Juanito: "Me duelen las criticas, pero más me dolería el silencio"
Con el Mundial a nueve meses vista, Juanito ha perdido el puesto en la selección, después de treinta partidos en ella. Hasta ahora sólo las lesiones le habían dejado fuera de las convocatorias internacionales. Es toda una preocupación para él: «Sé que estoy jugando mal, pero no tanto como se dice. Me gustaría que me tratarais, público y Prensa, como a un jugador más. Y que el público me conociera mejor». Juanito, en una encrucijada difícil en su carrera, se muestra sereno y se siente fuerte para reaccionar. «Me duelen las críticas, pero más me dolería el silencio».
«Yo arrastro el peso de la imagen que se tiene de mí. Leo toda la Prensa, escucho todo, porque me gusta saber qué es lo que se dice de mí, y veo que muchas cosas son injustas. Y aunque trato de quitarme de encima las obsesiones que eso me crea, algo me queda, aunque sea en el subconsciente, y pienso que puede influir en mi juego. Porque otra explicación no tiene. Yo lo intento todo».El entrenador y los compañeros afirman que Juanito trabaja en los entrenamientos como el que más: «Mire, tengo problema de pubis, y para no pasar por el quirófano voy a entrenarme una hora antes, para hacer unos ejercicios de abdominales e ir corrigiendo el problema. Trabajo mucho y me siento físicamente bien. Pero luego llego al campo y no me salen las cosas, al menos no me salen tan bien como debieran. Y no es, como se dice, que me influyan los problemas personales. Los problemas míos, son sólo míos, y no quiero hablar más de ellos, pero sí puedo decir que tengo la conciencia tranquila y duermo bien todas las noches. No, lo que quizá me influya son todas esas polémicas que se crean en torno a mí».
Punta o medio punta
Por ejemplo, la de su posición en el equipo: «Muchos piden que juegue pegado a la banda, esperando a que me llegue un balón cada diez minutos, para que invente una jugada genial y le ponga un centro en la cabeza a Santillana. Pero cuando estás ahí, recibes el balón y una patada antes de que hayas podido pensar qué hacer con él. Y si salvas esa patada y te vas para la línea de fondo, te encuentras con que el líbero ya se había colocado ahí, a la salida del regate. Y si tiras hacia el centro en lugar de hacia el fondo, te dan la bronca. Es muy difícil jugar así ahora. Además, yo necesito más actividad, más presencia en el juego. Creo que puedo rendir más en la media punta, buscando la ocasión para entrar o colocando pases al hueco. De todas formas siempre hago lo que me pide el entrenador. En casa me dice que esté arriba, y procuro estar arriba, aunque a veces por ganas de entrar en juego bajo a buscar balones. Y fuera me dice: «Muévete por donde quieras y sé Juanito», y eso es lo que procuro hacer. El míster y yo hablamos mucho, y todo lo que recibo de él son palabras de ánimo. Si alguien se merece que yo esté bien, es él».Habla continuamente con sus compañeros: «Sí, yo no dejo nada en el aire. Cuando algo no sale lo comento con los compañeros, les digo que me den el pase con otro efecto, que se coloquen de tal manera, que cómo quieren que haga las cosas, que se fijen en el momento en que me despego de mi marcador para pasarme. Le aseguro que no sé qué hacer para que me salgan las cosas otra vez como antes».
«Soy un dechado de imperfecciones»
Sí admite, sin embargo, que se ha complicado mucho la vida él mismo: «Yo empecé de juvenil en el Atlético e iba muy bien. Después de una lesión me cedieron al Burgos, y en mi primera temporada jugué muy mal y me echaron dos veces por insultar al árbitro, y entonces el Atlético pensó que ya no podía esperar nada de mí y me dio la baja. Reaccioné por eso. Sentí una motivación distinta, nueva, y me convertí otra vez en un buen jugador y llegué al Madrid. Pero aquí me he complicado otra vez la vida, y he seguido durante tres años teniendo problemas con los árbitros. Uno de ellos me costó la sanción en la Copa de Europa. Yo sé que soy un dechado de imperfecciones. Mil veces me hacía el propósito de cambiar, me ponía de acuerdo conmigo mismo en que eso no podía ser, pero después me traicionaba, o me traicionaban los nervios, y volvía a hacerlo. Pero ahora eso ya no ocurre, y la gente no se da cuenta. El año pasado sólo me ensenaron cuatro tarjetas en todo el campeonato de Liga. Jugué todos los partidos menos uno. Y ya no se me ve en follones».Sin embargo, no abjura de otras cosas que también han contribuido a crear esa imagen especial que le acompaña: «Yo, cuando se me acerca un periodista, digo lo que pienso. Lo mismo digo que nos dopaban en el Burgos que digo que no felicito a la Real porque ellos no nos felicitaron a nosotros, y lo digo porque es verdad y lo siento así. Y eso no quita para que más tarde, cuando hemos ido allí, me hayan puesto con los compañeros formando pasillo para aplaudirles cuando saltaron al campo, y en esos momentos sentía de corazón que merecían un aplauso».
Ya salió de la Real: «Con Arconada he tenido problemas. El ha dicho que perdona, pero no olvida, y si dice eso nuestras relaciones no pueden ser excelentes, pero sí podemos ser compañeros de equipo. Y aunque no seamos muy amigos nunca me he recatado en decir que es un monstruo del fútbol. Pero no sé qué pasa que no nos podemos llevar todo lo bien que quisiéramos. El una vez, en el Bernabéu, insultó a mi madre, y eso en boca de un vasco, que son mucho más serios que nosotros, los del sur, que muchas veces decimos las cosas sin reparar en su significado, es importante. Pero esto, como otras cosas, lo complica demasiado en la Prensa. En la gira se escribió que Zamora y yo no nos entendemos ni dentro ni fuera del campo, y cualquiera que recuerde el partido de Wembley, que fue el mejor que ha hecho la selección en mucho tiempo, recordará también que nos entendimos de maravilla. Yo puedo no entenderme con Zamora en un par de partidos, pero eso me puede pasar igual con Vicente del Bosque, que es compañero y amigo. En algunos partidos las cosas no salen, y eso es todo».
Le preocupa la opinión que de él tiene el público: «Sé que es por culpa de mis errores, pero es injusto lo que piensa la gente de mí. Sé que muchos piensan que soy un chulo, un camorra y un zafio, y la gente que me conoce se sorprende. El otro día hablé una hora seguida con el director de Don Balón, Juan José González, y al final me dijo que estaba sorprendido por mi forma de ser. Me creía un antipático y un bestia. Afortunadamente, también tengo amigos, buenos amigos, no personas que me adulen, sino que me digan la verdad, lo que ven y eso me ayuda. Pero quisiera que la gente me conociera mejor y que no la tomaran conmigo de buenas a primeras. Mire: en el Bernabéu, en cuanto van veinte minutos y no hemos metido un gol, ya me pitan cada vez que cojo el balón».
Sin embargo, asegura que aún disfruta su profesión: « Sí, y mucho. Antes de cada partido tengo una gran ilusión por jugarlo, y cada vez que me veo con el balón en los pies me entusiasmo y quiero hacer jugada, aunque haya estropeado las tres anteriores. Quizá eso sea un defecto, las ganas de hacer cosas, el perfeccionismo, el no esconderme. Me duelen los pitos, pero quizá sea mucho peor el silencio. El día que, tras mis fallos, el público se quede callado, quizá me hunda definitivamente».
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