Llaman de madrugada
Cualquier noche, en cualquier esquina de tu hoy bendito sueño, llaman a la puerta. Es una flotilla amiga a la deriva en busca de puerto. Pero por un momento se ha agitado en tu interior el polvo posado del recuerdo de aquel tiempo en que dormías con un ojo abierto y el oído tenso, acechando la llegada de los nocturnos mensajeros del miedo.De*matinata han trucat. "¡Policía, abran!". Son al replá de l'escala. Llevan la chapa en la cara. No traen mandamiento judicial, pero quieren pasar y pasan. Te ordenan que te vistas, pues tienen que llevarte a la Brigada para hacerte unas preguntas rutinarias. Mientras tu hijo llora y tu mujer les dice que tú no has hecho nada, te sacan en la madrugada.
Es la primera vez, pero la esperabas. Han detenido esa misma noche a un compañero y has limpiado la bañera después de hacer en ella una pira panfletaria. Deberías estar tranquilo, pues eres un profesional conocido y, como tal, te repites, de no torturable casta. A lo sumo, te espera alguna que otra bofetada. Sin embargo, se te ha hecho un nudo en la garganta mientras te conducen por lóbregos pasillos de la DGS hasta las dependencias de la Brigada Social, punto negro junto al kilómetro cero de la negra España.
Estás sentado en una silla en medio de una de las salas de interrogatorios que dan al largo pasillo, densamente transitado por policías y detenidos, pues parece que es noche de redada. Van entrando a verte (los conoces de verlos dirigir a los grises en las manifestaciones subversivas no autorizadas) Yagüe, Delso, Gelabert, Conesa, Billy el Niño y todos los demás que están de guardia bajo los luceros del alba. Unos te insultan y otros se limitan a mirarte fijamente, como para grabarse bien tu cara.
-¡Cuánto bueno por aquí! -exclama Yagüe-. Te teníamos echado el ojo y esta vez no te nos escapas. Tu colega nos ha dicho que tú le diste las octavillas convocando al Primero de Mayo que encontramos en su casa. Así que más te vale hablar. Te ahorrarás molestias (los otros ríen el retintín) y nos podremos ir todos a la cama.
Tú estás preparado a la manera sartriana (los muertos sin sepultura derrotan a sus verdugos si no hablan) y lo vas a negar todo hasta la náusea. El tiempo pasa. El feo, el malo, el bueno, se relevan. El uno atraviesa la mirada, el otro se remanga, el tercero te ofrece un cigarrillo y te dice en un aparte, en confianza, que se lo cuentes todo a él, pues esos son unos bestias pardas.
Han llegado entre tanto dos que se quedaron registrando tu casa. Echan sobre la mesa tu agenda, que creías limpia de polvo y paja, y te señalan nombres sospechosos de escritores y políticos de filiación moderada, compañeros de viaje les llaman. También muestran unos poemas tuyos que hablan de huelgas en las minas, de que ya se oye el repicar de las campanas...
-Y en el salón tiene el Guernica, un grabado de Genovés y un cuadro de Equipo Crónica, no faltaba más, con aviones americanos bombardeando el Vietnam (tú te atreves a decir, humildemente, que todavía no has visto aviones vietnamitas bombardear Nueva York, y te ganas la primera bofetada).
Para más pruebas del delito se han traído algunos de tus libros del Ruedo Ibérico y de editoriales latinoamericanas. Los sopesan, cada cual elige uno y, a la rueda rueda, como gastándote una broma algo pesada, juegan un rato a que te tragues por el cráneo aquellas mentiras escritas por los eternos ene migos de España.
Cambia el tercio. Siguen las puyas a las varas. Ahora te muestran una foto en la que estáis tu mujer y tú con flores en la mano, como en un huerto de lápidas. El poeta del grupo hace una gracia:
Mírale: de maricón, con un putón y en el entierro de un cabrón.
Y te brota el recuerdo en el recuerdo.
