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El presidente italiano, Sandro Pertini, pasea por la montaña

Juan Arias

Sandro Pertini, el anciano y amado presidente de la República italiana, está pasando sus vacaciones de verano, como todos los años, en Val Gardena, uno de los rincones más bellos de los Dolomitas. La montaña es su pasión. Es la sierra la que ha curtido su salud de hierro, no quebrantada por las fatigas, el hambre y el dolor de los tiempos de la resistencia, en lucha contra el fascismo, que lo tuvo encarcelado.En Val Gardena se aloja en un cuartel de carabinieri, que le acogen como a un abuelo. A pesar de las inevitables medidas de seguridad oficiales, que ama muy poco, Pertini dedica todos los días horas enteras a pasear por sus bosques. Sale con su cuentapasos en el bolsillo para estar seguro de que, por lo menos, cada día pasea sus diez kilómetros.

Este año lo está haciendo incluso bajo la lluvia, que no le amedrenta. Se planta su impermeable con capucha y, bastón en mano, se pone en marcha.

A la hora de comer invita de cuando en cuando a algún viejo amigo periodista, sobre todo mujeres, y con ellos habla sin pelos en la lengua. Y de cuando en cuando arma la marimorena. Este año está repitiendo de nuevo que un día "todos sabremos quién mueve el terrorismo internacional", que los italianos no se merecen tantos gobernantes ineptos, que está cansado de asistir a los funerales de las víctimas de la violencia y que Italia, a pesar de tanto escándalo, es un país con Infinitos recursos humanos y morales.

Los italianos de todas las tendencias aman a este anciano socialista, que les da seguridad a pesar de sus años. Y dicen que la lástima es que no lo hayan hecho presidente hace veinte años. A Pertini se le podría definir como el famoso escritor Silone se definía a sí mismo: "Un socialista sin partido y un cristiano sin iglesia", porque en realidad Pertini fue siempre un rebelde en su partido y hoy es un laico cuya única pasión es el hombre, y que llora sin pudor cuando le disparan al Papa. Del Rey de España, hacia quien siente una enorme simpatía, dice siempre: "Ese gran chaval ha salvado la democracia en España".

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