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Tribuna
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El anticomunismo favorecerá al PSOE

La batalla electoral andaluza es una confrontación entre la derecha y la izquierda, que trasciende dé los límites de la región hasta la política nacional.En el campo de la derecha están UCD y Alianza Popular, por no citar las diversas candidaturas de tipo ultra que, aparentemente, gozan de escasas posibilídades. En el campo de la izquierda se sitúan el PSOE y el PCA-PCE.

Por lo que concierne al PSA, resulta difícil ubicar el lugar en que está. Aparentemente ni a la derecha ni a la izquierda. El PSA, en los cartéles que he visto hasta ahora, habla de un "corazón andaluz" y un "coraje andaluz". Poca cosa, por cierto. Esos esláganes podrían repetirlos desde Lauren Postigo hasta cualquier señorito de aquella tierra. El "corazón" y el "coraje" parecen corresponder más bien al lenguaje político de la extrema derecha. En realidad el PSA no se define ni por un gobierno autónomo de izquierda ni por otro de derecha, que es, sin embargo, todo el contenido de estas elecciones. Sólo dice que no cooperará con los partidos que llama "centralistas" -bien entendido, en el Parlamento regional, ya que en el de Madrid ha cooperado más bien con UCD-, lo que traducido al lenguaje de los hechos significa que no contribuirá a la, formación de un Gobierno de izquierda.

En realidad el PSA marcha a la búsqueda de un cierto porcentaje de los votos que escapen al centro y a la vez trata de contabilizar los restos del desaparecido PT, alguno de cuyos líderes se ha integrado ya en sus filas, olvidándose de su ultraizquierdismo anterior. Por consiguiente, si algo está claro es que el PSA busca votos en el magina de, los decepcionados con una ambigüedad que no es en absoluto de izquierdas.

El voto de la derecha

El voto de la derecha se va a repartir entre UCD y AP. Esta última va a progresar, pues por escasas que fuesen sus ganancias, era tan poca cosa en Andalucía que podrá contabilizarlas como un avance. Cuenta con el apoyo preferencial de la CEOE. La organización empresarial sostiene una campaña electoral en Andalucía verdaderamente escandalosa.

El andaluz sencillo se pregunta por qué estos señores no invierten los cientos de millones que están gastando en la campaña en crear empleo, que sería su función social.

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La infraestructura ucedista, en buena parte, es perfectamente traspasable a AP, pues está hecha con los residuos del antiguo Movimiento y a veces la componen los mismos que aplauden a Blas Piñar por razones de corazón y luego no le votan por razones de bolsillo.

La interrogante reside en qué eficacia va a tener la impasibilidad de Calvo Sotelo, sus rogativas de iglesia en iglesia y de santuario en santuario para limitar la hemorragia de votos ucedistas, amén del impacto de la televisión, que penetra todos los díasen los hogares andaluces presentando la efigie casi sonriente del jefe del Gobierno.

Calvo Sotelo se juega mucho

También componen la misma interrogante factores como el talante abrupto de Fraga Iribarne, que quizá no case demasiado con el carácter de los andaluces, o las estridencias de Vestrynge, que parece un,irlandés, escapado del IRA y trasplantado súbitamente al china andaluz.

De todos modos, Calvo Sotelo se juega mucho, incluso más que la propia UCD, en estas elecciones. Sería difícil que ante una derrota electoral -indudablemente bien merecida-, y ante la perspectiva de elecciones generales, UCD no se sometiera a una operación de cirugía estética tanto en su cúpula dirigente como en el Gobierno, sobre todo cuando hay rostros que se han situado en lo que el presidente califica de "reserva activa".

Pero es dudoso que algunas medidas electoralistas de última hora, como la supresión del peaje en el puerto de Cádiz, sean suficientes para exonerar a UCD de los errores. que ha cometido desde el Gobierno, sobre todo en Andalucía.

Panorama de la izquierda

Por lo que concierne a la izquierda, parece claro que en Andalucía tiene todas las de ganar.

El PSOE tiene un atout importante: la personalidad de Escuredo, presidente de la Junta preautonómnica, y el hecho de que sus principales dirigentes sean sevillanos.

