La paz en las Malvinas
En el mundo, en este siglo, todavía existen juntas militares, por un lado, y damas de hierro, por otro, que invocan conceptos tan abstractos como soberanía, honor, patriotismo, derecho y dignidad para confundir a la opinión pública y ocultar los verdaderos intereses que les inducen a actuar.Esta circunstancía sería simplemente lamentable si no existiese de fondo, además, la tragedia que la convierte en intolerable.
Los cientos de soldados que cumplían su servicio militar obligatorio a bordo del Belgrano y que han desaparecido bajo las aguas antárticas es una muestra del horror que no se puede tolerar. Los ciudadanos ingleses que hoy, angustiados, estarán esperando, con el oído pegado a la radio, el boletín de la BBC, imaginando lo peor, de un momento a otro, para sus hijos, novios, maridos, muchos de ellos enrolados en la Marina británica por no ir al desempleo, sentirán la incertidumbre, igual que los argentinos, cada vez que los contradictorios partes de guerra hablen de muertos.
Como ciudadano español libre (de lo cual me siento muy orgulloso), me considero con derecho a expresar mi opinión, que va en contra de que nuestro Gobierno tome partido por cualquiera de las dos fuerzas en litigio. Nuestro ministro Pérez-Llorca debe presiotiar de manera firme para que la única iiegociación posible sea el camino de la paz./ .
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