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Reportaje:

"No hablaré si está mi abogado"

La Constitución española garantiza a los detenidos la asistencia de un abogado desde que ponen los pies en una comisaría. Son cada vez más frecuentes, sin embargo, los casos de delincuentes comunes que renuncian a esa asistencia, mientras aumentan las denuncias por malos tratos

Jorge M. Reverte

En algunas comisarías madrileñas hasta un 80% de los detenidos renuncian al derecho a contar con la ayuda de un abogado durante su estancia en las dependencias policiales, según datos del colectivo de abogados jóvenes de Madrid. La anunciada reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal puede agravar aun más esta situación de indefensión.

Gasta Luis una espectacular cazadora de cuero negro cargada de chapas de todos los colores, en las que abundan inscripciones en lenguas que no comprende. Por debajo, un jersey de cuello de cisne bien ceñido que dibuja sus poderosos pectorales. Y remata la indumentaria un absurdo pantalón de rayas verticales que cubre casi por completo zapatos de punta marcados por la rozadura de mil escalones. Luis es consciente del papel de vocero no elegido que le toca representar y acentúa, en consecuencia, las fórmulas expresivas que, supone, se esperan de él: prolonga innecesariamente las eses y paladea con fruición cada una de las expresiones de su limitada jerga. De sopetón intenta impresionar con una frase digna de figurar' en el diccionario de las célebres:-Oyes, que como yo digo: que en las comisarías te pegan hostias como si fueran pólizas de cinco pesetas.

Y se queda esperando la reacción a su ajustada frase, mientras deja que la uña de dos centímetros que adorna su meñique derecho le ponga el oído como una patena de limpio.

Luis ha pasado una buena cantidad de trámites, no sabe precisar cuántas, pero asegura que siempre le han "puesto la cara guapa":

-Nada del otro mundo, lo que a casi todos.

Y Luis se ríe de la sola posibilidad de pensar en denunciar las bofetadas, y se ríe también cuando se le pregunta si ha, utilizado alguna vez su derecho a la asistencia de un abogado:

-Es peor. Mira, yo he salido bien siempre, y si llamo a un abogado me pongo a la policía en contra.

Es un camello de cuarta fila; sabe que nunca va a tener problemas muy graves por lo que hace, que va a seguir pisando comisarías de madrugada, adornadas por el estribillo de "tú otra vez por aquí". A él no le va nada en la otra guerra:

-Hombre,si me hubieran hecho lo que dicen otros que les hacen... Pero eso es a los atracado res, a los violadores. Además, para lo que les vale...

["Que si se tiró por la ventana fue porque le estaban pegando, estando esposado y sentado, digo, y en posición de sentado con un palo entre las piernas y los brazos apoyados entre dos mesas. Que es cierto que le visitó el médico, pero que estima que no le atendió debidamente; que también quiere hacer constar que después de tirarse por la ventana y antes de que le viera el médico, fue golpeado con porras en el cuello y le pisaron la cabeza" (de una declaración ante el juez)].

Carlos tiene una experiencia muy distinta, porque tiene una vida muy distinta. Es un hombre culto, con un pasado político muy activo y se vio envuelto por casualidad en un asunto con atraco por medio, del que salió libre:

-A mí, ni me tocaron. Debe ser por la pinta. Me separaron de los otros y me trataron con una cierta cortesía. Pude requerir la asistencia de abogado sin problemas. En la Dirección de Seguridad el trato era peor, pero nunca me tocaron, más que algún empujón. Pero en la conducción, los ocho que iban conmigo habían recibido. Uno venía verde y todo sucio porque le habían hecho la bañera y le habían metido la cabeza en una bolsa de plástico, eso decía, pero se negaba a la posibilidad de denunciar nada. Firmó la renuncia al ahogado porque los policías le dijeron que se iba a perder, que iba a ser peor para él, que le tendrían diez días encerrado aplicándole la legislación por bandas armadas. Había participado en un atraco.

El policía J. M., de la Brigada de Seguridad Ciudadana, matiza:

-Sí, es cierto que hay malos tratos en las comisarías, no en todas, y en la Dirección, pero no se puede generalizar a todos los policías ese comportamiento. Mientras haya un solo policía que aplique malos tratos, vamos a parecer todos unos torturadores, pero no es así.

Hay toda una escala de valores y comportamientos en el cuerpo. La Brigada de Estupefacientes tiene a gala la ausencia de malos tratos en sus dependencias, una tradición que se remonta a los años del franquismo. La Brigada de Policía Judicial, la antigua Criminal, está considerada dentro de la propia policía como la más proclive a su aplicación.

