Creencias de la crisis
Desde el mismo campo de la parapsicología científica se ha tratado de encontrar algún fundamento plausible al problema de la mántica. Esa antigua polémica entre el racionalismo cartesiano que niega la posibilidad de cualquier flujo de información que, procediendo de un suceso futuro, viole el sentido único de la flecha del tiempo, y los valedores del pensamiento mágico y la teología escolástica, que admiten la predicción de futuros sucesos históricos, renace de nuevo.Las pythias helenas, sentadas en su trípode áureo, recibían majestuosamente a los emisarios de lejanos monarcas. Cubiertas de albo velo, sosteniendo en su mano una rama de laurel, caían en un estado de trance muy poco diferente de esa manifestación psicofisiológica que denominamos hoy hipnoidal. Sus palabras fluían en un tono aprosódico, lentas, pero perfectamente vocalizadas. Si algunas de sus respuestas pecaron de ambigüedad, otros consultantes, como Creso, rey de Lydia, dieron fe de su precisión y exactitud premonitoria.
Es posible que ese estado alterado de conciencia que estimulase la percepción extrasensorial de las pitonisas fuera inducido por narcosis. Precisamente en el valle de Pleisto (Delfos) una grieta exhalaba vapores metíficos -probablemente una mezcla de oxígeno y óxido de carbono, cuyas propiedades alucinógenas, cuando la dosis no es letal, son conocidas-. Allí se edificaría más tarde el templo del Oráculo, la fuente gaseosa se llamaría en adelante Athomion.
Ese universo barroco plagado de fuerzas ocultas, planos cósmicos, extrañas energías astrales y misteriosas relaciones analógicas entre los seres del mundo físico, que postulan las escuelas de pensamiento mágico, contrasta con la moderna imagen del Cosmos que nos brinda la ciencia; un modelo sobrio como el frontispicio de un templo griego, donde no se conciben otros vínculos que el continuo espacio-tiempo (que constituye su urdimbre), que las deterministas leyes causales, ni otros seres que los quamtum de masa y energía.
Es difícil imaginar en el marco de este universo físico que la flecha del tiempo pueda invertirse, permitiéndonos así acceder a un suceso futuro. Sin embargo, algunos teóricos han sugerido la hipotética existencia del taquión, una partícula con masa imaginaria y carga eléctrica real que tendría la extraña facultad de viajar a velocidades prohibidas por la mecánica relativista. Nadie ha logrado aislar en el laboratorio un taquión, pero hay quien fantasea acerca de una posible interacción entre aquél y una partícula másica real. El efecto precedería a la causa. Ya R. P. Feynman, del Instituto de Tecnología de California, había definido al positrón como un simple electrón negativo que retrocede en el tiempo.
Vienen todas estas disquisiciones a propósito del problema de las mancias. Vuelven a nuestro mundo racionalista los augures, las pitonisas, los astrólogos y las videntes. Cuando creíamos que tales especímenes eran una reliquia de un arcaico pasado donde el paleoncéfalo reptiliano y su esfera emocional aún primaba sobre el neocortex, regresan los aruspíces y las lectoras de los arcanos del Tarot con nuevos bríos. La vieja doctrina mágica postulaba su famosa ley homeopática: "Lo semejante produce lo semejante". Una constelación cuyas estrellas perfilen vagamente la imagen de una balanza condicionará para siempre la vida de un niño cuyo nacimiento coincida con la fusión del sol en el orto y aquella configuración de luminarias celestes. Esta idea fijada en las mentes de caldeos y egipcios gesta el nacimiento de la magia mántica. De ahora en adelante, el mago que se adentre en el complejo universo de los símbolos, interpretándolos según esotéricos códigos, será capaz de taladrar el denso muro que nos separa del futuro.
Regresan Nostradamus, Ulrico de Maguncia, san Malaquías..., atormentándonos con la idea de una catástrofe milenarista coincidiendo con cualquier aleatoria alineación planetaria, y las páginas de publicidad de los grandes diarios se nublan con un denso revoloteo en negritas tipográficas de citas; para la consulta de cartomantes y tarifas en torno a la elaboración de una carta natal.
