltas, la eficacia del disparo desde fuera del área, y la desaparición de la figura del delantero centro como goleador. En este Mundial, los 146 goles (récord absoluto) fueron marcados por 100 jugadores.

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El Mundial de España podrá ser recordado por varios aspectos, como el experimento de los 24 equipos, el éxito de los representantes africanos, y el triunfo de Italia, el segundo tricampeón. Pero también, el Mundial-82 ha confirmado o renovado, según las estadísticas, los derroteros del fütbol actual.El lado más positivo resultó ser el número de goles marcados: 146, que es récord absoluto, ya que en el de Suiza se marcaron 140, pero en la mitad de partidos, 26. Sin embargo, el promedio de goles del El gol a balón parado mundial de España (se han disputado 52) ha sido de 2,808. Esta media es superior a los campeonatos mundiales celebrados en Chile (2,78 goles por partido), Inglaterra (2,78), RFA (2,55) y Argentina (2,68). Es decir, que desde 1958 solamente fue superada la media de 2,8 en el Mundial de México, considerado como el de más calidad de la época moderna.

Frente al fenómeno de un aumento de la efectividad ante la puerta contraria, es destacable la práctica desaparición de la figura del goleador y, más concretamente, del delantero centro como tal. Paolo Rossi ha obtenido 6 goles en 7 partidos, los mismos que Kempes en 1978, pero con menos partidos. Además, Rossi ha sido el único delantero centro goleador. La mayoría de los tantos fueron marcados por extremos o centrocampistas. Se confirma la misión del delantero centro como abrelatas, como hombre oscuro, para que otro se lleve la gloria. El brasileño Serginho, tan criticado por su torpeza cara al gol, ha sido el mejor ejemplo.

Ante esta falta del clásico goleador es normal la distribución de los tantos. Los 146 goles fueron obtenidos por 100 jugadores, de lo que se deduce que los únicos goleadores que quedan son de leyenda, quizás el último Muller, con sus, 10 goles en el Mundial de México. En el primer Mundial (1930), 37 jugadores marcaron algún gol; en el de Italia (1934), 39; en Francia (1938), 44; en Brasil, 1950, 45; en Suiza (1954), 63; en Suecia (1958), 60; en Chile (1962), 55; en Inglaterra (1966), 47; en México (1970),56; en Alemania (1974),53; en Argentina (1978), 64, y en España, 100.

Para calibrar justamente esta característica hay que tener en cuenta el mayor número de equipos, con un mayor número de jugadores, pero también un aumento de los partidos disputados por los máximos goleadores respecto a otros campeonatos.

El gol a balón parado

Otro aspecto de éste mundial, que tiene una importancia creciente respecto a los anteriores, es el de los goles marcados a raíz de la ejecución de un castigo. En el mundial de Alemania se marcaron una docena de goles con la ejecución de penaltis o faltas cerca del área; En el de Argentina, por este procedimiento se marcaron 15 goles; En el de España los boles con ésta característica llegan a los 40.

La cifra engloba los goles conseguidos directamente por la ejecución de un castigo, y a los obtenidos tras el saque de éstos (se incluyen los saques de esquina). Los castigos ensayados no han ocupado un lugar importante en el éxito. El más efectivo fue el disparo directo sobre la puerta. Las principales selecciones contaban con varios especialistas, según la distancia y el lado en el que se colocara el balón.

También es destacable el aumento de los goles obtenidos con la cabeza. En el mundial de Alemania fueron 15, en el de Argentina 14, y en el de España 20, es decir uno de cada siete goles marcados en el campeonato.

Un porcentaje similar de efectividad lo obtuvieron los disparos desde fuera del área, es decir desde más de 18 metros. De esta forma se marcaron 22 goles. Es la tercera fórmula de golear que va en progresión y, especialmente, en los equipos que desarrollan un fátbol más avanzado.

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