Los abogados coinciden en la apreciación y han elaborado cuidadosos informes que precisan aún más:

-Como no hay garantías reales para los detenidos, todo depende de la personalidad y de la mejor o peor Voluntad de quien se encuentre al frente de cada brigada o cada comisaría. La legislación vigente permite que un detenido pueda renunciar a la asistencia de un abogado. Esto es una barbaridad, porque todos sabemos que el detenido puede ser coaccionado para que tome una decisión semejante.

Manuel Hernández muestra las estadísticas elaboradas por una comisión del colectivo de abogados jóvenes:

-¿Cómo se puede entender, si no, que haya comisarías en las que casi todos los detenidos renuncian a la asistencia de los abogados y haya otras comisarías en que no renuncia casi ninguno? Es más: hay comisarías de las que luego no sale casi ninguna denuncia por malos tratos y otras en las que se producen muchas. Pero lo más grave es que se detecta una sensación de impunidad entre algunos' policías, que parecen pensar que si aplican malos tratos no les va pasar nada nunca. La realidad es que tienen razón: no les pasa nada.

["Vesículas del tamaño de un garbanzo en las partes anterior y media del abdomen. Erosiones en las muñecas, brazos y piernas, dolor lumbar.. ." (del reconocimiento de un forense a un detenido que denunció malos tratos)].

De los detenidos que dicen haber sufrido malos tratos, muy pocos los denuncian. Los abogados afirman que tienen miedo casi todos, pero que otros obtienen así su mejor defensa:

Los más peligrosos y más listos cantan todo en la declaración a la policía. Luego, ante el juez, se retractan de su anterior declaración. Como la policía sólo lleva como prueba la declaración del detenido y ésta tiene como único valor el de denuncia, el delincuente listo y con experiencia puede salir libre. Porque, fijate, casi ninguna denuncia por malos tratos sirve, para nada, pero tampoco se abren diligencias por falsedad contra quien las hace. Eso demuestra que hay una gran desmoralización entre los jueces, que están convencidos moralmente de que los malos tratos son una realidad.

El policía confirma la impresión:

-En Nueva York, la policía tardó cinco años en recuperar su nivel de eficacia cuando se comenzó a vigilar estrechamente la aplicación de torturas. Aquí, muchos policías piensan que si se elimina esa posibilidad se va a bajar mucho el rendimiento. Es un error, porque luego los jueces no tienen con qué condenar a alguien que a lo mejor sí es realmente culpable. Conseguir una declaración completa, sin más, no sirve para casi nada.

["Que recibió golpes en espalda y pecho, y tirones de pelo; que durante horas le tuvieron suspendido en una mesa, por la cintura golpeándole y al mismo tiempo le interrogaban. Que fue llevado a un campo en las proximidades de la calle de Isaac Peral esquina a Cristo Rey, donde también fue objeto de malos tratos" (de la declaración ante el juez de un detenido)].

A punta de pistola

José Antonio Pérez Andrés, abogado, recuerda cómo a los propios letrados se les trata en algunas comisarías como si fueran delincuentes. Acaba de realizar una denuncia ante el Juzgado de Instrucción número 12 por lo que considera un grave incidente cuando atendía a un detenido. Mientras se desarrollaba el incidente pudo ver cómo, en una pared repleta de órdenes de busca de terroristas, acompañadas por las fotografías de éstos, estaban también las fotografías de dos compañeros suyos, Luis María Figueroa y José Luis Galán, sacadas de un recorte de una revista en la que se había publicado un reportaje sobre la asistencia al detenido.

En el libro de incidencias que llevan cuidadosamente los abogados que hacen turno de oficio, figuran hechos que los abogados califican de ejemplares: a Covadonga Osoro la echaron de la Comisaría de Cartagena, en Madrid, a punta de metralleta, cuando intentaba asistir a un detenido.

-Me decían que si cogía a ese abogado iba a ser mi ruina; que era un comunista, un terrorista, que con él estaba apañado.

M. es un panadero de edad madura que tiene miedo de que su nombre figure en los papeles. Estuvo detenido por una huelga del gremio en 1981 y no renunció a su derecho a la asistencia al letrado, pero reconoce que le costó tomar la decisión después de las coacciones a que le sometieron.