(Son rosas rojas para ti, Justo. Justo López de la Fuente, muerto en la cárcel, va a ser enterrado en el cementerio civil madrileño. Y habéis ido a despedirle, subiendo de las catacumbas a las tumbas, varios cientos de los entonces inasequibles al desaliento. Os rodean los tres cuerpos, a pie, a caballo, en Land Rover, en círculos concéntricos. A Justo le tienen en un pabellón enrejado, al fondo del recinto, preso hasta después de muerto. Cuatro grises, con su oficial al frente, sacan el féretro y se dirigen hacia la fosa de espera, en medio del sepulcral silencio. De repente, Amandino Rodríguez Armada, el abogado de Justo, sale al paso del fúnebre cortejo y alega con voz de trueno:
-¡A este muerto lo enterramos nosotros porque es nuestro!
Pasa un ángel exterminador por el cementerio. Los buitres de las pistolas revolotean inquietos. Pero el oficial ordena calma. Y deja que los vivos, cambiándolo de hombros, entierren a su muerto.)
La voz de Yagüe te devuelve al presente, aunque la procesión del pasado siga por dentro.
-¿Así que se ha quedado mudo el señorito? Pues que se ponga ahí de pie hasta que hable por los codos, y si se cae, le hacéis saber lo que es bueno.
Has aguantado a pie firme un tiempo que se te hace eterno, rodeado de preguntas y de porras, refugiado en el exilio anterior de tus recuerdos. Vuelve Yagüe y manda que te bajen, que tiene otros peces más gordos que tú de que ocuparse, que ya les has hecho perder bastante tiempo y que no vayas a ir luego con el cuento de que allí torturan a la gente, que Grimáu se tiró por la ventana, que él es simplemente un técnico que lo mismo sirve hoy que servirá mañana.
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Te bajan, ya de noche, a los calabozos, donde te quitan los cordones de los zapatos y la corbata, para que no te ahorques, según la agorera prescripción reglamentaria. Después sabrás que has tenido la suerte, en su desgracia, de coincidir con una caída de dirigentes obreros, cuyos lamentos ahogados llegan hasta tu celda cuando vuelven del averno en su constante sube y baja.
El resto del tiempo lo pasas a solas con el miedo, creyendo que las botas que resuenan vienen a por ti, para empezar de nuevo. Pero al fin una mañana, después de fotografiarte de frente y de perfil con barba de tres días (debes parecer un sicario de la Mafia), te trasladan al TOP, donde el juez te deja libre porque no has reconocido nada y porque, en el careo, el que te denunció bajo presión ahora se retracta. O porque se le acumulan las causas.
Has salido bien librado.Sólo has perdido tu puesto de trabajo por ausencia injustificada y ganado tu primera ficha empresarial y policiaca, amén de un par de chichones indelebles en el alma. A partir deese momento vivirás en libertad vigilada y menudearán las visitas de la Brigada del alba, pues todavía no te han podido quitar el dolorido sentir ante las cosas que pasan.
Hoy todo aquello acabó, todo quedó en un mal sueño que, como escarcha del ayer en la mañana, aún te hiela el corazón antes de fundirse bajo las cálidas sábanas. Y, arrebujado de nuevo entre las cuatro esquinitas de tu cama que los mismos angelitos no caídos te la guardan, duermes a dos ojos el sueño de los justos, sólo turbado por una llamada trasnochada o por la mala conciencia de que ya ni eres rebelde ni con causa.
Pero una pesadilla te asalta. La televisión transmite un parte que anuncia que por fin han florecido los almendros en España y que la patria está salvada. Inter armas silent leges, reza una inscripción ciceroniana grabada a sangre y fuego en el frontón del Parlamento; otra junto al kilómetro cero, en la antesala del infierno, advierte: "Dejad toda esperanza". Y allá dentro, donde habita el olvido colectivo, los nocturnos mensajeros del miedo, que saben que vivir es ver volver los viejos tiempos, y estaban en sus puestos para verlo (menos Yagüe, que está en los cielos), se aprestan a venir a por ti una madrugada, de la cual ya tienes el pálido recuerdo..
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