La adhesión a la OTAN supone compromisos políticos que van mas allá de las obligaciones defensivas
«Hay a veces la tendencia a subestimar el alcance del compromiso político que contraen los países miembros de la OTAN». La cita es de tres expertos, tres sabios en el argot internacional, que a petición del propio Consejo Atlántico, órgano supremo de la OTAN, elaboraron en 1956 un informe sobre la cooperación no militar en el seno de la Alianza. Convertirse en miembro de la OTAN exige claramente algo más que la pura y simple firma de un tratado defensivo multinacional, rubricado por doce países el 4 de abril de 1949, por Grecia y por Turquía en 1951 y por la República Federal de Alemania en 1954.Gaetano Martino, Halvard Lange y Lestey Poyn, los tres sabios, dieron, tal vez, la mejor definición que existe sobre la naturaleza de esta coalición sin precedentes en la historia: «El fundamento de la Alianza reside en el compromiso político que han adoptado sus miembros para su defensa colectiva de considerar un ataque contra uno de ellos como un ataque contra todos, al que todos responden de una forma colectiva... hace falta, y ésta es una condición capital, que cada uno conserve la voluntad y los medios de respetar su compromiso político, es decir, de participar plenamente en una acción colectiva contra una agresión; además, es igual de importante,que no se adopte, sin discusión colectiva previa, ninguna modificación en la política o en la estrategia de un país que pueda afectar la naturaleza de la coalición». La cita es un poco larga, pero muy explicativa.
Dado que los países miembros de la Alianza son soberanos, es decir, que conservan formalmente el derecho a decidir lo que se hace en su casa, la OTAN se ha tenido que dotar de una compleja estructura civil y militar que asegure sus objetivos una cooperación militar tal que en caso de agresión permita que las fuerzas armadas de catorce países distintos funcionen «como un solo hombre» y una cooperación política que evite «modificaciones de políticas o estrategias que afecten la naturaleza de la Alianza». Algo bastante más complicado, como es fácil deducir, que la simple promesa de defenderse mutuamente.
Para lograr todo ello, la OTAN cuenta, como queda dicho, con dos estructuras (civil, con unos 1.800 empleados, y militar, con 4.000 funcionarios civiles, además de los militares), que dependen, como en toda buena democracia, del Consejo de Ministros: el Consejo Atlántico, integrado por los titulares de Asuntos Exteriores, y el Comité de Planes de Defensa, integrado por los titulares de Defensa.
Los aliados, bien en los quince comités especiales que dependen de la estructura civil (asuntos políticos y económicos, infraestructura, directores de armamento, presupuesto, planes civiles de urgencia, etcétera), bien el Comité Militar, integrado por los jefes de estado mayor de cada país miembro, intentan ponerse permanentemente de acuerdo, y por consenso, sobre los puntos esenciales de su política de defensa, entendiendo este concepto de un modo amplio. Cada país deberá después buscar los medios para respetar en su propia casa el compromiso contraído con los aliados.
Desde el punto de vista militar, la zona territorial comprendida en el Tratado de Washington se divede en tres mandos encargados de coordinar la defensa de tres sectores distintos. El Sacpur está encargado de la defensa de todo el territorio europeo, incluida Turquía y su sector asiático, y con la excepción de Francia (que abandonó la estructura militar integrada poco después de la independencia de Argelia), el Reino Unido, Islandia y Portugal, tiene su cuartel general en Mons (Bélgica) y a su frente se encuentra siempre un general norteamericano. Es el puesto que ocupó en su día, por ejemplo, el actual secretario de Estado de Estados Unidos, general Alexander Haig. El Saclant comprende desde el Polo Norte hasta el Trópico de Cáncer, incluidas las aguas costeras portuguesas. El mando está en Norfolk (Virginia, Estados Unidos), con otro alto militar norteamericano a su frente. Por último, el Cinecham tiene encomendada la defensa del canal de la Mancha (Reino Unido), y de la parte meridional del mar del Norte. A su mando está un almirante británico y la sede se encuentra en Northwood, Cornualles.
Cada mando está dividido en mandos subordinados, con distintas sedes. Alguno de los submandos de los mandos subordinados del Saceur podría radicarse en España.
En el caso de que España ingresara en la OTAN, todo su territorio quedaría comprendido en la planificación del Saceur, salvo, tal vez, el archipiélago canario, que podría incluir en el Saclant, al igual que se encuentran las islas Azores, y la costa cantábrica, que podría depender del Ciriccham. Se trata, sin embargo, de especulaciones, ya que el Gobierno de Madrid afirma que no ha discutido aún con la Alianza las modalidades de adhesión de nuestro país. Parece ya claro, pese a todo, que la OTAN no consideraría como territorio español comprendido en la zona descrita por el Tratado de Washington las plazas de Ceuta y Melilla.
Según el texto del tratado, «se considera ataque armado contra una o varias de las partes un ataque armado contra: a) el territorio decualquiera de las partes en Europa o en América del Norte, contra el territorio de Turquía o contra las islas bájo jurisdicción de cualquiera de las partes en la región del Atlántico Norte, al norte del trópico de Cáncer. b) Contra las fuerzas, buques o aeronaves de cualquiera de las partes que están en dicho territorio o en la región del Atlántico Norte, al norte del trópico de Cáncer».
