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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El cierre de la inmigración

AL MARGEN de otras explicaciones más profundas, este país parece "condenado" a vivir sociológicamente los duros reveses de llegar tarde a la modernidad. Cuando apenas empezaban las parejas españolas a arrimarse desenfadadamente en los bailes, llegó la moda foránea del rock o el twist, que obligaba a poner medio metro por medio, Se extendía la proclama del pedestrismo y la bicicleta en el mundo industrializado cuando aquí se celebraba la incorporación a los automóviles, y se ha vuelto a la moda del bañador tipo faja integral cuando estaba cundiendo entre familias de orden el solazamientío sin trabas con el bikini. Los mimetismos con excesivos retrasos tíenen estos costes decepcionantes. Una prueba más es lo que,en estas fechas de fiestas navideñas ha sucedido con los horarios del comercio.En España se han hecho efectivas las reivindicaciones sindicales sobre jornada laboral con un sentido estricto del tiempo de trabajo. Es decir, más en coherencia con una época socieconómicas superada hace diez años en buen número de países occidentales. Considerado antes Madrid como uno de los centros más tolerantes en su horario comercial, ha venido a convertirse ahora en uno de los más fastidiosamente rígidos. Ni Nueva York, ni Londres, ni incluso París exhiben en unos días como los de las celebraciones pasadas tanta severidad a lahora de echar el cierre. Los horarios laborales flexibles, que afectan a más de veinte millones de trabajadores en el Mercado Común y a otros tantos en Estados Unidos, son la significativa representación do una nueva manera de concebir la productividad y adaptarla tanto a las necesidades del trabajador, de un lado, como del cliente, de otro.

Pero España vuelve a llegar retardada y se desacompasa así de lo que unas veces resulta sociológicamente deseable y otras económicamente necesario. En este caso, incluso socialmente convenienta. De no haber obrado con tal disciplina colegial, rayana en lo grotesco, muchos comercios habrían podido aumentar su volumen de ventas y habrían ofrecido, en horas adicionales, un trabajo extra a una buena porción de población desempleada. Pero la flexibilidad, la ductilidad es siempre compatible con los respetos ordenancistas, sean cualesquiera las organizaciones que los suscriban. En grandes ciuda des extranjeras, no por ello asociables a la anarquía, tienen para días excepcionales el recurso de los contratos temporales y específicos, bajan el precio de sus produc tos a partir de determinadas horas y juegan en una competencia múltiple con un surtido de facilidades para ga narse el favor de la clientela.

El comercio tradicional español que contaba con "parroquianos" -que no clientes- conocía instintivamente estos modos de atención. Los tiempos, desde luego, son otros y la nostálgica invocación del pasado sería no sólo un expediente tosco, sino a la vez injusto y regresivo. Sin embargo, vale este recuerdo a la antigua diligencia del tendero para oponerla, tras la experiencia de estas fechas, el absurdo toque de queda, cerrando cancelas ante la festiva demanda delpúblico, y simultáneamente para entender que una sociedad moderna no se hace sin imaginación. Esa imaginación que sabe percibir la realidad, la cotidiana y la excepcional, y procura, en consecuencia, acomodarse a ella. Y no al revés.

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