_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las cinco economías

EN EL primer trimestre de 1981, el volumen de la producción de bienes y servicios en EE UU ha crecido al ritmo anual de casi un 9%, superando así los pronósticos más optimistas. Los altísimos tipos de interés de la primavera están teniendo más éxito a la hora de contener la inflación que de frenar la actividad. Las expectativas continúan al alza y él conocido índice de la Bolsa neoyorquina, el Dow Jones, superaba la cota del 1.000% para los valores industriales desde el viernes 12 de junio.En los últimos tres años, la economía americana ha venido confundiendo a los economistas al reaccionar con una fuerza cuyo origen escapaba a las predicciones y a los diagnósticos de los expertos. La revista Business Week ha elaborado una explicación sobre las causas de que la economía norteamericana se negara a entrar en recesión, a pesar de los sedantes administrados, y haya creado, entre 1973 y 1980, unos trece millones de nuevos puestos de trabajo, frente a 11,5 millones en los siete años precedentes, es decir, durante el período de máximo desarrollo económico. El menor crecimiento del producto y el aumento del empleo se han traducido en una menor productividad por persona empleada, compensada por una caída en los salarios reales de los trabajadores. Aunque este menor coste del trabajo en una época de encarecimiento del capital es una parte de la explicación del incremento del empleo, el motor principal de la actividad se identifica con la gran libertad y flexibilidad del sistema económico.

En 1980 no puede hablarse de una sola economía americana, sino de cinco economías en una. La industria tradicional -automóviles, siderurgia, maquinaria, textil, electrodomésticos- se encuentra en graves dificultades, tanto por la gran competencia internacional como por una política equivocada de nuevas inversiones y por mala gestión. El futuro económico de Estados Unidos se ha desplazado, así, hacia otros sectores. La energía -la segunda economía- se ha convertido en una nueva punta de lanza, y gracias a la explotación de los recursos interiores y al uso de una excelente tecnología ha resistido con éxito a la recesión. Las enormes exigencias de capital de este sector con grandes beneficios limitará o encarecerá, sin embargo, los recursos financieros de otras industrias. La tercera economía es el sector de alta tecnología, desde los semiconductores y computadoras hasta la industria aeroespacial. La enorme capacidad de desarrollo de estos sectores los sitúan prácticamente al margen del ciclo económico. La agricultura -la cuarta economía- será otro de los grandes pilares del crecimiento norteamericano en los próximos años. Estados Unidos, a diferencia de la URSS y China, goza de una climatología favorable, y durante mucho tiempo continuará desempeñando el papel de suministrador prioritario de un planeta caracterizado por un enorme aumento de su población. El sector servicios, ( informática, tecnología, comunicación, finanzas, etcétera), que forma la quinta economía, no sólo se convertirá en un generador de empleo, sino que, además, está comenzando a registrar aumentos en su productividad.

Esta economía fragmentada en cinco segmentos invalida los análisis tradicionales, según los cuales el pulso de la actividad norteamericana latía en el sector de construcción de viviendas o del automóvil. De un lado, las fluctuaciones cíclicas quedan diluidas ante una economía resistente a sus sacudidas. De otro, el proceso de creación destructiva que ha caracterizado el desarrollo capitalista se modifica ahora en el sentido de que las innovaciones de los sectores nuevos o supervivientes en una crisis no se traducen en menores costes para el resto y arrastran a la economía hacia una mayor dependencia en el uso intensivo del factor trabajo. Es cierto que la escasez de mano de obra y el aumento de su coste en las dos décadas precedentes motivaron en gran parte su sustitución por maquinaria y generaron un enorme incremento de la productividad. Pero el equipo capital exige energía, y su coste disminuye la rentabilidad de la inversión. En definitiva, el aumento del precio de la energía ha favorecido el nuevo incremento de la demanda de trabajo.

El complemento ha sido un mercado laboral muy libre, aunque con grandes desigualdades. Mientras en el viejo Detroit del automóvil el paro alcanza un 116% de su población activa, al borde de agotar las prestaciones de desempleo, las compañías de computadoras de Houston ofrecen una prima de enganche de 2.500 dólares a los trabajadores cualificados que acepten desempeñar su empleo, por lo menos durante seis meses.

Esta gran movilidad supone que la industria ha entrado en una nueva era en la que muchas empresas desaparecerán, otras se mantendrán a flote y surgirán otras nuevas. Las perspectivas son duras, pero la opción de la nueva Administración norteamericana parece clara: menor ayuda del Gobierno para reflotar empresas o sectores no competitivos y, simultáneamente, supresión de los, intervencionismos que aprisionan a los sectores más dinámicos. Los apoyos a los sectores en crisis tomarán un camino indirecto. El incremento de los gastos militares, permitirá así un respiro a muchas empresas tradicionales que trabajan muy por debajo de su capacidad y, al mismo tiempo, permitirá diversificar, a Chrysler entre otros, su producción de automóviles, aumentando la construcción de equipos bélicos.

El freno de la política monetaria, con sus altos tipos de interés, persigue como objetivo prioritario la reducción de unos niveles de inflación que desincentivan el ahorro y, por tanto, impiden la formación del capital necesario para continuar la reconversión impuesta por los altos precios de la energía. Con tipos de interés del orden de cuatro y cinco puntos por encima de la tasa de inflación, el Estados Unidos de las cinco economías en una ha mantenido unas tasas de crecimiento de la producción y del empleo realmente vertiginosas en una época de estancamiento generalizado. Sin su dinamismo, la recesión mundial habría corrido el peligro de convertirse en crisis.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_