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200.000 personas abarrotaron las Ramblas en la fiesta de bienvenida al Mundial-82

Las tablas del cantante rockero Miguel Ríos, que demostró una capacidad de líder extraordinaria, evitaron que el festival de bienvenida al Mundial-82, celebrado el sábado por la noche en las Ramblas de Barcelona, terminase con incidentes de mayor envergadura Cuando el presentador Luis del Olmo ordenó un paréntesis en el festival para pedir serenidad a los espectadores, Miguel Rios se opuso y explicó al público la situación, iniciando inmediatamente una canción, El río, que conectó con el auditorio, al que el cantante piropeó repetidas veces. Al recital asistían más de 200.000 personas. Hubo media docena de heridos y el alcalde, Narcís Serra, felicitó a los servicios de Protección Civil porque superaron, en su opinión, "el bautismo de fuego", informa Enric Canals.

El festival, televisado a toda España, se inició con la actuación de Marina Rosell, que incluyó en su repertorio, un fragmento del Nou cant dels ocells, escrito por Salvador Espríu.Terminada la actuación siguiente, de Ana Belén, el público había ya rebasado la valla de seguridad por lo que miembros de la protección ciudadana del Ayuntamiento de Barcelona, junto con fuerzas de la Policía Nacional y Guardia Urbana y algunas personas del público, formaron una barrera humana.

La tercera actuación corrió a cargo de Miguel Ríos, que ofreció parte del espectáculo que lleva en gira por España, en el que se incluye una macropantalla de vídeo y un rayo laser que apoya algunos de lostemas.

Entre las interpretaciones, Miguel Rios incluyó su popular composición Santa Lucía, ampliamente coreada por el público. El diálogo del veterano cantante con Luis del Olmo fue recogido por las cámaras de televisión, viendo los espectadores cómo el presentador insistía en interrumpir el festival mientras el público no dejase de hacer presión sobre la barrera de protección civil. Sólo los buenos oficios de Miguel Rios, que prefirió dar al público tratamiento de mayoría de edad, evitó que la tensión creciera, logrando que el recital fuese una gran fiesta.

La Trinca cerró su intervención con Qué bonita es Barcelona, mientras se esparcían entre el público grupos de gigantes y cabezudos y, frente al escenario, los castellers de Barcelona elevaban una torre humana. La fiesta terminó con un castillo de fuegos artificiales -el más caro que se ha montado en la Ciudad Condal hasta la fecha-, con un enorme cartel que decía: "Barcelona, deporte, cultura y convivencia".

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