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El Atlético jugó en Sevilla como un mediocre segunda división

Luis Gómez

En tarde calurosa, Buyo, guardameta del Sevilla, tuvo la oportunidad de aprovechar que el Atlético pasaba por el Sánchez Pizjuán para ponerse moreno, tranquilamente, a lo largo de un encuentro de fútbol. En algunos instantes, Buyo cruzaba los brazos, quizá en señal de fastidio. Lo del domingo tuvo que ser un encuentro raro en su carrera deportiva, porque pocas veces se habrá ganado el sueldo y la prima con tan escaso trabajo. Sudar sólo sudaría por efecto del fuerte calor. El Atlético de Madrid hizo en Sevilla un partido con el ánimo decaído, la artillería desgastada y un fútbol de equipo mediocre de la segunda división. Por faltarle cosas, no tuvo ni suerte en el chapucero gol que le marcó el cuadro andaluz.A priori, la alta temperatura con que la primavera saludó a Sevilla hacía pensar que los jugadores podrían verse disminuidos en sus facultades a causa del bochorno. Un cierto efecto elimático podía observarse en los minutos iniciales del encuentro y daba a entender que la teoría era cierta: los veintidós jugadores que corrían sobre el césped sólo disputaban el balón en las zonas de sombra, de tal manera que los dos laterales del campo, bajo los efectos del sol, permanecían descubiertos de jugadores. Este afán por buscar el fresquito motivó un fútbol muy concentrado en el centro del campo, del que, al parecer, no pudieron evadirse los dos técnicos. Sin embargo, la teoría resultó errónea en cuanto la sombra fue inundando uno de los laterales del campo y no se advirtiera una mayor fluidez del juego por los extremos. Estaba claro: Sevilla y Atlético de Madrid no tenían intención de practicar un buen fútbol de ataque.

Así las cosas, García Traid buscó el empate disponiendo cuatro hombres en el centro del campo: Ruiz, Mínguez, Quique y Dirceu. La única preocupación táctica era la de anular las acciones de Pintinho, y Ruiz lo consiguió. Delante, Marcos y Hugo Sánchez lucharían por los balones ofensivos. El Sevilla, por su parte, adoptó una estrategia un tanto extraña, sin intentar dominar abiertamente a su rival y colocando al delantero Santi en misiones más atrasadas. Lo malo vino cuando los ocho hombres aglomerados en el centro del campo, zona de sombra, demostraron una continua falta de acierto, hasta el punto de que era dif'icil señalar una sola jugada producto de tres o cuatro pases. A lo más, lo normal era perder el balón al primero o segundo pase.

A un minuto del descanso, el Sevilla tuvo la inmerecida fortuna de adelantarse por primera y definitiva ocasión en el marcador, en un gol chapucero de López, tras un remate flojito de cabeza que Mejías dejó pasar generosamente.

Tras el intermedio, el cuadro rojiblanco no pudo reaccionar, dando poco menos que por hecho que el resultado era inamovible para su actual momento de juego. García Traid se vio obligado a sustituir a Quique a los tres minutos, al comprobar que su ánimo estaba bajo mínimos y que el descanso no le había sentado nada bien. La impotencia atlética era tan descarada que el Sevilla no tuvo que adoptar medida alguna para sujetar el juego de un equipo que estaba anulado de salida. Dirceu correteaba por el campo, pero se desesperaba ante la falta de imaginación de sus compañeros. Balones al área sólo llegaban los lanzados por Juanjo, Ruiz o compañía, en centros fallidos, es decir, que llegaban a las manos de Buyo pero sin querer.

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