Manuel Hernández enseña más estadísticas:

-Son del mes de febrero de este año. Puedes ver que por cada cien detenidos, 46 renuncian a la asistencia. Casi todos piensan que si llega el abogado va a ser peor para ellos. Les asustan. En algunas comisarías se supera el 80% de renuncias. Esto es lo que favorece que haya malos tratos.

["Que recibió golpes en la cara y otros lugares del cuerpo; que estando agachado en posición de sentado, le pusieron un palo de azadón entre los brazos y las corvas, detrás de las rodillas, balanceándolo a uno y otro lado,y golpeándolo según iba y venía" (de la declaración de un detenido ante el juez)].

Carlos vuelve a su historia. En los calabozos de los juzgados de la plaza de Castilla pudo hablar con tranquilidad con algunos detenidos acusados de los más diversos delitos:

-Me metí a redentor. Intenté convencerles de que, si decían que les habían pegado, lo denunciaran al juez. Me miraban como si fuera un marciano, como si no me diera cuenta de dónde estaba.

Uno de ellos se puso a contar con todo detalle cómo le habían hecho la moto. Le habían puesto un casco de motorista y se habían pasado, decía, un montón de tiempo dándole encima de la cabeza con una guía telefónica. Le dolía la cabeza todavía y decía que le daban mareos. Yo me puse a convencerle hasta que me mandó al cuerno.

Me dijo que con lo que les había contado no le iba a caer nada y que más valía no meterse en líos. Al final, acabé por callarme. Se creaba un ambiente muy raro. Todos contaban historias que me parecían horrorosas y las adornaban con constantes menciones a su propia virilidad, que "cómo aguanté", que "les metí una trola", "a mí esos no me achantan". Era un juqego raro, como un concurso a ver quién había cobrado más y quién había estado más chulo. Yo les había visto en comisaría y en los calabozos de la DGS y estoy seguro de que ninguno se había puesto chulo.

Detenidos y retenidos

Carmen fue detenida en la redada que la policía llevó a cabo en el Rastro, junto con otros 525 ciudadanos. Estuvo más de diez horas esperando a que la pusieran en libertad, sin que la dijeran si estaba detenida o no, pasando con un bocadillo las horas muertas, comiéndose el susto. No le llegaron a preguntar si quería un abogado o no. La pusieron en libertad sin cargos. Carmen prepara una denuncia por detención ilegal. El abogado toma nota y se expresa exaltado:

-De los 526 detenidos del Rastro sólo se comunicaron al Colegio de Abogados 65 casos y, de ellos, solamente veintitrés pidieron la asistencia letrada. Se inventaron la figura del retenido, y eso es ¡legal. En este país, según la Constitución, o uno está detenido por algún motivo o uno no puede estar contra su voluntad en una dependencia policial. Eso es un secuestro. Y luego lo de los 42 que renuncian al abogado, clama al cielo.

El mismo abogado tiene un cliente acusado de robo a mano armada en un comercio de Leganés. Para su defendido hubo también lo que él califica de truco policial amparado en una ley inadecuada:

-Le pillaron con tres más y les acusaron de haber cometido el atraco. Como les encontraron escopetas, les aplicaron la ley como si se tratara de una banda armada. Al cabo de nueve días de estar en la DGS les llevaron al juzgado y todos se habían confesado culpables. Mi defendido alegó que había declarado todo aquello porque le habían pegado. Pero los otros no se atrevieron, así que el juez hizo un careo para ver quién decía la verdad. Durante el careo, los otros se echaron atrás en su declaración. Pero el mal ya estaba hecho, así que lo tiene negro.

["Que le tuvieron varias horas colgado y golpeándole en todo el cuerpo" (de la declaración de un detenido ante el juez)].

Los abogados reaccionan con la misma ira cuando se menciona el tema de la reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal:

-A partir de que se apruebe, si es que se aprueba, todas estas prácticas irregulares y anticonstitucionales quedarán consagradas. El tiempo que un detenido esté incomunicado, la consulta del abogado, estarán definidos exclusivamente por el criterio del policía. Y la práctica no ha demostrado precisamente que sea un criterio muy respetuoso con los derechos que la Constitución reconoce a todos los ciudadanos.

Los abogados deciden encerrarse para protestar por el deterioro que sufre su actividad profesional y la ineficacia de las medidas adoptadas por el Colegio de Madrid.

Luis se toma las cosas con tranquilidad. Con la chaqueta de cuero colocada ahora sobre los hombros, se guasea un poco:

-A mí me va a dar lo mismo. Las pólizas de trámite, y a casa.

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