El día en que Lech Walesa saltó la valla del astillero Lenin
El 14 de agosto de 1980 se inició en el astillero Lenin, en la ciudad de Gdansk (antigua Danzig), junto al mar Báltico, la huelga que puso en marcha la crisis por la que atraviesa hoy Polonia. En su despacho de Gdansk, en la sede de la comisión nacional de Solidaridad, Lech Walesa no quiere mirar atrás y recordar, cómo fue aquel día. "Ahora no tengo tiempo para eso" fue la respuesta al enviado especial de EL PAIS de un hombre agobiado y desbordado por los problemas que tiene hoy día planteado el país y su organización.
En otros días de más calma Walesa explicó que el 14 de agosto "salté por encima de la valla". Una periodista que siguió toda la huelga en los astilleros Lenin llegó a comparar el salto de la valla de Lech Walesa con el viaje de Lenin en un vagón precintado, o cuando Mao cruzó a nado el río.Walesa piensa que todo fue muy fácil aquel día. "Sólo hacía falta avisarnos, porque, en principio, estábamos preparados. Estaba claro que queríamos ayudar al astillero y a la gente que trabajaba allí cuando todo se puso en marcha. Un par de amigos intentaron meterme dentro de contrabando, pero me vigilaban continuamente. Cuando no quedó otra posibilidad, sencillamente salté por encima de la valla". Una de las figuras de la huelga del Báltico fue una conductora de grúa de 52 años, Anna Walentinowicz. Su despido fue la chispa que puso en marcha la huelga. La exigencia de la readmisión de Anna Walentinowicz fue el factor que sirvió de catalizador de todas las energías y los descontentos acumulados durante muchos años entre los obreros del astillero Lenin.
Anna Walentinowicz recuerda que aquel día fue al médico. por la mañana, cuando alguien le dijo que había huelga. "Yo miré a las grúas que estaban detrás del muro, y estaban de verdad paradas; entonces no me fui a casa, sino al piso de unos amigos, que está en la misma calle. Poco antes del mediodía llegó una vecina y me dijo: «El director del astillero ha mandado un coche para buscarte». Yo respondí que no estaba dispuesta a salir, que fuesen ante la puerta del astillero y entonces subiría al auto. Llegó el coche y subí, y fuimos hasta el astillero. Unos minutos después del mediodía llegué allí".
A la puerta del astillero había unas mujeres con flores, y Anna se sorprendió, porque "aquellas flores eran para mí. Una de las dos mujeres dijo que tenía que subirme a un camión, y entonces vi a una gigantesca muchedumbre, algo parecido a la visita del Papa. Allí al lado había una pancarta que decía: «Exigimos que la Walentinowicz sea readmitida». Yo me esforcé por no llorar, y dije: «Os doy las gracias». Después bajé del camión y entramos en una sala de reuniones para discutir. El resto ya lo conocen y no tiene sentido hablar de ello.
La chispa del astillero Lenin
La chispa del astillero Lenin prende pronto en otras fábricas. En una empresa eléctrica de 2.000 obreros, que está al lado del astillero, trabajaba Bogdan Lis, uno de los hombres que llevó el peso de la huelga y las negociaciones, hoy miembro de la comisión nacionál de Solidaridad. Bogdan Lis recuerda "que el 14 de agosto en mi empresa, cuando empezó la huelga del astillero dejamos de trabajar unos pocos, entre ellos Andrzej Gwiazda y yo, que decidimos reunirnos por la tarde en un piso partíclular donde preparamos la lista de exigencias de la huelga".En aquella reunión se preparó el esquema organizativo, se decidió gran parte de la táctico que después seguiría el comité interempresarial. Bogdan Lis dice que "ya entonces se sabía que esta huelga no acabaría con la satisfacción de unas simples demandas parciales. Por eso preparamos una lista con exigencias internas de la empresa y otras generales". En la fábrica Elmor, donde trabajaba Bogdan Lis, "decidimos exigir a la dirección que asegurase el suministro de comida en el bar. Queríamos exigir más de lo que pedía el astíllero".
