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La reina Fabiola

de Bélgica paseaba por las calles de Motril, donde pasa sus vacaciones, cuando, inesperadamente, se agarró a su falda un niño pequeño, deficiente mental, que se había soltado de la mano de su madre.El niño se obstinó tanto, que la soberana se brindó a acompañarle hasta su casa para que dejara de llorar, y así se lo comunicó a su madre, que no reconoció a Fabiola.

Los guardaespaldas de la re¡na ayudaron a la madre del pequeño a transportar las bolsas de la compra hasta el portal de su casa, donde el niño tampoco quería subir si no le acompañaba la señora para él desconocida. Tanto lloró el niño, que Fabiola de Bélgica se ofreció a subir al piso y quedarse un rato hasta que el pequeño se calmara.

Una vez en la casa, la reina dijo a la madre del pequeno que ella atiende un centro de subnormales y que había acompañado al niño con muchísimo gusto. Tras agradecerle su gesto, la madre preguntó a Fabiola dónde vivía, y ésta le respondió que en Bélgica.

" ¿Está usted casada?", inquirió la madre."Sí",contestó Fabiola; "con el rey Balduino".

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