Y el PCA-PCE, que ha ido creciendo en todas las elecciones verificadas desde el cambio político, posee hondas raíces en Andalucía, un programa transparente de progreso en el que está incluido algo fundamental para la superación del subdesarrollo, como es la reforma agraria integral, y un conjunto de hombres y mujeres profundamente conocedores de la problemática local, encabezados por la enérgica personalidad de Felipe Alcaraz.

Sin embargo, en el panorama que ofrece, la izquierda andaluza hay algunas sombras que conviene reconocer.

El PSOE, aplicando una estrategia estatal, proclama que no gobernará con los comunistas. Ultimamente, dándose cuenta del descontento que esto produce en sus bases -desorientadas por las atenciones que Felipe González prodiga a los empresarios; por la extrema moderación del PSOE, que lleva a Escuredo a declararse socialdemócrata-, los dirigentes socialistas añaden al veto al PCA-PCE la apostilla de que tampoco gobernarán con otros partidos.

Pero no es fácil llamarse a engaño. Por muy bien situado que esté el PSOE en esta coyuntura, es muy difícil que logre solo la mayoría absoluta. Con algún otro partido tendrá que gobernar.

En el tipo de sociedad que exisie hoy en Andalucía y en España puede darse un Gobierno minoritario de derecha que, aun con muchas dificultades, se sostenga, como lo ha hecho UCD pactando a veces a diestra y otras a siniestra. Pero un gobierno minoritario del PSOE, que se pusiera a gobernar de este modo, sería considerado como una estafa política por la masa de votantes de izquierda; se encontraría bloqueado por el muro del dinero y por el peso de los poderes fácticos y se desacreditaría rápidamente.

Si España, como otros países latinos, no soporta el modelo socialdemócrata de partido, Andalucía, a caballo entre el tercermundismo y el desarrollo, lo soportaría aún menos.

Cálculo erróneo

El cálculo de los dirigentes del PSOE, al negarse a colaborar con el PCA-PCE, es fundafnentalmente erróneo. En primer lugar, no pueden motivarlo en ninguna razón política seria. El PCA-PCE no ha dejado de participar un solo día en el Gobierno preautonómico presidido por Escuredo. PSOE y PCA-PCE gobiernan juntos, y en general con buenos resultados, ayuntamientos y diputaciones provinciales, ¿por qué no habrían de hacerlo en nacionalidades o regiones autonómicas? Incluso en Italia, donde el Partido Socialista se niega hasta hoy día a la entrada del PCI en el Gobierno central, está gobernando conjuntamente con los comunistas municipalidades y regiones.

El veto del PSOE al PCA-PCE es una concesión gratuita a la derecha que no fortalecerá electoralmente al primero. El PSOE no es capaz de explicar satisfactoriamente por qué no gobernará Andalucía con nosotros, pero la derecha no se priva por eso de acusar al PSOE de ser un partido marxista y de descalificarle por esa razón para gobernar; es decir, la derecha utiliza contra el PSOE el mismo argumento que éste filtra más sutilmente contra nosotros.

Sondeos manipulados

Quizá los dirigentes del PSOE hayan pensado que la crisis que ha atravesado el PCE nos ponía en trance de desaparición electoral. Ciertos sondeos manipulados han tratado de crear esa impresión. Mas cualquiera que haya seguido la precampaña del PCA-PCE habrá comprobado la enorme capacidad de convocatoria de este y el entúsiasmo de sus seguidores.

Y habrá visto más, o sea, que numerosos votantes del PSOE, ante la posición de éste, comienzan a pensar que la posibilidad real de un gobierno de izquierda en Andalucía, capaz de realizar los cambios que la mayoría de los andaluces desean, reside en votar en esta ocasión al PCA-PCE, para que los comunistas posean en el Parlamento andaluz un grupo fuerte que incline la balanza a favor de un gobierno de unidad de la izquierda. Es decir, que dando por sentado que el PSOE va a recuperar votos centristas y moderados, el voto útil de izquierda sea precisamente el voto a los comunistas.

En Andalucía hay un deseo de cambios progresistas muy profundo, y quien lo olvide puede llegar a lamentarlo.

El ejemplo de Asturias, de la participación del PC en el Gobierno autónomo con los socialistas, ha sido visto con gran atención y simpatía. Hay un hecho evidente: en Andalucía el anticomunismo no es políticamente rentable. Estoy convencido de que los andaluces lo harán ver el 23 de mayo y en fechas posteriores.

Santiago Carrillo es secretario general del PCE.

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