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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La redada del Rastro

Como individuo humano que sufrió la irrupción y detención de ese intransferible y delicadísimo libre albedrío que debería caracterizarnos, durante algo más de nueve horas, creo estar en perfecto derecho de réplica y aclaración de los sucesos acaecidos el domingo en la calle de Santa Ana, en el Rastro.La espectacular redada se puede resumir, franca y llanamente, en un espectáculo revulsivo, en un absoluto abuso de poder, de violencia policial contra unas, personas, varios cientos, que cometieron el terrible error, al menso en la mayoría de los casos que allí nos encontrábamos, de atravesar una calle, por mil motivos varios, com o pudo ocurrir en cualquier otro punto concurrido de la ciudad a las mismas dos de la tarde. Y allí nos vimos forzados a permanecer durante cerca de dos horas, sopor tando sus gritos y amenazas apa bullantes, de pie, con las manos en la nuca o apoyadas en la pared, sin tener otra perspectiva que el muro o el cierre metático que se tuviera justo enfrente de los ojos, sin posibilidad de enterarnos de qué nos estaba sucediendo. No se nos permitió identificarnos, y aun sin tener "aspecto, supuestamente peligroso", sino supuestamente joven, se nos despojó de cuanto llevábamos encima, incluida la documentación.

Por fin comenzaron a trasladarnos, lentamente, en perrera o lechera, a elección del azar, y tras un viaje sobresaltado, junto a otros veinticuatro, prácticamente sin luz ni ventilación, subiendo el vehículo peligrosamente y de vez en cuando por encima del bordillo, llegamos a la DSE, Puerta del Sol.

Y allí, en el patio, cayó toda la tarde del domingo con su desesperante aplomo, debajo de la cristalera en cuadratura arqueada, mezclándose los dispares sonidos de la televisión, que se esparcían desde las ventanas abiertas del primer piso, con los gritos, "¡todos mirando a la pared, contra la pared, de aquí no sale nadie como yo oiga, una voz!". Y a ésto se unía la más, escalofriante incompetencia administrativa, injustificable bajo todo punto de vista, porque si para tomarme la filiación, identificarme, registrar mis enseres, comprobar que no tengo antecedentes penales y ponerme en libertad, pueden emplear impunemente nueve horas, sin tener en cuenta los problemas de orden personal, social y familiar que ésto suscita, yo, personalmente, lo encuentro inadmisible.

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Nadie podía fumar, estaba terminantemente prohibido, pero de pronto nos arrojaban cigarrillos desde las ventanas del primer piso. Nadie podía sentarse, estaba también prohibido, pero distraidamente y fatigados de permanecer todo el tiempo de pie, nos íbamos acomodando en el bendito suelo cuando la voz, estentórea nos ponía súbitamente en vilo y otra vez de cara a la pared. Privados de las más elementales funciones, sin comida ni bebida. Sin poder ir al servicio más que a partir de las ocho de la noche y concedido como un favor inaudito. No dudo que hubiera gente con antecedentes penales, ¿quizá sesenta o setenta? (lo cual puede suponer simplemente eso: antecedentes), e incluso incautaron una pequeña cantidad de droga, pero todo esto jamás justificará la detención en masa de todos nosotros, entre los que se encontraban hasta niños de corta edad, que sin haber cometido ningún tipo de delito tuvimos que soportar las condiciones más humillantes e inhumanas que yo, al menos, he conocido en mi vida. Y sin la más mínima explicación. Y, encima, a toda esta gente la estamos pagando entre todos los contribuyentes, y eso también duele. /

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