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Convocada para hoy una huelga general en Italia

Juan Arias

Hoy toda Italia quedará paralizada durante ocho horas con motivo de una huelga general, proclamada por los tres grandes gremios sindicales: el democristiano CISL, el comunista CGIL y el socialista-republicano UIL. Hacía casi catorce años que no se organizaba una huelga de esta envergadura en Italia. Exactamente desde el 19 de noviembre de 1969.

Y esta huelga de catorce millones de trabajadores, desde la industria al campo, al comercio y a los empleados del Estado, se produce mientras el presidente del Gobierno, Giovanni Spadolini, está presentando ante las dos Cámaras de diputados y senadores su nuevo plan de austeridad y de "sacrificios para todos", para hacer frente a la avanzada del déficit público que ha llegado ya a siete billones de pesetas, lo que supone un 13% del Producto Nacional Bruto (PNB), y que podría aumentar a un 14,5%, mientras en Francia se mantiene en un 3%.La huelga de hoy, que verá reunidos en Roma, en la plaza del Popolo, a 300.000 trabajadores de todo el país, llegados en trenes, barcos, autobuses, aviones y hasta auto stop, y que costará setecientos millones de pesetas recaudados entre los obreros voluntariamente, no es, sin embargo, contra el Gobierno, sino más bien contra la Coáfindustria, que no permite la renovación de los contratos desde hace seis meses y que desearía una revisión de toda la política salarial, empezando por la escala móvil, el mecanismo que en italia aumenta automáticamente el sueldo según la subida de una canasta de diversos productos y determinados niveles de precios.

En esta huelga general, el conjunto de los sindicatos se juegan el todo por el todo, precisamente en un momento de los más difíciles de su historia.

Si de verdad el país se paraliza, será un triunfo sindical y podría servir también para recuperar la unidad interna de los tres sindicatos que empieza a resquebrajarse. Si, por el contrario, la participación de los trabajadores fuera escasa, todos los problemas antes citados podrían agravarse.

Por eso, los tres secretarios generales de CISL, CGIL y UIL: Carniti, Lama y Benvenuto, democristiano, comunista y socialista, respectivamente, han echado toda la carne en el asador. Hablarán los tres dirigentes, como un solo hombre, en la plaza del Popolo.

Posibles provocaciones

Y se espera que no se repita el triste episodio de las últimas manifestacíones sindicales, en las que algunos de sus grandes líderes fueron abucheados por la base de los trabajadores, impidiéndoles inclulo el uso de la palabra, como ocurrió a Benvenuto, secretario general de UIL, en Roma, hace tan sólo unos pocos meses.Los trabajadores llegarán a la plaza del Popolo con tres manifestaciones callejeras: desde el Estadio Olímpico, desde la estación Tiburtina y desde la estación Termini. Se ha querido evitar que los manifestantes pasen delante de las sedes políticas de los distintos partidos para eliminar de antemano posibles provocaciones por parte de los más extremistas.A pesar de todo, existe una cierta preocupación de los organizadores ante posibles perturbaciones de tipo fascista o bien por parte de los grupos sindicales llamados autónomos, que no militan en los grandes gremios y que pueden pertenecer desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda.

Según el secretario general del gremio CISL, el democristiano Pier Carniti, si esta huelga de hoy fracasase, "el sindicato no podría ya en mucho tiempo organizar una manifestación a nivel nacional".

Déficit presupuestario

Y comentando los motivos de la huelga general, ha dicho: "La Confindustria nos pide un pacto suicida, cuyo restiltado sería la liquidación del poder contractual del sindicato, finalizando en la reestructuración política y económica del país sin ningún control".El nudo del problema es que en este país crece como un cáncer el presupuesto del Estado, sin que ni siquiera los esfuerzos sobrehumanos del republicano Spadolini hayan podido frenar y mantenerlo en el límite de los cinco billones de pesetas, tal como había prometido.

Ante esta impotencia, se intenta resolver el problema con una política de congelación de sueldos, de aumento de las tarifas públicas y de nuevas contribuciones.

Y los sindicatos se han plantado que están dispuestos a aceptar nuevos e indispensables sacrificios sobre los trabajado res, pero con una sola condición: que éstos sirvan para aumentar la producción, para acrecentar los puestos de trabajo y no "para cubrir los agujeros del despilfarro público", como ha dicho Luciano Lama, secretario general de CGIL.

Con esta huelga, los sindicatos italianos, después de catorce años vividos con. pasión, con frutos innegables y también con errores confesados por sus mismos líderes, intentan hoy abrir una página nueva para recuperar su antiguo empuje.

La consigna es: "El sindicato no debe contentarse con examinar las propuestas de los demás. Debe tener el coraje y la fantasía de proponer sus ideas y sus proyectos. Contrariamente, caminaremos hacia el suicidio o la castración", como ha afirmado Giorgio Benvenuto, secretario general del sindicato socialista y republicano UIL.

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