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Hugo Sánchez, el animador rojiblanco una vez más

El Atlético de Madrid, con un Hugo Sánchez otra vez erigido en hombre clave, escapó definitivamente del descenso. Dominó de forma casi absoluta a un Valencia disminuido por sus propios tejemanejes de la huelga, pero únicamente pudo ganar por la mínima diferencia a falta de siete minutos. Por lo visto, al cuadro rojiblanco, que jugó bastante bien en comparación con pasadas actuaciones, todo se le complica esta temporada. Hasta lo más fácil. A las comodidades iniciales de un rival con sólo cinco titulares -porque prácticamente ya está clasificado para la UEFA, también conviene decirlo- siguieron hasta tres disparos a los postes y un penalti de libro no señalado por el mal árbitro de turno.El doctor Cabeza tiene la carta de dimisión preparada, sólo a la espera de que le liberen de los avales firmados con otros directivos, por importe de unos treinta millones de pesetas. También quiere que se concrete ante notario, en el momento de marcharse, la deuda del club para que se sepa hasta dónde es responsable. Según él, tras haberse salvado el equipo del descenso, ya se puede ir con esas condiciones, la conciencia tranquila y hablando de honestidad. Esta palabra que, con el diccionario en la mano, significa compostura, decencia y moderación en la persona, acciones y palabras; urbanidad y decoro. El presidente sancionado se fue el domingo a los toros y oyó el partido de su equipo por radio. Para la SER comentará la final de Copa de esta tarde y la próxima Vuelta Ciclista España, que también se presenta de forma oficial hoy, en Madrid. Se aparta, pues, relativamente del fútbol, que le ha servido para convertirse en eltípico boom popular de la España folklórica y sigue en los medios de comunicación, que le catapultaron para -siempre según él- tener otras actividades honestas.

Hablar de honestidad en el fútbol español es muy arriesgado, pero el mundo del balón está lleno de osados, en todos los sentidos. El partido Atlético de Madrid-Valencia, sin ir más lejos, pareció honesto y normal visto desde fuera, sacado de un contexto semanal anterior tan complicado y triste. Pero no pudo serlo cuando en el cuadro valenciano sólo jugaron cinco titulares, los únicos que decidieron romper la huelga desde el principio y fueron mantenidos como premio por su inefable presidente. Así, aunque sólo fuesen ocho minutos -más se hubiera notado demasiado- incluso debutó en Primera División el hijo del entrenador, Mestre.

El Atlético mereció ganar por mucha mayor diferencia, pero los postes en fútbol, al margen ya del penalti no pitado, también influyen a veces. El domingo, tres. El dominio rojiblanco, con un centro de campo superior desde el principio -Dirceu no fue sujetado por César; Quique, por Subirats y ni siquiera Ruiz, el más retrasado, por Roberto- se empezó a concretar en cuanto Hugo Sánchez reiteró sus habilidades.

El mexicano, sin ser una maravilla, ha demostrado muchos domingos con claridad cómo puede ser aprovechable un jugador, fundamentalmente a base de inteligencia. Su movilidad obligó el domingo a Marcos y hasta a Cabrera. Dejó balones atrás para el remate de sus centrocampistas y Dirceu, antes del gol, estrelló un disparo en el poste derecho; Ruiz, otro en el larguero. Con una tijera espléndida de su marca permitió otro cabezazo de Cabrera.

El Valencia, agobiado por el Atlético, que también pudo marcar en alguno de los habituales centros sobre puerta, en busca de las cabezas de Ruiz, Arteche o Balbino, apenas pasó de medio campo. Bastante hizo con aprovechar un contraataque para el gol -lo único que hizo bien el inútil Welzl, junto a un tiro parado por Mejías- aunque ya había avisado poco después del descanso. Pero con un Atlético lanzado al ataque fue incapaz de pillarle a contrapié y demostró por qué los que jugaron son la mayoría suplentes.

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