La palabra de la ciencia
La creencia en la magia es una respuesta de nuestra sociedad neurotizada por la angustia, ante la presión de unas circunstancias político-económicas agresivas que se agudizar día a día. Pero la constatación de un fenómeno sociológico no despeja todas las incógnitas. ¿Cuál es la respuesta de las ciencias positivas ante las pretensiones de racionalidad que invocan hoy los mánticos?
La astrofísica se considera hoy totalmente desvinculada de un arte esotérico -la astrología- de quien reconoce, por supuesto, germinaron sus fundamentos antes de la revolución heliocéntrica de Copérnico (1543).
¿Pueden planetas como Júpiter o Neptuno ejercer alguna influencia sobre nuestra estructura anatomo-fisiológica? No es posible negar dogmáticamente que en el futuro puedan descubrirse nuevos campos fisicos aparte de los ya conocidos por la ciencia astral (gravitatorio, elecromagnético, interacciones débiles y fuertes, gluónico), pero hay una cosa cierta. Todos los planetas del Sol alineados perfectamente no van a ejercer sobre la corteza terrestre mayor influencia que la que ustedes puedan librar con la masa de un automóvil.
El gran error de los astrólogos estribó, a nuestro juicio, en fijar como jalón de la interacción cósmico-corporal el momento de nuestro nacimiento en vez del instante de fusión de los dos gametos sexuales. Si existe algo claro en biología, es que la conducta del ser vivo está fuertemente condicionada por la estructura de su red neuronal, y, ésta ordena para siempre su urdimbre a partir de la secuencia de polinucleótidos en su carga cromosómica. De haber existido algún factor distorsionador, éste debiera producirse en el momento en que el espermatozoo vierte su carga de ADN en el núcleo del óvulo.
Pero si se aduce que las influencias cósmicas pueden interactuar en cualquier momento posterior -de hecho las radiaciones ionizantes galácticas pueden provocar mutaciones genéticas en cualquier estadio de nuestra vida-, volveremos a plantear el mismo interrogante: ¿y por qué precisamente en el alumbramiento.
La razón de los caldeos
Gauquelin está tratando de incorporar con todo rigor los métodos de análisis estadístico que resultan imprescindibles para brindar significatividad y, por tanto, credibilidad a los fenómenos presentados por cualquier disciplina que desee alcanzar el rango de científica. Alentemos sus esfuerzos. Hasta ahora parece haber demostrado cierto nivel de correlación entre grupos profesionales segmentados que engloban profesiones tales como médicos, científicos, deportistas... y la ubicación zodiacal de ciertos planetas. Sus análisis están en la actualidad siendo cuestionados en base al descubrimiento de algunos factores sesgados. Hemos de esperar aún más tiempo para ver en qué para la polémica.
Pero quedan muchos elementos dudosos en el sugestivo y viejo arte del trazado de horóscopos. ¿Cómo resolver el problema de las casas para los nacidos en latitudes cercanas al Artico y al Antártico?
Si los modernos astrólogos fisicistas tienden a considerar obsoletas las viejas leyes analógicas, buscando desconocidos flujos de energía cósmica, ¿por qué conceden más importancia a los "aspectos" (distancias angulares planetarias) que a sus genuinas distancias lineales a nuestra Tierra?
Tal vez los caldeos llevaran razón. Las verdaderas relaciones serán de orden analógico, y el símbolo se convertirá de nuevo en algo más que una metáfora, una imagen saturada de belleza para alcanzar todo su potente nivel práxico sobre los seres y las cosas del mundo físico. Aquí la ciencia ya no podrá opinar. No son parametrizables las presuntas leyes miméticas. ¿Cómo medir la influencia que ejerce el rojo y belicoso planeta Marte sobre la mujer que luce entre sus dedos un rubí engarzado en su anillo? Pero entonces pediremos a los astrólogos que al menos se muestran coherentes y que tengan en cuenta los billones de constelaciones y planetas con tinte rojizo que pueden aislarse en el universo. Ya que desprecian las distancias, que no se muestren arbitarios en sus selecciones.
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