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El partido socialista, ante el 29º Congreso

El PSOE se abstendrá de presentar un "Gobierno en la sombra" y confirmará el liderazgo de Felipe González

El 29º Congreso del PSOE se abstendrá de realizar operaciones parecidas a las de montar un Gobierno en la sombra, y en su lugar elegirá una comisión ejecutiva basada en criterios de eficacia y funcionalidad. Así lo han manifestado a EL PAIS fuentes socialistas de la máxima solvencia, las cuales esperan que se mantenga el núcleo de la ejecutiva anterior, con Felipe González y Alfonso Guerra al frente del partido. El 29º Congreso supondrá, además, el cierre de las polémicas ideológicas que sacudieron a la organización en 1979.

A seis días de la inauguración del congreso, los observadores políticos consideran que esta vez no habrá tensiones importantes y que se impondrá la continuidad. No obstante, las consultas con fuentes de distintos niveles del partido muestran que habrá problemas en el reparto de poder entre los colaboradores de Felipe González, y debates parciales en el terreno programático. Y amén de presentarse a la sociedad como alternativa de Gobierno, el objetivo de la dirección sería que la organización venciera definitivamente las resistencias internas hacia tal posibilidad.Veinticinco meses después de que el congreso extraordinario de 1979 sancionara el debate entre radicales y moderados, con una resolución política de síntesis y una ejecutiva claramente vinculada a Felipe González, las perspectivas han cambiado sustancialmente. No, existen desacuerdos básicos entre los sectores que acudirán al congreso, y la creación de una cierta mística en la propaganda congresual -que alude a la necesidad de consolidar las raíces de la democracia- contribuye a la autoafirmación del partido en esa dirección. Por otra parte, una larga experiencia de problemas ha enseñado a sus líderes a ser prudentes en estas vísperas de congreso. Algunos datos internos les invitan a ello: la lucha por el poder en la Federación Socialista Madrileña ha llevado a uno de sus ex dirigentes, Alonso Puerta, a plantear un conflicto que ha alcanzado insólitas proporciones, y que reaparecerá en el 29º Congreso si se confirma la presentación de recurso contra su expulsión. A su vez, sectores minoritarios que no respaldan a la dirección saliente se abstendrán de acudir al congreso, con lo cual casi todos los delegados serán de la línea oficial, con los matices que puedan existir en ésta.

Y si los datos interiores de la organización invitan a no lanzar las campanas al vuelo de una forma excesiva, los exteriores al partido prácticamente les fuerzan a evitar triunfalismos anticipados. En pocas semanas se ha pasado de la colaboración socialista con el Ejecutivo a la apertura de frentes políticos muy importantes. La posición del PSOE respecto al ingreso de España en la OTAN se traduce en un cierto equilibrio inestable; existen síntomas de cambios en la actitud del empresariado, e incluso de que este último pase a desempeñar un papel mucho más activo en la política; las consecuencias del 23-F pesan como una losa sobre la alternativa socialista. Todo ello preocupa a los estrategas del PSOE, obligados a mantener la expectación respecto a un eventual triunfo de su partido en las próximas elecciones.

Cómoda mayoría

A lo largo de los dos años transcurridos desde el congreso extraordinario, la situación interna del PSOE ha evolucionado hacia la estabilización del equipo de Felipe González, asentado en una cómoda mayoría en todas las federaciones. Los derrotados de aquel congreso (críticos o marxistas) se han visto desmontados también de los aparatos de poder provinciales o regionales, y su única resistencia ha sido la constitución de la corriente izquierda socialista, de existencia un tanto difuminada hasta el período precongresual, debido al estrecho marco existente para su desarrollo (están permitidas las corrientes de opinión y prohibidas expresamente las tendencias organizadas).

Algunos de los grandes protagonistas de aquellos debates ocupan hoy cargos públicos y prácticamente no desempeñan papel alguno en el partido, como Francisco Bustelo, ardiente defensor de la firmeza marxista en el 28º Congreso y hoy discretamente situado en el rectorado de la Universidad Complutense. Otras, figuras importantes de la corriente de izquierda, como Pablo Castellano o Luis Gómez Llorente, han rechazado la oportunidad de asistir como delegados al congreso, alegando la imposibilidad de desarrollar un juego político normal en el partido.

