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Los economistas dudan de la entrada de la economía norteamericana en una recesión real

Oficialmente, la economía norteamericana ha entrado en una recesión, pero los expertos no se ponen de acuerdo en si la desaceleración de la actividad económica experimentada en los últimos meses es lo suficientemente profunda o va a ser lo bastante larga como para que pase a la historia como tal. El Departamento de Comercio norteamericano confirmó ayer, en parte, la declaración oficial del presidente Reagan de que Estados Unidos ha entrado en una "ligera recesión", al anunciar que el producto nacional bruto (PNB) experimentó una caída del 0,6% en el tercer trimestre de 1981.

Pero aunque esta es la segunda caída consecutiva del PNB estadounidense en el año -en el segundo trimestre, el crecimiento fue negativo en un 1,6%-, el hecho de que el primer trimestre registrara un alza récord del 8,6%, hace pensar a muchos economistas que en las palabras de Reagan hay más política que realidad.Esto es, al menos, lo que piensa Evan Economtrics, una organización especializada en prospectiva económica con base en Washington. Según Michel Evans, su jefe de economistas, el presidente Reagan se ha adelantado a los acontecimientos al proclamar la recesión, ya que "dos bajas sucesivas trimestrales en el PNB son insuficientes para sacar conclusiones definitiva".

Desde un punto de vista estricto, sin embargo, una recesión existe cuando desciende la actividad económica. Pero el problema está en saber, según el Centro Nacional de Investigación Económica, una organización radicada en Cambridge (Massachusetts), si el descenso de la actividad económica registrada en dos trimestres se debe más a razones intrínsecas de la economía americana o a la actual política monetaria del equipo Reagan, que está estrangulando el normal funcionamiento de la misma.

Aunque esta discusión puede parecer académica, algunos expertos estiman que no lo es tanto, ya que el reconocimiento público y oficial de la existencia de una recesión puede estar vinculada y, hasta cierto punto, determinar el futuro de la política económica del heterodoxo equipo de asesores de Reagan.

Así piensa Murray L. Weidenbaum, presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca. En unas declaraciones el martes en Washington, Wiedenbaum opinó que la confirmación de la entrada en una recesión puede ser decisiva a la hora de provocar una caída en los tipos de interés, que, tras casi un año a niveles récords cercanos al 21%, han comenzado un suave declive a medida que se multiplican los indicios del descenso en la actividad industrial.

El principal impacto de la entrada en una recesión puede notarse, según algunos expertos, en el mismo programa de reactivación económica de Reagan, que, pensado en otra situación, corre el riesgo de ser insuficiente para hacer frente al problema.

En este sentido, un reciente comentario del Wall Street Journal apuntaba que la recesión, de agrandarse, puede tragarse el efecto positivo de los recortes impositivos obtenidos por Reagan en el Congreso y, como con secuencia, relanzar el déficit presupuestario para 1982 muy por encima de los 43.000 millones de dólares.

Es curioso, en este sentido, que los responsables fiscales norteamericanos se hayan apresurado a anticipár que Reagan no tendrá más remedio que incrementar la presión fiscal el proximo ano si realmente quiere equilibrar la economía norteamericana y cumplir sus objetivos de un presupuesto sin déficit para 1984.

Esta declaración, por boca de Lawrence Kudlow, director adjunto de la Oficina de Presupuesto, parece revelar que el equipo de economistas heteredoxos que asesora a Reagan no las tiene todas consigo sobre los futuros resultados de su programa económico. A esta duda se une el hecho de las revisiones que el programa Reagan ha experimentado en su trámite legislativo, y que lo ha hecho, al menos en sus aspectos fiscales, bastante diferente del original.

Otras interpretaciones, sin embargo, apuntan hacía el convencimiento oficial de que la recesión proclamada por Reagan habrá desaparecido a principios de 1982, sobre todo por el impacto que sobre ella puede tener un prevista baja en los tipos de interés así como el efecto beneficioso de los recortes fiscales y del nuevo programa de gastos militares.

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