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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre el asunto López Quintás

Fernando Savater

Los hechos de que discutimos no ocurrieron "supuestamente" hace unos trece años, sino solamente diez: es psicoanalíticamente revelador el deseo de echar tiempo encima a sucesos desagradables, pero la historia nunca se arrastra con la velocidad que le desearíamos. En aquellos días, los profesores no numerarios tratábamos de conseguir las mínimas garantías laborales que se nos negaban; en apoyo de estas reivindicaciones se llevó a cabo en la Universidad Autónoma de Madrid una huelga de exámenes que concluyó con la expulsión de sus puestos de trabajo de una serie de profesores por el entonces rector y luego ministro de Educación, el poeta Julio Rodríguez. Ciertas personas decidieron que tal situación represiva era una buena ocasión para diezmar el departamento de Filosofía de dicha universidad, cuyo talante crítico e inconformista le había convertido en la bête noire de los tradicionales mandarines del trapicheo escolástico que pasaba por filosofía en las cátedras españolas. Sobre la identidad de tales personas quizá pudiera informar el profesor Millán Puelles, en cuyos labios la palabra "tergiversación" tiene el mismo chirriante sonido que "aborto" en los de López Quintás. Los profesores expulsados -"noPasa a la página 12

Viene de la página 11

renovación de contrato" era el eufemismo que encubría tal medida represiva- seguimos asistiendo a nuestros despachos por consejo de nuestros abogados, hasta que la Brigada Social nos llamó a sus dependencias y Saturnino Yagüe nos disuadió amablemente de ello. Pues bien, cierto día, al llegar a nuestra facultad y a nuestro despacho, nos encontramos dentro con el dialógico López Quintás y dos o tres acólitos, alguno de ellos conocido miembro del Opus Dei. Nos sentimos, en efecto, "bastante irritados" por tal intrusión, y los alumnos no se mostraron mucho más complacidos, e hicimos patente nuestro descontento de modo tan inequívoco que los invasores optaron por la retirada. Este primer asalto se frustró, pero el departamento permaneció desmantelado, sus profesores desperdigados y uno de los intentos de dar otro rostro a la filosofía española se truncó así.

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No me hago demasiadas ilusiones sobre la perspicacia de López Quintás, pero me niego a creer que desconocía todas las circunstancias antedichas y que ignoraba que él y su equipo iban a un departamento con tres profesores expulsados y otros cuatro apartados de la docencia (fueron expulsados al expirar su contrato de dos años). Lo decisivo en este asunto no es firmar o no firmar contrato, sino la operación que se montó y a la que se prestó López Quintás. Que luego no se decidiera a seguir adelante ante la actitud de profesores y alumnos y la firme oposición del director del departamento, Carlos Paris, es algo de lo que tampoco sabemos lo que significaba en aquellos días y en aquella universidad (de unos y otra quedan todavía demasiado visibles cicatrices) colaborar en el aplastamiento de lno todos se atreviesen a llevar tal colaboración hasta sus últimas consecuencias./ .

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