Euforia desconcertante en las bolsas españolas
El proceso de subidas espectaculares que iniciaron las Bolsas españolas en los primeros días de esta semana está dejando perplejos a la mayor parte de los técnicos, especialistas y clientes habituales, quienes no acaban de explicarse las razones de tan vertiginosa tendencia al alza. El mercado de valores venía presentando condiciones objetivas que hacían prever la interrupción de la racha bajista en la que se encontraban inmersos desde el mes de abril de 1974, y las primeras subidas del año, fueron interpretadas como una consecuencia lógica de los pagos de dividendos que se aproximaban.
Las sorpresas comenzaron a producirse cuando, pasadas las primeras semanas de enero, las subidas se consolidaron e incluso fueron incrementándose. En aquella ocasión fueron los valores bancarios, que este año en general habían adelantado la presentación de sus resultados, quienes se encargaron de tomar el testigo, y gracias a su impulso casi en solitario los índices generales de las sesiones mantuvieron su trayectoria positiva. Inmediatamente después se comenzaron a producir los posicionamientos estratégicos por parte de los operadores a corto en los valores industriales más depreciados y que a la vez presentaban condiciones de mejora en sus ejercicios a medida que se iban filtrando los datos de sus resultados anuales. Estas acciones se vieron casi siempre acompañadas en paralelo por la acción de un apreciable flujo de órdenes de compradores extranjeros.Poco más o menos de esta manera los índices generales de los cuatro mercados superaron el 11% y se aproximaron al 12%. Y hasta aquí todo parecía tener unas justificaciones lógicas.
Efectivamente, los precios de la mayor parte de las sociedades que se negociaban se hallaban, tras la intensa y prolongada purga de seis años, en una situación de cotizaciones mínimas históricas, con unas rentabilidades directas competitivas con cualquier otro de los activos financieros convencionales. Las empresas industriales, que en muchos casos no repartían dividendo, habían visto mejorada su situación por la subida del dólar, en el caso de las que dedicaban una buena parte de su producción a los mercados exteriores; se habían producido unos importantes reajustes de las plantillas de trabajadores; se habían logrado acuerdos para renegociar su endeudamiento en los mercados interiores, el proyecto de reconversión industrial estaba en marcha y, por primera vez, se entreveía la posibilidad de que el precio de los crudos permaneciera estable por el periodo de un año.
Por su parte, las compañías eléctricas contaban con el respaldo que les aportaba la firma del PEN (Plan Energético Nacional), entraban en funcionamiento varias centrales nucleares con importantes capacidades de producción, y, sobre todo, las ventas de los paquetes de acciones eléctricas que tenía en su cartera el Banco de España, y que fueron adquiridas por las propias sociedades o los grupos en los que están integradas.
También las acciones bancarias tenían sus razones para subir, aunque en este caso eran menos racionales y más viscerales. Lo cierto es que la suma de la liberalización de los dividendos del sector, los buenos resultados que presentaron, la política de emisión de bonos de tesorería canjeables o convertibles por acciones, y sobre todo la firme decisión de los más conspicuos representantes del sector de poner fin a los recortes en sus precios, acabaron por definir un marco optimista en el que las subidas se consideraban como algo lógico. Por último, se valora mucho el efecto psicológico del acuerdo nacional sobre el empleo,
Hasta aquí todo parece claro, y la trayectoria positiva de la Bolsa resultaba justificada, pero evidentemente no ofrece respuestas satisfactorias al despegue vertical de las cotizaciones que, al amparo de la escasez de la oferta, se ha producido en los últimos días.
Los criterios no parecen unánimes a la hora de evaluar las razones de esta subida. La figura del presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, planea una y otra vez sobre las tesis oficiales y oficialistas, y una v otra vez se hace referencia a su gestión de gobierno y al cambio de modos que está introduciendo fundamentalmente en las relaciones entre los empresarios y la Administración.
No obstante, estas justificaciones han dejado insatisfechos a buena parte de los técnicos de los mercados bursátiles, algunos de cuyos miembros quieren ver en esta subida de las bolsas la intención claramente política de fortalecer la figura del presidente del Gobierno, a quien estarían entregando su confianza empresarios e inversores, pero al margen de la configuración actual de su partido.
En este sentido, estos mismos círculos recordaban que el primer ataque público a la política económica del Gobierno, controlada por el sector socialdemócrata de UCD, partió de algunos representantes de la banca en las primeras semanas de este año. Señalan la definición de un partido de centro-derecha que realizó Oscar Alzaga desde la tribuna del Club Siglo XXI hace algunas semanas. Y terminan por relacionarlo con el ataque que desató José Antonio Segurado, miembro de CEOE, contra el sector socialdemócrata de UCD, señalando las buenas relaciones que parece mantener Segurado, en su condición de empresario, con Banesto, cuyo presidente, José María Aguirre, también desde los últimos meses, ha retomado el protagonismo del sector, relegando a un segundo plano al hasta entonces portavoz del sector, Rafael Termes, presidente de la patronal bancaria, considerado como excesivamente contemporizador. Precisamente, este es el sector del que partieren los primeros ataques y el que tiene un poder decisorio fundamental en las bolsas, bien directamente o bien a través de sus grupos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.