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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cajal, Marsillach y las biografías televisadas

La pantalla de televisión se presta fácilmente a las biografías. La televisión tiene una preceptiva -por razones impuestas por su propia técnica- que rehúye los planos generales y la profundidad y acude con frecuencia a los primeros planos. La televisión protagoniza, y la biografía es, sobre todo, un género de protagonista. Tiene sus riesgos. El principal es su tendencia a la hagiografía: un biógrafo es alguien que ama al personaje que estudia y relata (hay también casos contrarios: se hacen biografías por odio; la tendenciosidad es la misma), muchas veces porque le ha tomado como modelo en la vida. Trata de reducir sus defectos y de resaltar sus virtudes. Cuando la biografía pasa a la televisión, este riesgo aumenta. El director, o realizador, tiene que seleccionar rasgos concretos. Tiende a buscar lo que un famoso biógrafo -Stefan Zweig- llamó "momentos estelares".Biógrafo y director suelen proyectar además sobre el biografiado su forma personal de entender el bien absoluto, y en televisión, que es un género un medio con una tendencia moralizante, se suponen también unos comportamientos ejemplares. Todos hacen un esfuerzo por "no destruir la imagen" -se dice- del personaje, lo cual puede quitarle algunos de sus rasgos más característicos. Queda, en cierto modo, deshumanizado, convertido en un ideal absoluto.

Algunos de estos condicionamientos han aparecido en la serie sobre Ramón y Cajal, realizada por Forqué sobre un libro de Santiago Loren. Hay otro Cajal que trasluce de sus propias memorias: irónico, jovial, sociable. Otro Cajal que aparece en los libros de sus contemporáneos y en algunas anécdotas quizá no escritas, pero sí muchas veces relatadas: un Cajal con un cierto egoísmo, un Cajal de pequeñas y modestas aventuras nocturnas y diurnas por el barrio de la calle de Lope de Vega. Tiende a desaparecer en la serie. Hay en ella más de vida ejemplar que de penetración humana; más de moral convencional, y generalmente bieripensante, que de realidad total. A veces, estas mismas razones han dificultado el diálogo, lo han hecho trabajoso y un poco enredado; a veces han obstaculizado la misma narración. Motivos que no son suficientes para rechazar esta serie. Predomina en ella una realidad ideal; pero es una realidad que interesa, que se sigue, y en la que no faltan rasgos que dibujen su época, su ambiente, sus polérnicas científicas. Aceptando el tópico general, puede decirse que es más una serie para la primera cadena, a la que se supone más convencional, más presionada por las fórmulas preestablecidas de pensar y juzgar, que de una segunda, donde se exige una intelectualidad mayor.

Una de las razones por las cuales la biografía en televisión se inclina, sobre todo, al protagonismo es por la interpretación: el biografiado tiene que ser forzosamente un gran actor. En este caso, Marsillach. Puede que haya sido elegido por su parecido evidente: aunque el parecido no tiene por qué ser -un buen actor, sobre todo si tiene un buen guión, tiene medios para que ese parecido no sea meramente físico-, es difícil luchar contra una iconografía que en este caso es abundante. Quizé para un buen actor, como lo es Adolfo Marsillach, el parecido puede ser hasta un desafío similar -en esquema- al de esas guapas que tratan de demostrar que su trabajo en el teatro o en el cine no es cuestión de su belleza, sino de su talento. Parece que Marsillach ha luchado contra la facilidad del parecido fisico para buscar y encontrar la dificultad de la interpretación.

Lo ha conseguido con una interpretación adecuada además al medio; es decir, enfrentándose con el protagonismo peculiar de la televisión con una reducción de gestos y ademanes, evitando el énfasis. La mayor parte de la humanidad auténtica y no esquemática o convencional de esta serie se debe a Marsillach -sin desdeñar a otros actores excelentes, pero sobre los cuales no se ha detenido la narración-. No es nada fácil lo que ha hecho Marsillach. Y la serie ha sido muy aceptable: ojalá todos los productos de TVE fueran, por lo menos, así.

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