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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El juego de la roca y el agua

Hace unas semanas tuvimos ocasión de ver en la televisión una hermosa película rodada en 1934 por Victor Fleming, La isla del tesoro. En ella, aparte de otras calidades, había un inolvidable dúo entre un actor niño y un actor adulto. El tandem Jackie Cooper-Wallace Bcery es uno de esos hallazgos del cine que sobreviven por encima de décadas, de modas y de gustos. Además de en esa película, el dúo se repitió en El barrio, de Raoul Walsh, con idéntica fortuna. Pero había nacido antes, en la película que hoy proyecta TVE, El campeón rodada por King Vidor en 1931. Aunque sólo sea por eso, merece la pena ver esta obra de la cinematografía norteamericana.Wallace Beery y Jackie Cooper llevaron a la pantalla, con incomparable gracia, un juego que se cuenta entre los ganchos permanentes de la capacidad cautivadora del cine. Es el juego de la fragilidad y la dureza, de lo delicado y lo adusto, el juego de ese amor sin equivalente sólo posible entre un niño y un adulto. Hay memorables parejas de actores que hicieron de esta constante verdaderas joyas. Por ejemplo, Spencer Tracy y Freddy Bartholornew en Capitanes intrépidos, de Fleming; Lewis Stone y Mickey Rooney en la serie de Andres Harvey; Donald Crisp y Roddy McDowall en Qué verde era mi valle, de John Ford; Charles Chaplin y Jackie Coogan en El chico; Antonio Vico y Pablito Calvo en Mi tío Jacinto, de Ladislao Vajda; y muchos otros momentos emotivos del cine.

Fanfan el invencible se emite hoy a las 16

05 y El campeón, mañana a las 16.00, ambas por la primera cadena.

En El campeón, el dúo Beery-Cooper salió moldeado de las manos del gran King Vidor. En las dos excelentes películas posteriores que interpretaron juntos, no hicieroii otra cosa que llevar la invención hacia variantes llenas de riqueza del patrón que esta película sacó de la nada. Beery y Coogin se complementaron con tal facilidad que era posible improvisar con ellos en el estudio variarites coloquiales y pequeños gags sobre la marcha, que enriquecían permanentemente su juego.

Beery era un actor de aspecto tosco, tallado en piedra, exuberante, un supe:rdotado del gesto; mientras que el pequeño Cooper era un muchacho de mirada inteligente, un actorcillo ágil, intenso, dotado de una rara espontaneidad., La amistad entre ambos era la del hipcipótamo y la ardilla, la del mastín y el gato, la de la roca y el agua. Podían hacer transitar al espectador por todas las gamas de la emotividad, desde la carcajada al llanto, sólo con leves, magníficas transiciones. Eran, por sí solos, un espectáculo.

Hay actores capaces de reunir en su sola persona esa misma duplicidad mágica del juego del adulto y el niño. Uno de ellos fue Gerard Philipe.

Había, en el milagro de su personalidad, un Philipe niño que podía virar, sin que nos diera tiempo a respirar entretanto, hacia un Philipe adulto.

Era un actor prodigioso, una especie de energía espiritual desencadenada. Su imagen -frágil y fuerte, roca y agua ella solapuede verse en Fanfan el invencible, una película solo mediana que él ennobleció con su sola presencia.

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