Pero al margen de estas cuestiones, el funcionamiento práctico del PSOE se ha visto siempre asegurado por un grupo parlamentario bastante cohesionado en torno a! su presidente, Alfonso Guerra. Paralelamente, los equipos de técnicos y asesores han trabajado, con mejor o peor fortuna, por la consolidación de la estrategia moderada que impulsa el núcleo de dirección del partido. En el capítulo de datos negativos, que probablemente varias federaciones van a criticar en el debate sobre la gestión de la ejecutiva, figura el crecimiento cero de la afiliación en este período, e incluso su ligera disminución, aunque existe la posibilidad de que una regularización de cuotas de militantes permita presentar un balance final sin pérdidas de afiliados en cifras absolutas.

La dirección aborda el 29º Congreso, pues, con una imagen de alternativa mucho más consolidada que hace dos años y con una batalla ideológica prácticamente apagada. Por otra parte, se encuentra pendiente de la evolución política de tres países, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, en el claro entendimiento de lo que ocurra en ellos tendrá repercusiones en las próximas elecciones españolas.

Si en Francia se dispara la inflación o fracasa por otros motivos la experiencia Mitterrand, el PSOE está seguro de que la derecha jugará con ese dato en contra suya; a su vez, seguirá muy de cerca los experimentos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, ejemplos de regímenes duros en Occidente.

El informe de gestión del secretario general

Desde el punto de vista de su política hacia la sociedad y hacia otros partidos, es muy probable que el congreso no entre en un análisis pormenorizado de la actividad desarrollada por el PSOE en estos dos años. Felipe González piensa decir a los delegados que estima «claramente positiva la actuación del partido en su conjunto ante la coyuntura histórica que nos ha tocado vivir en los últimos años», y numerosas delegaciones acudirán al congreso con el mandato de votar a favor de la gestión del secretario general, por lo que está claro el consenso inicial en torno a su gestión.

En la exposición de lo realizado desde el congreso anterior, Felipe González ha preparado un texto que explica su análisis de los principales acontecimientos políticos del período y el porqué de las decisiones que se tomaron en cada momento. Así se observa en el tiempo que en mayo de 1980 la ejecutiva había obtenido lecciones pesimistas de las confrontaciones del referéndum andaluz y de las elecciones autonómicas de Cataluña y Euskadi. Felipe González presenta

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la moción de censura contra Suárez como un intento de recuperar imagen ante la opinión pública y acercar ésta a los temas políticos.

«Probablemente», dice el secretario general, «en la moción de censura se inician dos procesos paralelos: uno, de descomposición de la fórmula gubernamental ucedista; otro, de recuperación progresiva de la imagen del partido socialista como expectativa de salida de la crisis». Y respecto a la cuestión de confianza presentada en septiembre de ese mismo año por Suárez, para Felipe González no hay, duda de sus efectos: «Viéndolo con perspectiva podríamos concluir que la línea de separación señalada antes -pérdida de confianza en la fórmula UCD- y recuperación de la credibilidad en el partido socialista- se fue haciendo más pronunciada».

Pendientes del golpe

Felipe González reconoce claramente que se vio sorprendido por la dimisión de Suárez. Hace después diversas consideraciones sobre Calvo Sotelo, al que presenta como prisionero de las circunstancias e incapaz de dar respuesta alguna al acontecimiento «traumático y dramático» del asalto al Congreso de los Diputados.

El informe de gestión de Felipe González dedica una gran parte a la política de concertación. «Cada vez que nos sentamos a hablar de los problemas del país», dice el secretario general, describiendo sus conversaciones con Calvo Sotelo, «se lleva al orden del día un punto constante: la desactivación del golpe y los problemas de política interior. A partir de este punto se discute todo lo demás, pero esto es lo primero que se plantea por nuestra parte. ( ... ) Porque no se puede mantener en el país una negociación seria pendiente de la noticia que paralizará toda la actividad o desviará la atención. El fenómeno más grave de la acción terrorista o involucionista es la parálisis psicológica para afrontar la solución del resto de los problemas -económicos, de paro, autonómicos y políticos- que produce a los responsables políticos».

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