Cuatro candidatos marxistas y dos derechistas, contra el PRI
La floración de candidaturas es el primer fruto de la reforma política instrumentada por López Portillo, que con todas sus limitaciones permite al régimen mexicano presentar por primera vez un marco político pluralista de estilo occidental.Más allá de su segura derrota en las urnas, la presencia de estos candidatos ha hecho posible durante ocho meses la crítica sistemática de un Gobierno excesivamente autocomplaciente y aun de un sistema que el PRI considera como el mejor posible, aquí y ahora.
"Por primera vez la gente de los pueblos", opina el politólogo José Woldenberg, "puede oír a candidatos comunistas o derechistas en las mismas plazas públicas donde estuvo el PRI. Eso es algo totalmente nuevo, que tiene que tener repercusiones en el voto".
Un obrero de la construcción que escucha en Ciudad Juárez el discurso del PSUM (comunista) explica con acierto la actitud de millones de mexicanos. "Siempre voté por el PRI y tal vez vuelva a hacerlo esta vez, pero las cosas están difíciles. Mejor me quedo a escuchar lo que este hombre tiene que decir". Nunca antes pensó en votar a alguien que no fuera del PRI. "Quizá lo haga, algún día".
Los cuatro candidatos comunistas han hecho hincapié en lo que califican de traiciones del PRI a la revolución mexicana: la reforma agraria integral está muy lejos de ser una realidad, los sueños de igualdad se han traducido en el enriquecimiento de tinos pocos a costa de la mise nía de los más, y a la dictadura porfirista le ha sucedido una dictadura de partido.
Apenas si al PRI le reconocen sus opositores dos logros: haber estabilizado la vida política mexicana, aun a riesgo de petrificarla, y haber sacado a los militares de ella, aIgo nada desdeñable en un continente con demasiadas inclinaciones cesaristas. Más allá de eso el partido gubernamental no sería sino una inigualable máquina de poder, en la que se profesa un revolucionarismo oratorio que nada tiene que ver con la práctica política.
Con este bagaje hipercrítico, los seis opositores aspiran nada más que a conseguir un 1,5% de votos que les permita mantener su inscripción en el registro de partidos y les otorgue algunos escaños en la Cámara de diputados. No tienen ninguna opción a los 64 escaños del Senado (dos por cada Estado), ya que se deciden por sistema mayoritario, y el PRI los copó todos en el último medio siglo, con la excepción de un independiente que se coló una vez, previo pacto con el partido gubernamental.
La elección de la Cámara se realiza por un sistema combinado que les concede algunas posibilidades. Trescientos diputados se eligen en distritos uninominales, por un sistema mayoritario a una sola vuelta (idéntico al del Reino Unido). La inmensa mayoría serán para el PRI. Otros cien diputados se reparten por sistema proporcional entre listas de los restantes partidos.
Esto significa en la práctica que los partidos de oposición se repartirán estos cien escaños, siempre que superen el 1,5% de la votación total.
Sólo con que se repitan los resultados de los comicios legislativos de 1979 todos los partidos tendrían representación en la Cámara, ya que todos superaron, en algunos casos por décimas, el mínimo.
La derecha de Madero
Dos de los partidos contendientes se juegan, además, el derecho de ocupar el segundo lugar, después del PRI. Históricamente lo logró el derechista PAN, que en 1973 llegó a su techo, con 2,2 millones de votos. Su candidato, el ingeniero Pablo Emilio Madero, sobrino de uno de los precursores de la revolución, espera poder mantener esta posición de privilegio.
Madero proclama a su partido como el heredero auténtico de la revolución, sin que le importe que en la calle sea considerado como el adalid de la empresa privada. En una carta pública al presidente López Portillo le ha pedido que garantice unas elecciones 'limpias. "Aún tiene usted", le ha escrito, "la oportunidad de pasar a la historia sin que se maldiga su memoria. Aún puede ganar el respeto de sus conciudadanos". De llegar a la presidencia, cosa que Madero parece ser el único en no descartar, promete acabar con un presidencialismo y un centralismo que califica de "feroces".
Arnoldo Martínez Verdugo, dirigente comunista desde hace 35 años y actual secretario general del PSUM, ha fallado en su intento de unificar a toda la izquierda, pero ha desarrollado una vigorosa campaña, quizá la más movida después de la del PRI. Del país que ha visto destaca "la brutal polarización entre la riqueza de unos pocos, que en los últimos cuarenta años se han hecho mucho más poderosos, y la miseria de la inmensa mayoría de los mexicanos".
Nacionalizar toda la riqueza mineral (siguiendo el ejemplo de Cárdenas con el petróleo) y rescatar la reforma agraria ("ya no hay ningún zapatista en el PRI") son dos de sus promesas básicas, ambas estrechamente vinculadas a lo que el partido gubernamental proclama como principios fundamentales de su acción.
Los cuatro candidatos restantes harán bastante con superar el 1,551. La trostkista Rosario Ibarra, madre de un joven desaparecido en 1975 a manos de la policía., ha fulminado al sistema: "En este. país, el campeón del terrorismo es el Estado". Se le ha acusado de hacer una campaña de enojados: "Creo que recogemos la ira de los justos", contesta.
Campesino nauatl
Cándido Díaz Cerecedo, un campesino nauatl que recuerda cómo vio en su infancia asesinara machetazos a una tía suya, ha enfocado su campaña del Partido Socialista de los Trabajadores hacia los campesinos desposeídos por unos caciques voraces. Su antigua afiliación al PRI tal vez haya influido en la moderación de sus críticas al Gobierno.
Manuel Moreno Sánchez, profesor, candidato del partido socialdemócrata, que en las filas del PRI llegó a ser presidente de la Cámara de Diputados, promete ahora dinamitar todo el sistema político con un partido que dice tener 65.000 militantes y que se formó con un grupo de profesionales críticos hacia el régimen.
Santiago Díaz Gollaz, del derechista Partido Demócrata mexicano, es un hombre bienintencionado que tiene estrechas vinculacio.nes con los sectores más reaciona.rios de la Iglesia católica, que a través del arzobispo de México, cardenal Corripio Ahumada, y el secretario de la Conferencia episcopal, Genaro. Alanilla, ha recordado la incompatibilidad entre cristianismo y marxismo. Por el otro lado, el arzobispo de Cuernavaca recordaba el derecho del cristiano a votar libremente e introducía un elemento crítico hacia el sistema: más de 500 desaparecidos, en el último decenio.
En un país en el que la Constitución niega reconocimiento civil a las iglesias y prohíbe expresamente a sus ministros cualquier actividad política, las últimas semanas, de la campaña han girado en torno a la Iglesia católica.
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