Un '"western sucio" para la noche del sábado
Dispara, Billy, dispara es lo que se ha dado en llamar un western sucio: los héroes no son asépticos y ejemplares, los personajes secundarios no sirven ya sólo como contrapunto al protagonista, sino que ofrecen por sí mismos una visión general de la película y de la sociedad en que ésta se enclava. El pesimismo, la sordidez y la negrura son las principales características de estas -pocas- películas del Oeste, que al unos jóvenes realizadores propusieron en los años setenta. Se trataba, ante todo, de desmitificar el género en lo que tenía de lección subliminal para los espectadores contemporáneos. En lugar de publicidad camuflada, el westerN sucio trataba de reflejar más seriamente la auténtica historia.En el caso de Dispara, Billy, dispara, que se emite esta noche a las 22.15 horas, por la Primera Cadena, es nada menos que la legendaria vida de Billy el Niño la que se ofrece: el famoso bandido está contemplado aquí en su dimensión personal, familiar y social, sin adscribirse la crónica en las fórmulas ortodoxas del cine norteamericano de los años treinta y cuarenta. Naturalmente, la película no obtuvo el éxito de público que pudiese haber estimulado a su director, Stan Draooti, a continuar en la misma línea. No es el único caso de director interesante que no se encuentra apoyado por la Industria: si se contabilizaran los casos de autores que han fracasado en sus primeras experiencias y han conseguido más tarde éxitos masivos de público sin cambiar sustancialmente su poética, nos encontraríamos casi con la historia completa del cine. Son más, sin embargo, los que sufren el examen primero con un rigor excesivo.
Como contrapunto, mañana, domingo, a las 22.20 horas, por la Segunda Cadena, veremos la obra de un director respetado por productores y críticos, Jean Delannoy, prototipo del cine de qualité, que asombrara a los franceses en los años cuarenta. La película de mañana, La amante italiana, es de factura más reciente, 1965, época en la que Delannoy había perdido ya su viejo esplendor, entre otras cosas porque jóvenes iracundos arremetieron contra él poco antes; François Truffaut, en este sentido, fue el más encarnizado enemigo de Delannoy. La mediocridad de La amante italiana viene apoyada, además, por sus intérpretes: Gina Lollobrígida y Louis Jourdan en los papeles principales. Nunca, que se sepa, demostraron que detrás de sus rostros se escondía un mínimo de talento.
Como principio de la semana, a las cuatro de esta tarde, por la Primera Cadena, se ofrecerá una película inglesa de 1954, dirigida por el impersonal Ken Hughes: El pequeño mono rojo, que pasó justamente inadvertida y en el momento de su estreno comercial en España. Situada en la línea divisoria de las dos zonas de Berlín, la acción se adscribe al cine de aventuras, utilizando cuantos trucos puede y cuantas situaciones el género ha conocido hasta entonces. Emulando las normativas americanas, El pequeño mono rojo finge ser una película estadounidense más (la interpretación de Richard Conte así parece señalarlo), pero se limita a lograr resultados solo parecidos a los de cualquier mediana película de la serie B.
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