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El silencio domina las largas horas de espera de Julio Iglesias en su residencia de Indian Creek

Las notas de una canción repetidas por enésima vez en el piano se interrumpen cuando suena el riiing del teléfono. Una voz pregunta: "¿Quién es? ¿Algo nuevo?", y, tras la negativa, el silencio vuelve a invadir la casa, hasta que de nuevo se escuchan las mismas notas del piano, repetidas incansablemente. Este es el único sonido que se oye en un lujoso chalé de la isla Indian Creek, en Miami Beach (Florida), donde un hombre famoso, rico, mimado por el público, está pasando uno de los momentos más amargos de su vida.

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El cantante Julio Iglesias, junto a su madre, Rosario de la Cueva, y un grupo de amigos y colaboradores, viven desde hace diecisiete días pendientes del teléfono, única vía que les permite tener alguna noticia sobre el doctor Julio Iglesias Puga, padre del intérprete español, secuestrado el pasado 29 de diciembre en su consulta madrileña por unos desconocidos. Desde entonces, la vida se ha paralizado en esta casa, donde todo estaba preparado para pasar unas tranquilas fiestas de año nuevo y Reyes, con un yate recién comprado, Chabely, que esperaba anclado en el embarcadero la llegada de los tres hijos de Julio, Chabely, Julio y Enrique, y un coche eléctrico para que los críos pasearan por el jardín.Hoy, el yate y el coche son testigos inmóviles de una casa en silencio, cuyos moradores apenas intercambian palabras y se mueven casi de puntillas por las enmoquetadas salas. En el jardín, la piscina permanece vacía, sin que nadie la use, pese al calor y el buen tiempo del invierno de Florida.

Cuando se cumplen diecisiete días de secuestro, la impotencia y la monotonía de la espera presiden las veinticuatro horas de la vida en la residencia de Julio Iglesias, donde toda actividad se ha interrumpido, salvo las horas de la comida y la cena, único momento en que todos los que están siguiendo junto al cantante y su madre estas horas de tensión se unen y comentan las novedades del caso, especulan sobre los motivos del secuestro y de la posible liberación y se evoca la personalidad del doctor.

Julio Iglesias ha perdido su sonrisa habitual

Julio Iglesias, que ha perdido la sonrisa tan admirada por sus fans, presenta un aspecto abatido, grandes ojeras, los ojos rojos por falta de sueño y un continuo gesto de preocupación en su rostro. Vestido con un chándal pasea por la casa sin rumbo fijo, atento tan sólo al riiing del teléfono. Su madre permanece la mayor parte del tiempo en su habitación y, de vez en cuando, sale al salón, cruza unas palabras con su hijo y se sienta en una esquina, intentando distraer su angustia con una labor de punto. Tan sólo levanta la vista, con ojos de interrogación, cuando suena el teléfono y es respondido por alguno de los amigos y colaboradores del cantante.Alfredo Fraile, apoderado y amigo de Julio desde los comienzos de su carrera artística, permanece al lado del teléfono y es el encargado de contestar las llamadas. En esta labor ha tenido que ser sustituido en los últimos días por Tonxo Navas, Ramón Arcusa o Fernán Martínez, debido a que ha sufrido dos cólices nefríticos consecutivos que le han hecho guardar cama.

Estos cuatro hombres no se han separado del cantante y de su madre desde la tarde del 29 de diciembre, en que recibieron la noticia del secuestro. Tonxo Navas, exjugador de baloncesto y amigo de la infancia de Julio, es hoy su secretario particular. Ramón Arcusa, componente del antiguo Dúo Dinámico, es su productor musical, arreglista y compositor, y Fernán Martínez, un periodista colombiano, le lleva los asuntos relacionados con los medios de información. Los cuatro se turnan en contestar las llamadas, que son incesantes. Algunos días se han llegado a contabilizar más de trescientas, procedentes de todo el mundo, de periodistas, amigos, personas interesadas, que quieren seguir el desarrollo de los acontecimientos y que ofrecen al cantante sus muestras de afecto.

Mientras tanto, la vida de Julio Iglesias transcurre entre la impotencia de la espera y la preocupación creciente sobre la suerte de la vida de su padre. Esta enviada especial ha compartido minuto a minuto los densos momentos de estos tres últimos días con la familia Iglesias en su residencia de Indian Creek. Julio duerme a intervalos, con una media de no más de cuatro horas diarias. La mayor parte del tiempo la pasa en su habitación o en el gran salón, donde da largos paseos de un lado a otro, se detiene inmóvil, perdiendo su vista en la bahía, o charla un poco con su madre o con Ramón, Tonxo o Fernán, siempre con el mismo tema de conversación: novedades, noticias de su hermano Carlos, que sigue desde Madrid el caso como portavoz de la familia, o especulaciones sobre la tardanza de los secuestradores en dar pruebas acerca de la existencia de su padre.

De vez en cuando, Julio sale al jardín -una extensión de 5.000 metros cuadrados con un cuidado césped, rodeado de palmeras y con vistas al mar- y da varias carreras o hace diversos ejercicios físicos para relajar la tensión. A media tarde, Ramón Arcusa, junto a uno de los músicos, del cantante, se sienta en torno al piano y ensayan algunas de las canciones del próximo disco, en un intento de romper la tensión por las largas horas de espera.

Los primeros días, Julio no permitía que sonara ningún tipo de música; ahora, a veces, se acerca él mismo al piano y repite mecánicamente algunas notas, que interrumpe súbitamente cuando el riiing-riiing vuelve a sonar. Otras veces se acerca a la televisión con pantalla gigante, que preside una de las salas, y la enciende, carnbiando de canal sin prestar atención a las imágenes que se suceden y sin que nadie de los presentes se fije en ellas, a no ser en los noticiarios de los canales latinos, que ofrecen diariamente en todas sus ediciones las últimas noticias sobre el desarrollo del secuestro.

Las noticias que le llegan a la familia desde Madrid no ofrecen grandes novedades. Las cosas siguen igual, y se está a la expectativa de los acontecimientos o de los datos que va suministrando la policía española.

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