El Real Madrid fue humillado por el Kaiserslautern
Tan solo diecisiete minutos necesitó el Kaiserslautern para poner la eliminatoria a su favor. En sólo seis, el Madrid protagonizó dos acciones desgraciadas que fueron definitivas para la marcha del encuentro. En el segundo minuto del partido, Pineda desaprovechó una clara ocasión de gol y poco después se produjo el incomprensible error de Agustín que proporcionó a los alemanes el primer tanto. El Madrid, ante dos desgracias seguidas, perdió los nervios, y a las actitudes caseras de Palotai respondió con juego duro y violencias sin cuento. Con dos goles en contra, cuando todavía podía aspirar a remontar la eliminatoria, Sanjosé y Cunningham fueron expulsados.El Madrid padece el síndrome alemán. El fútbol germano le acompleja desde aquella desgraciada eliminatoria con el Hamburgo. Y a ello parece que contribuye además la propia fortaleza de Stielike. Entre sus compañeros existe el mito del jugador teutón. Desde el comienzo del encuentro, el Kaiserslautern se hizo dueño de la situación. Dejó atrás a tan sólo tres defensas para que Briegel se colocara en una zona cómoda, pero que le permitía arrancar con todas las ventajas sobre Camacho, que trataba de perseguirle por todas partes. La presencia absoluta de Briegel en todos los lances importantes del juego fue definitoria.
El Kaiserslautern, con rápidos desplazamientos, con contragolpes en los que llegaban al área de Agustín hasta seis hombres, impuso un ritmo que el Madrid no pudo seguir. Ante la impotencia y las actitudes caserillas del árbitro, los jugadores madridistas perdieron los nervios y los papeles. Cortés, Camacho y Sanjosé cometieron diversas irregularidades. Palotai tardó en sacar las tarjetas, pero cuendo lo hizo tuvo razones sobradas para ello. La expulsión de Sanjosé fue una chiquillada que no debe cometer nunca un profesional. La de Cunningham merecería tal vez alguna medida sancionatoria por parte de la directiva. Con su extemporánea salida de tono, más que vengarse de un contrario lo que hizo fue buscarse una salida cómoda. Vio llegar la guerra y se apuntó a reconocimiento. El jamaicano se quitó de en medio por la vía más rápida.
El Madrid dio pena porque un club con su historial no puede ser vencido y humillado como lo fue en Kaiserlautern. El ambiente fue hostil, pero el equipo madridista no supo responder con la mínima serenidad exigible a un conjunto profesional. Nunca jamás el Real Madrid había proporcionado tan lamentable espectáculo. Sólo un acto caritativo puede salvar a algunos jugadores de la peor calificación concedida nunca a un hombre del Madrid. Perder con dignidad es lo menos que se puede exigir a un deportista.
Kaiserslautern será la noche negra del Madrid. Para los seguidores del equipo germano, fue simplemente lo que cantaron: "oh que día tan hermoso y que hermoso es todo esto". La noche madridista no pudo ser más desgraciada. A la derrota, las expulsiones y la inferioridad técnica y táctica, hubo que sumar unas circunstancias que difícilmente se pueden dar todas juntas en un partido.
Agustín, que tuvo algunas intervenciones felices, fue el culpable del primer gol y se convirtió en estatua de sal en dos más; García Cortés desperdició un penalti y Pineda falló la única jugada de gol del comienzo. Para quienes acabaron el partido, sí cabe hacer alguna excepción respetuosa. Gallego, con amigdalitis la noche anterior, hizo un encuentro soberbio. Stielike, con una muslera en la pierna izquierda, se mantuvo en el campo hasta el final. Del Bosque intentó poner alguna serenidad en el mermado equipo; Camacho luchó hasta la extenuación e Isidro, desde el momento que entró en el campo, hizo cuanto pudo por incordiar a la defensa alemana. Con sólo ocho hombres, el Madrid se defendió mejor que con once. Incluso llegó a forzar algún corner. Fue el canto del cisne, pero no una muerte infamante.
El Madrid dio anoche una muestra rotunda de sus incapacidades. El equipo, en los últimos tiempos, no ha sido debidamente reforazado. Los fichajes realizados parecen aconsejados por el enemigo. En el Madrid ha fallado el timón y hay que reconocerlo. Su presencia en tres frentes ha sido un quiero y no puedo. El Madrid, en la copa de la UEFA, ha llegado hasta el máximo de sus posibilidades, y en ese sentido nada se puede objetar a los jugadores, pero ha bastado un equipo inspirado un cuarto de hora para demostrar que las grandes aventuras son ya un objetivo utópico.
Lo más triste de la noche no fue siquiera el resultado, sino la pérdida de la imagen que el club ha tenido siempre. Algunos jugadores no supieron respetarse a sí mismos. A Kaiserslautern no se vino a hacer el ridículo pero se padeció una actuación bochornosa por no saber estar a la altura de las circunstancias. El resultado no fue más escandaloso quizá porque a los propios alemanes se les fueron las ganas de poner en evidencia a los ocho profesionales madridistas que quedaban en juego y que, pasada la batalla y habiéndola perdido, intentaron recuperar algún jirón de su mancillada bandera. El encuentro fue una suma tal de desdichas que mejor que detenerse y refocilarse en ellas será tratar de olvidarlas cuanto antes. Hay que tener piedad con el vencido.
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