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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La desmovilización de los demócratas

Las organizaciones obreras y populares han perdido influencia en la sociedad y ha descendido notablemente la afiliación a los partidos políticos. Para corregir esta desmovilización, la autora de este artículo propone una reflexión conjunta y una acción unitaria de los partidos políticos de izquierda.

Muchas personas -entre las cuales naturalmente me encuentro pensamos que lo más necesario en nuestro país, en estos momentos, es la revitalización del movimiento democrático. Pero, pese al deseo de participación que muchos compartimos a la vista de un retroceso que amenaza la existencia misma de las libertades democráticas, la realidad de la desmovilización social es dramáticamente evidente. La base de la movilización democrática, que son las organizaciones obreras y populares, ha perdido peso e influencia en la sociedad. Así, los sindicatos discuten la conveniencia de establecer una cuota convenio que les permita financiar sus actividades; las asociaciones de vecinos languidecen en sus locales; los movimientos de liberación sexual y de jóvenes siguen siendo una exigua minoría. La afiliación a las entidades populares y a los partidos políticos es más excepción que regla.Parecería que una losa ha caído sobre el sector más dinámico de la sociedad: el retorno a la vida privada, la atomización, la falta de resistencia a la agresión antidemocrática cotidiana son actitudes generalizadas en medios donde hasta hace poco tiempo resultarían impensables.

¿Cuáles son las razones que han conducido a esta parálisis?

En primer lugar, habría que hablar de la actitud del Gobierno y su política de concesión permanente a los grandes patronos y a los que eufemísticamente llamamos hoy día poderes fácticos.

El secreto político como método, la desinformación y el ocultamiento de la realidad como sistema (ahí está Televisión Española para ejemplificarlo) hacen que sea generalizable la sensación de que el Gobierno elegido democráticamente nos gobierna más en nombre de otros que en nuestro propio nombre.

Pero esta situación no puede mantenerse durante mucho tiempo sin lesionar gravemente los fundamentos mismos del sistema democrático. Negar las tensiones y los problemas que afectan a nuestro país, ya sea por la vía del ocultamiento, por el chantaje del miedo, o por la pura y simple represión, es negar en la práctica la esencia misma del sistema democrático, cuyo aspecto diferencial con respecto a otros es la institucionalización de la pluralidad y las discrepancias, dotándolas de un marco normalizado de expresión.

La situación de la izquierda

Con su actitud, el Gobierno ha contribuido eficazmente al divorcio entre la vida política y la sociedad, así como al deterioro de las instituciones democráticas. Ante el lenguaje y las actitudes políticas, un gran número de ciudadanos responde con la más contundente de las desconfianzas: absteniéndose de participar en determinadas participaciones, permaneciendo al margen.

Otro factor que ha contribuido a ahondar la fosa entre sociedad y vida política ha sido la situación de los partidos de la izquierda, que por lógica social son los llamados a propiciar la participación social en la vida política.

Su desideologización, su política más institucionalista que de base, su falta de trabajo unitario, su tibieza a la hora de denunciar cuestiones como la violación de los derechos humanos y los atentados a las libertades han contribuido a desdibujarlos como opciones de cambio. Cuando los reaccionarios utilizan el término clase política para desprestigiar a la democracia, están apelando a ese sentimiento difuso del ciudadano medio de que no existe una oferta política diferenciada.

Es cierto que el terrorismo desestabiliza gravemente a la democracia, y que sirve de coartada para reforzar actitudes autoritarias y de derecha. Pero esto no puede convertirse en una permanente hipoteca de la actividad política de la izquierda, sobre todo después de la claridad con que es condenado de forma general en los partidos de la izquierda. El mantenimiento de esta hipoteca indefinidamente sólo contribuye a descafeinar la democracia y a proporcionar campo de maniobra a golpistas y terroristas.

Tampoco contribuye a clarificar las diferencias entre la izquierda y la derecha la política de los partidos de izquierda cara a los movimientos sociales. Aparte de su falta de sensibilidad e interés hacia los nuevos movimientos sociales, las relaciones que establecen con los movimientos más tradicionales, tales como el obrero y el vecinal, son en gran parte conflictivas. La esquizofrenia del militante político, que a su vez es militante de cualquier organización popular, es buena muestra de ello.

Desde los partidos se practica con los movimientos de masas una política ambivalente de electoralismo e intromisión, cuando no la instrumetalización pura y simple.

En función de su política de compromisos, en sus intentos de conciliar lo irreconciliable, los partidos corresponsabilizan a los movimientos sociales embarcándolos en aventuras que cuestionan su validez como instrumentos de autoorganización social.

La autonomía del movimiento social es una empresa que goza de mala Prensa entre los aparatos de los partidos hoy omnipotentes gracias al sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas.

Una autonomía real supondría a la larga un cuestionamiento de la política de los partidos de izquierda, y sobre todo de su organización interna.

El movimiento democrático existente

Por último, habría que decir unas palabras sobre el movimiento democrático existente.

Está, en primer lugar, su debilidad desde los orígenes. La movilización democrática, aunque considerable, fue minoritaria incluso durante los últimos años de la dictadura, y la ausencia de una política real de reformas durante la transición no ha contribuido a su extensión.

La falta de objetivos generales capaces de aglutinar amplios sectores, la división de la izquierda en temas claves y la fragmentación del movimiento son determinantes de la falta de estrategia y alternativas.

A ello habría que sumar algunas características propias de la composición del movimiento democrático:

La tendencia en sectores democráticos sin adscripción política concreta a confundir compromiso democrático con compromiso político, delegando cuestiones tan indelegables como la defensa de la democracia o la infravaloración de la importancia estratégica de la democracia por parte de un sector importante del movimiento.

En ambos casos, el criticismo abstracto y la inhibición arrojan sobre la democracia representativa todo el peso de la defensa del sistema democrático, sin entender que allí donde la democracia ha tomado carta de naturaleza lo ha hecho gracias a la combinación entre democracia representativa y democracia de base.

Necesidad de reflexionar

En estos momentos, y considerando el panorama descrito más arriba, es preciso impulsar una reflexión que se traduzca en alternativas que permitan superar el impasse en que nos encontramos. Pero esta reflexión ni puede ser académica ni patrimonio de los desengañados. Ha de ser de todos si quiere influir sobre los factores de desmovilización: el tipo de gobierno que tenemos y la necesidad de cambiarlo, la actuación de los partidos de izquierda y su relación con los movimientos sociales, la realidad del movimiento social y democrático. Esta reflexión implica un compromiso para acción, los protagonistas de ella han de ser las organizaciones populares y los partidos de izquierda, y el resultado debe ser una acción unitaria exenta de sectarismo en la que quepamos todos los que luchamos por la democracia y aquellos a los que vayamos día a día convenciendo de su necesidad.

es ex concejala del PCE en el Ayuntamiento de Madrid.

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