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RELIGION

Juan Pablo II insiste sobre el celibato y secularización de los sacerdotes

Juan Arias

En ocasión de la fiesta del Jueves Santo, Juan Pablo II, como ha hecho los años pasados, se ha dirigido a todos los sacerdotes del mundo. Pero esta vez el Papa ha introducido una novedad. No les ha escrito una carta, como en las pasadas ocasiones. "Este año", dice el papa Wojtyla, "a los sacerdotes no os escribo una carta, sino que os envío el texto de una oración inspirada por la fe y nacida del corazón, para dirigirla a Cristo juntamente con vosotros en el día del nacimiento del sacerdocio mío y vuestro". Se trata, pues, de una fórmula si cabe más solemne. Es una especie de poesía o un canto de agradecimiento por "habernos hecho", dice el Papa, "ministros de la curcaristía y de tu perdón, partícipes de tu mision evangelizadora, servidores del pueblo de la nueva alianza". Y es una petición, una súplica a veces apasionada, dirigida a Dios para que envíe sacerdotes a su Iglesia. Pero, sobre todo, es para los sacerdotes un examen de conciencia concentrado en tres puntos: secularización, hábito y celibato obligatorios. "Haz", dice la oración de Juan Pablo II, "que no entristezcamos tu espíritu con el secularismo o con el querer conformarnos a este siglo, a cualquier precio..., con lo que hace de nosotros un terreno preparado para toda tentación, con lo que se manifiesta como un deseo de esconder el propio sacerdocio ante los hombres y evitar toda señal externa, con lo que, en último término, puede llegar a la tentación de la huida bajo el pretexto del derecho a la libertad".

Tradición y herencia

Y aún más explícito es el acento puesto en la defensa del celibato: ¿"Es conveniente", reza el Papa, en contra de lo dicho por el reciente Concilio Ecuménico y el sínodo de los obispos, "seguir proclamando que la Iglesia debería renunciar a la tradición y a la herencia del celibato sacerdotal?". Y dirigiéndose directamente a Cristo afirma: "¿Es lícito, Señor, que nosotros dudemos que tú puedas y quieras despertar en los jóvenes, junto con la aspiración al sacerdocio, la disponibilidad al don del celibato por el reino de los cielos, del que han dado y dan todavía hoy prueba generaciones enteras de sacerdotes en la Iglesia católica?".Finalmente, el Papa reivindica para la Iglesia la función de los seminarlos como lugares idóneos para la formación de los futuros sacerdotes: "¿No es cometido nuestro hacer que crezca el número de los futuros presbíteros empeñándonos con todas nuestras fuerzás en despertar vocaciones y sosteniendo la función insustituible de los seminarios, donde los llamados al sacerdocio ministerial puedan prepararse adecuadamente a la donación total de sí mismos a Cristo?". Y en esta petición de nuevos sacerdotes para la Iglesia insiste la mayor parte de la oración del papa Wojtyla, como si tuviera dentro el tormento de la escasez de nuevas vocaciones: "Es preciso", dice, "pedir sacerdotes, puesto que el sacerdocio es un don para la Iglesia". Y más allá: "Que a ninguna comunidad falte el alimento espiritual de la eucaristía. Te pedimos que sea celebrada en toda la tierra por los ministros llamados a ella".

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