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El pintor manchego José Ortega presenta su cuadro sobre el 23-F

Se ven una serie de rostros picassianos, gente que se descuelga tras los bancos del hemiciclo y, de pie, dos figuras rígidas cuyas caras suenan conocidas: Adolfo Suárez y el teniente general Gutiérrez Mellado. Atrás, otra figura más con una mano señalando al espectador: Santiago Carrillo. Y a un costado, otras figuras borrosas, esta vez armadas. Es la parte central del cuadro sobre el intento de golpe de Estado del 23 de febrero del año pasado, que esta noche, a partir de las ocho, presenta el pintor José Ortega en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Se trata de un tríptico resuelto a la manera de los frescos románicos medievales, que mide ocho metros de largo por dos de alto.

"Dada la importancia que tuvo el golpe del 23 de febrero", dice José Ortega, "y sus repercusiones en todo el mundo, se me ocurrió hacer un trabajo que recogiera en esencia los elementos más reales de este hecho, ara transformarlos artísticamente". "El cuadro", sigue José Ortega, "es un tríptico cuyas partes podrían titularse Terroristas, Hemiciclo y, Espantapájaros. Es un cuadro figurativo, pero, por ejemplo, no aparecen ni bigotes ni tricornios, y es que yo creo que la anécdota no siempre es la expresión más fiel o más importante de la realidad. Lo que me ha interesado plasmar es la esencia del golpe, y no los elementos que lo ejecutaron en las Cortes"."En cambio, sí aparecen claramente tres personajes, los tres hombres que se quedaron de pie, Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo. "No hay", dice, "culto a la personalidad de nadie. Es un hecho, y yo creo que un hecho significativo en aquel momento. Tampoco creo que sea un problema de valor: es un tema de conciencia. Yo creo que eran los tres hombres más conscientes de la importancia del momento y de la importancia de su gesto".

Algo en las figuras de los diputados suena al Guernica. "No creo que tenga nada que ver formalmente con el Guernica", dice José Ortega. "Este trabajo mío está fundamentado sobre el realismo español, y en ese sentido todos los grandes maestros, y entre ellos Picasso, estarán presentes de alguna manera. Yo creo que entronco más con las soluciones de los frescos románicos. Pero con el Guernica en concreto, puede enlazar, seguramente, en la tragedia de fondo. No hay, sin embargo, nada que ver ni en el estilo ni en la forma ni en el color. El color es la base de los distintos personajes de mi cuadro, es el color el que hace vivir la escena. Sí, se parece más a los frescos románicos".

José Ortega es una de las figuras más representativas del movimiento que vio su apogeo en la España de los años cincuenta, y que tanto en pintura como en literatura se llamó Realismo Social. Una corriente que aparecía conectada con el realismo socialista y que entró en crisis casi inmediatamente. "El realismo socialista", dice José Ortega, "es un término tan usado que no se sabe bien qué significa. Yo he luchado seriamente contra el academicismo realsocialista, y creo que es historia".

"El fallo fundamental del realsocialismo fue el voluntarismo del pintor. Es absurdo pretender que un obrero de un alto horno lo pasa estupendamente traba ando cuando el alto horno pertenece a un país socialista. Los cuarenta o cincuenta grados de temperatura siguen siendo cuarenta o cincuenta grados... Otro elemento falso es que pretende hacer un arte para que lo entienda todo el mundo, e impone fórmulas académicas, aparentemente sencillísimas, facilitas. Desprecia al pueblo, no tiene en cuenta que la sensibilidad popular está al margen de las academias... Yo creo que para transmitir la angustia de, por ejemplo, un grupo de destajo, hay que conocerles y verles, y hay que investigar formalmente. El academicismo es una forma de desprecio".

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