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Miles de cordobeses en el entierro de las víctimas

La ciudad de Córdoba despidió ayer, en un emocionante y masivo funeral, a las víctimas del accidente escolar ocurrido el domingo por la tarde cuando un autobús se despeñó por un precipio, muriendo cuatro niños y un educador del colegio de los trinitarios.Más de 15.000 personas asistieron al funeral y misa corpore in sepulto, oficiada ayer tarde en la catedral por el obispo de la diócesis, Infantes Florido, y en la que ocuparon lugares destacados en el presbiterio el presidente del Senado, Cecilio Valverde; el director general de EGB, en representación del ministro de Educación; el director general de Transportes de la Junta de Andalucía, y diversas, autoridades civiles y militares.

A los funerales y posterior entierro de las víctimas en el cementerio de San Rafael acudieron millares de niños de los colegios cordobeses, que habían declarado medio día de luto para asistir al homenaje póstumo a sus compañeros muertos en el accidente.

Entrada de los féretros

El momento de la entrada de los féretros por la Puerta del Perdón y el patio de los Naranjos fue impresionante. El ataúd que contenía los restos del religioso trinitario Jesús María Carvante lo llevaban a hombros sus compañeros de orden, y detrás marchaban los féretros de los niños Rafaela Ordóñez, Inmaculada Lara, Rocío Martín y Francisco Gallardo.Mientras, en la ciudad sanitaria Reina Sofía se vivían emocionantes historias humanas del trágico momento d el accidente, como la del niño de once años Luis Alonso, que fue el primero que salió del autobús volcado y subió a gatas a la carretera para advertir del siniestro a los automovilistas. Luis está en la tercera planta del hospital, mientras su hermana Rosario, herida en el mismo accidente, se recupera en la sexta planta.

Más dramática resultaba la historia de la familia Lara García, uno de cuyos hijos, Inmaculada, de ocho años, murió en el accidente, mientras su hermano Manuel Jesús permanece en estado crítico en la unidad de cuidados intensivos. Los padres, fundidos en un abrazo interminable, no sabían si seguir el féretro de su hija o permanecer angustiados en la residencia sanitaria Reina Sofía, a la espera de noticias del niño, en coma neurológica.

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