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Reportaje:

El olimpismo continua dividido e incierto

Una comisión tripartita, compuesta por miembros del Comité Olímpico Internacional, de las federaciones internacionales y de los comités olímpicos nacionales, se reunió durante dos días la semana pasada en la sede del COI en Lausana (Suiza) como preparación técnica del próximo Congreso Olímpico de Baden-Baden (RFA), trascendental para el delicado olimpismo actual. Graves problemas en temas concretos y claras divergencias entre los bloques ya enfrentados con motivo de los pasados Juegos de Moscú no presentan un futuro precisamente halagüerio para el movimiento olímpico. La URSS, a la cabeza de los países socialistas, se opone a cualquier innovación.

Al margen ya de los temas del amateurismo y del doping -la nueva testosterona- que merecen u tratamiento especial, sólo las implicaciones que podrían denominarse estrictamente políticas mantienen casi continuamente en la zozobra al olimpismo. Fundamentalmente, tras el boicoteo y histórico a los pasados Juegos Olímpicos de Moscú, los bloques del Este y del Oeste parecen permanentemente enfrentados. No sólo se plantea ya el problema a plazo más largo de los próximos Juegos de los Angeles en 1984, sin actualmente con las reformas in mediatas que se debatirán en e Congreso Olímpico de Baden-Baden entre el 20 y el 29 de septiembre.

Oposición de la URSS

Respecto al "cónclave" olímpico, las perspectivas cercanas son ya suficientemente graves e importantes. La URSS, auténtico líder del bloque socialista, ha reiterado de forma muy clara su oposición a cualquier tipo de reforma en la Carta Olímpica, normativa por la que se rige el COI y sus distintas organizaciones directas o tuteladas. Esta misma semana, la URSS dio a conocer las propuestas que llevará a Baden-Baden y que se concretan en cuatro puntos: 1. No profesionalización o comercialización del deporte, de forma que se conserve el carácter amateur de los Juegos Olímpicos, así como el reforzamiento de las normas de control de participación de los atletas en los mismos. 2. Fortalecimiento de la unidad del movimiento olímpico mundial y cooperación entre sus principales miembros. 3. Estricta observación de la Carta Olímpica por parte del COI, los Comités Olímpicos Nacionales (CON) y los Gobiernos de los países anfitriones de los Juegos. 4. Conservación del espíritu olímpico actual, que contribuye a formar a la juventud en los principios de la lucha deportiva honrada y en el patriotismo, descartando todo intento de desnacionalizar los Juegos.La postura soviética, completamente inmovilista, resulta muy clara. Incluso a los cuatro puntos citados se pueden unir otras «intenciones», no menos significativas. Por ejemplo, la necesidad de desarrollar el programa de Solidaridad Olímpica (tan arraigado en los países del Este, como parte de su «ayuda política» al Tercer Mundo), de elevar la eficacia del control antidoping (aunque, curiosamente, el bloque socialista es el principal implicado en las «novísimas técnicas»), de confeccionar un programa olímpico a largo plazo y de celebrar congresos cada ocho años. En estos dos últimos casos se evidencia aún más su inmovilismo.

Grecia, difícil sede permanente

La URSS es también uno de los países que se ha expresado ya claramente en contra de la iniciativa griega sobre el establecimiento de una sede permanente de los Juegos en Nea Olimpia, cerca de la antigua Olimpia, en Grecia -donde ya existe la Academia Olímpica, que tendrá la III Sesión Especial, del 21 al 28 de este mes y la XXI general, del 5 al 20 de julio-. Ello, que trata de evitar problemas políticos -cosa relativa, pues los boicoteos podrían producirse no sólo al lugar, como en Moscú, sino también al contacto con «enemigos»- es contestado igualmente por la URSS al perjudicar los nacionalismos. El gigantismo de los Juegos es cada vez mayor y el número de ciudades que se presentan en cada ocasión como posibles sedes, menor, pero aún así los soviéticos pasan de esta otra razón y mantienen que los Juegos deben ser rotativos y en naciones distintas. Las de su órbita, naturalmente como se demostró el año pasado en Moscú, pese al boicoteo, son aún de las que pueden -y querrán- alguna organización en el futuro como propaganda particular.Siempre por esta razón nacionalista, la URSS y los países del Este también se oponen a todo cambio en el protocolo olímpico. Las posibilidades de que en Baden-Baden prospere la propuesta de la desaparición del izado de banderas e interpretación de himnos a los vencedores de las pruebas son por ello muy remotas. La URSS, después de haber ganado en Moscú -aunque con la ausencia de Estados Unidos y la RFA- ochenta medallas de oro, 69 de plata y 45 de bronce, no cederá tan fácilmente a perder la exaltación del nacionalismo -aunque ya repartido- que lógicamente consigue por su potencial deportivo en cada cita olímpica. Si existen países que utilicen más el deporte como propaganda de las excelencias políticas e ideológicas de sus respectivos regímenes son, lógicamente, los socialistas, Ejemplo bien claro para sonar en el mundo aún más elocuentemente que el soviético es el de la República Democrática Alemana. Con sólo dieciocho millones de habitantes, por 260 soviéticos, logró 47 medallas de oro en Moscú y 125 totales, contra 195 de los anfitriones. Las proporciones medalla-habitante son claramente favorables a la RDA: 2,61 por 0,3, en el oro, y 6,74 contra 0,75, en el total.

