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Reportaje:

Siguen sin ser esclarecidos el robo a Correos y el asesinato del abogado Martín-Peña

Un famoso investigador inglés, Robert Fabian, decía hace tiempo que era suficiente con que la policía esclareciese el 25 % de los delitos que s e cometen. Aquí la policía madrileña manifiesta descubrir más del 50%, pero, en Madrid, el misterio sigue rodeando varios casos de los muchos que la policía no ha logrado esclarecer. El abogado Rafael Martín-Peña era asesinado el 4 de octubre de 1978. El 30 de abril de 1979, cinco atracadores se llevaban más de 101 millones de pesetas del Palacio de Correos y Telecomunicaciones, y en la mañana del 1 de agosto aparecían muertos a tiros, en su domicilio, los marqueses de Urquijo. Los sumarios de todos estos casos continúan abiertos, los autores de muchos delitos están en libertad y la policía sigue sus pistas.Dos personas esperaban a Martín-Peña en el portal de su vivienda, situada en la calle de General Mola, 82. Era algo más de medianoche. El abogado no sospechó de uno de los dos hombres que le esperaban, ya que debía ser conocido suyo. Los visitantes intentaron hablar con él, y al adelantarse un poco éste, con el fin de abrir el ascensor, el asesino le disparó dos tiros a quemarropa. Los impactos, que le alcanzaron en la cabeza, le provocaron la muerte en el acto.

Las primeras investigaciones eran un «desierto poblado de pistas», móviles y sutiles hipótesis de trabajo. Hoy, el sumarlo, después de tres años de investigaciones, está a punto de cerrarse sin que se sepa quién fue el asesino.

Poco después de la muerte de éste, se conoció la noticia del suicidio del empresario Carlos Serna Antón, que había mantenido relaciones muy estrechas con Martín-Peña. Ambos habían estado juntos durante muchos años en el consejo de administración de la compañía Protección y Asesoramiento, Sociedad Anónima (PROASA).

Martín-Peña era abogado con bufete, letrado de la Presidencia del Gobierno, ex presidente de la Federación de Yudo, y un hombre con una activa vida social. En la citada federación había tenido serios problemas con los directivos de la Dirección General del Deporte, a los que se opuso y acusó de injerencia e intentos de manipular a la federación.

Martín-Peña era un hombre adinerado y todos los indicios señalan como posible clave de su asesinato las relaciones empresariales que mantenía. El juez que llevó el caso durante algún tiempo, Antonio Carretero, manifestó a este periódico que el sumarlo estaba a punto de cerrarse y han sido descartados los móviles políticos del hecho. «El asunto está claro», decía Carretero, «todavía no se ha podido probar de quién era la interesada mano asesina que acabó con su vida». La prueba material que se mantenía falló.

«Vuelan» 101 millones de pesetas

Después de más de dos años, la policía no ha conseguido encontrar a las cinco personas que atracaron el Palacio de Correos y Telecomunicaciones, ni tiene noticias de dónde puede encontrarse el dinero sustraído. «El caso no se ha olvidado», comentaban fuentes policiales, y todavía hay un grupo de investigadores de los doce grupos que componen la Brigada de Policía Judicial que siguen la pista de los asaltantes.En la mañana del 30 de abril de 1979, cinco hombres llevaron a cabo uno de los más espectaculares y ágiles atracos que se conocen en toda España. Entraron en el Palacio de Correos y lograron sacar, límpiamente, 101.797.767 pesetas, cantidad que procedía de giros no pagados el sábado anterior y del abono de las pensiones de los jubilados de Renfe. Con gran habilidad y un perfecto conocimiento del edificio, los atracadores hicieron «volar» los cien millones de pesetas.

El grupo conocía los entresijos del Palacio, sus horarios y el movimiento del personal. Sabían, por ejemplo, que cada día los carteros retiraban dinero de la caja, disfrutaban de una escolta de la Policía Nacional en los lugares habitualmente accesibles al público y que de allí en adelante realizaban el traslado sin vigilancia alguna.

También conocían con absoluta precisión los horarios de apertura de las cajas y la mecánica a que las maniobras de traslado están sujetas. Además, consiguieron unos uniformes de carteros cuando existe un estricto control sobre su número y modo de distribución.

Las hipótesis que se barajan sobre los autores del atraco son incontables. Se piensa que, seguramente, pertenecían a una banda internacional de profesionales y que un «cerebro» había actuado desde las oficinas del Palacio de Correos, facilitando toda la ínformación a sus compañeros. Tambíén eran manejadas sospechas de que el grupo podía estar formado por trabajadores del Palacio, aunque tal extremo no ha podido ser detectado por los investigadores.

El director general de Correos, Enrique Riverola, declaraba a la Prensa en aquellos momentos: «Sólo gente que conozca esta casa ha podido realizar el atraco». Es necesario conocer el interior del Palacio a la perfección para lograr tal sutil operación. Los autores pudieron tener conexiones con el personal de la casa o con personas que fueran contratadas temporalmente.

Los sistemas de seguridad del Palacio, con sistemas de alarma, conexión con la policía y otras mediadas, fueron revisados recientemente. Diez especialistas investigaron todo el atraco. No se obtuvo ninguna conclusión.

Otra de las hipótesis que se manejan responde a la posibilidad de que sólo las altas jerarquías de Correos conocían la información en torno a las remesas de dinero, destinadas al pago de giros postales. Ese día, la acumulación de dinero había sido excepcional, muy por encima de las cifras habituales, generalmente, oscilantes en los cincuenta millones de pesetas.

Un caso típico

Sobre las nueve de la mañana del 1 de agosto del pasado año, el guarda jurado de la finca de los marqueses de Urquijo encontraba los cadáveres de éstos, tumbados en sus respectivas camas, colocadas en habitaciones separadas, En el momento en que fue cometido el crimen, se encontraban en la casa una sirvienta negra y un perro caniche, conocido por Boli. La sirvienta declaró no haber oído ningún ruido durante la noche. Un cristal roto y unos casquillos de bala del calibre veintidós fueron los únicos rastros que dejaron tras de sí los asesinos.Las distintas teorías que se barajaron desde un principio acerca de los autores del doble asesinato descartaron inmediatamente la posibilidad de un acto terrorista y se centraron, especialmente, en la hipótesis de un crimen por encargo, motivado por una venganza, a la implicación de bandas mafiosas de altas esferas, o la riqueza personal de los marqueses de la que alguien, posiblemente, quería beneficiarse.

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