Hubo un momento en,que la huelga casi concluyó, el sábado 16 de agosto, cuando la dirección del astillero decidió acceder a todas las demandas. Se puede decir que el comité interempresarial surgió en Elmor porque nos dimos cuenta de, que aquel 16 de agosto la cosa se iba acabar. Entonces cogimos el coche del director y fuimos a varias fábricas de la zona para recoger gente y formar el comité interempresarial. Al principio éramos treinta, pero al final ya había varios centenares de empresas, fábricas y oficinas representadas en el comité interempresarial".
El movimiento huelguístico no se para en Gdansk, y pronto salta a otras ciudades de la costa. En el astillero Comuna de París, de Gdynia, trabajaba el ingeniero Andrezj Kozicki, casado y con seis hijos, que nunca se había interesado por la política y sólo se había preocupado de la lucha cotidiana por alimentar a su numerosa familia.
El día 15 de agosto, cuando Kozicki llegó al trabajo, ya se había corrido la noticia de la huelga del astillero Lenin, en Gdansk. "Yo trabajo en el séptimo piso y nos asomamos al balcón, porque sa bíamos que algo iba a ocurrir en nuestro astillero. Así había ocurrido en 1970: en Gdansk empezaron también un día antes que noso tros. Unos minutos antes de las ocho de la mañana se empezó a juntar una muchedumbre de obreros en la calle principal, ante la en trada. Yo pensé inmediatamente que en esta ocasión podía darse una división entre los obreros y los trabajadores intelectuales. Yo soy ingeniero y pensé que esta vez te mamos que estar todos juntos, y por eso bajé a reunirme con los obreros".
Entre los técnicos reinaron momentos de inseguridad, y algunos dijeron a Kozicki: "Estás loco, esto puede acabar mal". Péro él creía que no podía producirse una situación como en 1970, cuando los obreros quedaron separados del resto de la sociedad y encima les llamaron delincuentes y cosas parecidas. La huelga la dirigía ya Andrzej Kolodziej, y otros obreros decidieron ayudarle. Yo me junté a ellos, y como en mis tiempos de estudiante me había dedicado a sacar un periódico que salía sin censura, me ofrecí para trabajar en la imprenta, que ya la teníamos aquella misma tarde".
El punto crítico de la huelga fue probablemente el sábado 16 de agosto, cuando estuvo a punto de concluir. Ese día circuló en Gdynia la noticia de que la huelga de Gdarisk había concluido. Kozicki explica que estaban preparados para afrontar las noticias falsas y la desinformación, pero "los teléfonos estaban bloqueados y no teníamos contacto con el astillero de Gdansk. Un colega se fue a Gdarisk y luego nos contó todo, cómo se había formado el comité interempresarial". En Gdynia, Kozicki consiguió convencer a muchos colegas del departamento de proyectos para que trabajasen en la imprenta. El domingo 17 de agosto hubo elecciones en el astillero Comuna de París, se eligieron treinta representantes para el comité de huelga y luego cuatro delegados para el comité interempresarial, que estaba reunido en el astillero Lenin, de Gdansk.
El ingeniero Kozicki fue uno de los cuatro elegidos, y pasó todo el resto de la huelga, hasta el 31 de agosto, en Gdansk. Kozicki recuerda que "estuve doce días sin aparecer por casa y no tuve ningún contacto con mi mujer y mis hijos, porque vivo a diez kilómetros de la ciudad y no tenemos teléfono. Después de doce días de huelga pude salir un día, a la una de la madrugada, y estar unas horas con mi familia; pero a las cinco de la madrugada ya estaba de vuelta en el astillero Lenin: me sentía obligado a estar allí todo el tiempo. Fue algo psicológico, pero tenía el presentimiento, quizá tonto, de que si salía del astillero podía pasar algo malo. Era algo subconsciente".
El lunes 18 de agosto, Lech Walesa se dirigía a la muchedumbre en la puerta del astillero; era algo ritual, que se repetía todos los días durante la huelga. En su tono cortante, con un idioma elemental y primario que todos entienden, Walesa marcó el camino a seguir, el que ha llevado al movimiento sindical independiente polaco a conseguir triunfos insospechados en un país del llamado socialismo real. Aquel día, Walesa dijo que "sólo podéis prestar una ayuda: resistir. Resistir todavía unas horas. Hay todavía algo más: no podemos permitir que nos dividan. Tenemos que seguir unidos. Todavía no ha llegado la hora de hacernos reproches mutuos y de poner malas caras.
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