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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ruptura de la tregua

LA ESPECTACULAR liberación del doctor Iglesias, gracias a la acción combinada del Cuerpo General de Policía, los GEO de la Policia Nacional y la Guardia Civil, jalona un positivo cambio de rumbo en la lucha antiterrorista. Por vez primera un rehén en poder de los etarras ha sido rescatado, sano y salvo, mientras sus raptores eran detenidos. Habría que remontarse a la liberación de Oriol y Villaescusa para encontrar un precedente, al margen especulaciones o extrañezas en torno a los aspectos rocambolescos de aquel incidente. Que la brillante operación se haya desarrollado sin derramar una gota de sangre es una razón más para felicitar a las fuerzas de seguridad por el planteamiento y ejecución del asalto. La coordinación de los distintos servicios y cuerpos, condición indispensable para que la estrategia antiterrorista pueda alcanzar el éxito, ha permitido que los GEO demostraran su capacidad para realizar con pleno acierto estas acciones-relámpago por sorpresa.El desenlace de la operación, además de cumplir su objetivo de liberar al doctor Iglesias, socava el mito de que resulta imposible localizar y rescatar a las víctimas de un secuestro perpetrado por cualquiera de las dos ramas de ETA. La imaginería del bandido necesita, para producir temor o suscitar admiraciones, la leyenda de su invulnerabilidad.

Ahora bien, la significación política más importante del secuestro del doctor Iglesias ha sido la revelación de que la tregua unilateralmente establecida por ETA Político-militar en febrero de 1981 ha sido rota por la organización terrorista o por una parte de ella, diga lo que diga el comunicado hecho público ayer por los terroristas. Ese abandono de las armas tuvo en su día consecuencias positivas para la vida pública en el País Vasco y en el resto de España. Aunque el regreso al monte de ETApm -que tanto recuerda formalmente, pese a la transformación de los contenidos ideológicos, a las carlistadas frustradas del siglo XIX- no puede anular algunos de esos constructivos efectos, el eventual cese de la tregua abre inquietantes perspectivas de agravamiento respecto a la situación inmediatamente anterior. Es cierto que la rotunda condena de ETA Político-militar por Euskadiko Ezkerra despeja cualquier duda sobre la voluntad democrática y pacífica de este sector de la izquierda abertzale. Sin embargo, no se puede descartar la posibilidad de que algunas fracciones minoritarias de Euskadiko Ezkerra contrarresten el proceso de unificación del nacionalismo vasco de izquierda emprendido por Mario Onaindía y Roberto Lertxundi en el marco del Estatuto de Autonomía y con pleno respeto a los cauces democráticos.

La ruptura de la tregua obligará a los cuerpos de seguridad a abrir un nuevo frente y a multiplicar sus trabajos de vigilancia de los sospechosos y persecución de los terroristas y sus encubridores. Igualmente preocupante resulta que esa vuelta a la violencia ponga fin al aislamiento de ETA Militar, acosada durante los últimos meses por un eficaz trabajo policial, por las campañas ideológicas y políticas del Gobierno de Vitoria y de las fuerzas democráticas vascas y por la nueva actitud de las autoridades francesas. La competencia entre las dos ramas de ETA, que rivalizan en sus tristes hazañas criminales y que pujan en la siniestra subasta de la espectacularidad y crueldad de sus asesinatos, atentados, robos y secuestros, tiene como única alternativa la perspectiva, todavía más peligrosa, de la coordinación, alianza o unficación de ambos grupos. Resulta urgente y necesario que el Gobierno y el Parlamento vascos, el nacionalismo moderado del PNV y el nacionalismo de izquierda de Euskadiko Ezkerra, la jerarquía eclesiástica y los simples sacerdotes, el conjunto de los partidos políticos, centrales sindicales, organizaciones empresariales, instituciones, corporaciones y grupos comprometidos con la paz y con la democracia movilicen todos sus, recursos y energías para la tarea de rearmar moralmente a la ciudadanía vasca contra las extorsiones, los chantajes y las amenazas de los terroristas. El desmantelamiento de las infraestructuras de apoyo e información de ETA y la detención de sus activistas es tarea que sólo podrán llevar a cabo los cuerpos de seguridad con la colaboración de los servicios franceses -por debajo todavía de lo que cabe exigirles en nombre de la defensa de la democracia en España- y con el respaldo de las instituciones de autogobierno, de las fuerzas democráticas y de la sociedad vascas.

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