Inhibición ante un ataque a Ceuta y Melilla
Existe la posibilidad teórica de modificar el texto del tratado, como se hizo cuando ingresó Turquía, a fin de proteger todo su territorio, incluido el asiático. Sin embargo, puede darse por seguro que los aliados no tienen la menor intención de proceder del mismo modo con Ceuta y Melilla. Marruecos es un excelente amigo de Estados Unidos y, probablemente, en caso de agresión a las dos ciudades españolas, no merecería ni tan siquiera acciones de represalia financiera o política por parte de los miembros de la OTAN, por aquello de coordinar estrategias y políticas. Llevando la situación al absurdo, una lectura estricta del tratado implicaría que un ataque marroquí contra Ceuta y Melilla no obtendría ningún tipo de respuesta por parte de la OTAN, pero sí uno contra las islas Chafarinas o contra un buque español atracado en las mismas plazas del norte de Marruecos. No parece arriesgado suponer que un eventual conflicto hispano-marroquí quedaría fuera del ámbito de sus intereses de la Alianza y que no provocaría ninguna reacción por parte de nuestros hipotéticos aliados.
La pertenencia de España a la OTAN no supondría que soldados españoles fueran destinados fuera de nuestras fronteras ni que las Fuerzas Armadas españolas dependieran, en tiempo de paz, de mandos internacionales o supramandos nacionales. La OTAN -el Saceur, el Saclant o el Cinecham- no dispone de tropas permanentes a su mando, cuando no existe una situación de conflicto armado. Lo que sucede es que determinadas unidades militares quedarían adscritas a la Alianza. Quiere decirse que tendrían asignadas tareas en paso de guerra fuera de las fronteras españolas. Para que el procedimiento se entienda mejor, valga un ejemplo: una brigada portuguesa está encargada de participar en la defensa del norte de Italia. El Gobierno portugués se preocupa de que la brigada. esté equipada con los medios necesarios para ello y de que la preparación de estas tropas se adecue a su objetivo. La brigada realiza maniobras periódicas en los Alpes para mejorar su nivel de operatividad, pero siempre bajo mando portugués. En caso de conflicto armado, el Shape, comando integrado que corresponde al Saceur, procedería a la coordinación de esta brigada con otras fuerzas no portuguesas y la integración de sus mandos con otros multinacionales.
Cada año, el comité militar aliado establece sus necesidades en tropas y unidades militares y cada país aporta lo necesario para cubrir estos esquemas sobre el papel. Lo mismo sucedería en el caso español. Rumores que circulan por la OTAN señalan que la Alianza estaría interesada en la Infantería de Marina y ciertas unidades navales, a las que serían asignadas misiones fuera de las aguas jurisdiccionales españolas en caso de conflicto. Si se declara una guerra, los países aliados pueden abdicar de su mando en un comando integrado. El único ejemplo práctico de una situación semejante lo proporciona hoy día la llamada fuerza naval del Atlántico Norte, unidad auténticamente OTAN, en el sentido de que, incluso en tiempo de paz, tiene un mando multinacional.
Confusión sobre las bases
Queda claro, pues, que en tiempo de paz lo que se denomina confusamente Unidades OTAN son unidades de una nación determinada, con mandos de la misma nacionalidad, que están radicadas en su país y que tienen una misión asignada dentro de los planes elaborados por el comando integrado para caso de conflicto. Pero en una guerra el esquema se trastoca y funcionan mandos multinacionales, con distintos niveles de integración.
Existe una confusión- parecida en lo que se llama Bases OTAN. No existe una sola base que dependa directamente de la: Alianza. Las bases militares caen, lógicamente, bajo la soberanía de un país aliado concreto y no de varios de ellos, a menos que exista un acuerdo bilateral que establezca lo contrario. Tanto en el caso de Portugal como de Italia o de Grecia, por ejemplo, existen bases de utilización conjunta con Estados Unidos, pero son consecuencia de tratados o acuerdos bilaterales que no tienen nada que ver formalmente con la Alianza.
Quiere decirse que el ingreso de España en la OTAN no implica, en absoluto, la desaparición de las llamadas bases hispanoamericanas y que sería prácticamente imposible convertir Gibraltar en una base sin soberanía de nadie. O es británica o es española, pero no puede ser aliada. Sí puede haber oficiales españoles destinados en Gibraltar, pero al igual que hay militares norteamericanos en Northwood, por ejemplo, sin que ello quiera decir que Estados Unidos comparte la soberanía con el Reino Unido. Una vez más la confusión se ha creado porque determinadas instalaciones militares de cada uno de los países miembros entran a formar parte de los esquemas de defensa de la OTAN para caso de conflicto.
La Alianza Atlántica tampoco sufraga la modernización de las fuerzas armadas de uno de los países miembros. Los ministros de Defensa o de Asuntos Exteriores aprueban esporádicamente en sus reuniones recomendaciones en el sentido de que conviene ayudar financieram ente al ejército de tal o cual país porque tiene asignadas misiones a las que no puede hacer frente con sus propios medicos.
La Alianza pone el despacho para las negociaciones, pero no da un duro para estos menesteres. Como siempre, son Estados Unidos y la República Federal de Alemania los dos países que terminan por conceder los créditos necesarios, en las condiciones mejores posibles.
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