Lo único que parece factible cambiar en el protocolo serán las ceremonias de llegada a la Villa Olímpica. Allí, «más en familia», sin tantos medios de comunicación, al tener menor importancia la propaganda, sólo sonará el himno olímpico y se izará la bandera de los cinco aros.

Enfrentamiento con Samaranch

Los ataques soviéticos, publicados en diversas revistas y agencias desde primeros de año, se reprodujeron tras la Conferencia de Ministros Europeos del Deporte celebrada en Palma de Mallorca a primeros de abril. Las críticas fueron feroces ante las injerencias políticas en el movimiento olímpico, pero resulta curioso que en su inmovilismo a la URSS tampoco le gusten las maniobras de Samaranch -al que apoyó en su nombramiento- hacia reformas que parecen dirigidas a contentar al bloque occidental.Desde luego, mientras el presidente del COI y otros miembros «del Oeste» han calificado de buenas las instalaciones y organización de los próximos Juegos de Los Angeles, no sólo ya fuentes soviéticas, sino un miembro del COI, el húngaro Arpad Csanadi, han atacado fuertemente a los norteamericanos. En realidad, el primer punto que la URSS llevará a Baden-Baden sobre la comercialización del deporte acusa claramente el sistema de financiación privada que el comité organizador californiano va a efectuar. En principio, para no cargar al Estado -aunque al norteamericano no le supondría problema-, parece un método adecuado, pero las contrapartidas de esclavitud a la publicidad y multitud de fuerzas económicas, no cabe duda que pueden suponer un grave riesgo para la independencia del olimpismo. Curiosamente, como dato significativo, cabe señalar que el "tercer hombre» mandatario en la organización de Los Angeles es Mike O'Hara, promotor hace unos años de la troupe de atletas profesionales fracasada en un intento de competir con el amateurismo, en realidad tan marrón.

Tampoco la iniciativa de Samaranch de dar al COI un estatuto especial, tipo Cruz Roja, para resistir los vaivenes políticos con una mayor entidad jurídica, gusta a los países socialistas. En cualquier caso, los rumores de que están buscando -con la URSS a la cabeza- la menor disculpa para devolver a los norteamericanos el boicoteo de Moscú dentro de tres años no pueden evitarse. Han dado toda clase de garantías a Samaranch de que eso no sucederá, pero resulta inevitable esperarlo. No se puede olvidar que Estados Unidos, al igual que hizo la URSS cara a Moscú, trata de que Los Angeles sea la gran victoria de su deporte, y la iniciativa del centro impresionante de entrenamiento de Colorado Springs, con disciplina casi militar, «estilo Este», es prueba de ello. La URSS podría no «arriesgarse» a ser derrotada estrepitosamente.

Primera solución, en septiembre

Todos estos problemas, incluido el del amateurismo, que merece un pusto y aparte -como los del doping o del apartheid surafricano y sus «listas negras» y que traerá, en principio, la mayor cola, pues los países socialistas no pueden admitir cambios basados en el profesionalismo encubierto propiciado por sus sistemas políticos, serán suficientemente atractivos para el Congreso de Baden-Baden. Sin embargo, difícilmente se acordarán cambios en los temas cruciales, pues las reformas de la famosa regla veintiséis sobre el estatuto del participante -en la que ya ha desaparecido la palabra amateur- del protocolo olímpico o la eventual designación fija de Grecia como sede requerirán una mayoría de dos tercios entre los 85 miembros del COI. Samaranch, en cualquier caso, se conforma con que salga reforzado -política e injerencias incluidas- el movimiento olímpico. Ya se felicitó de ello, por ejemplo, a mediados de abril, en la reunión de Lausana entre la comisión ejecutiva del COI y las federaciones internacionales, cuando se calificaron de positivos los informes de la marcha de los trabajos de organización cara a los Juegos de 1984, de Verano, en Los Angeles, y de Invierno, en Sarajevo.Samaranch comentó igualmente que se podían considerar resueltos los casos de los comités olímpicos nacionales de Costa Rica, Panamá, Madagascar, Filipinas y El Salvador, en peligro de verse expulsados del COI al haber sido los respectivos Gobiernos los que habían impuesto a los presidentes de los organismos, en una clara intromisión, no admitida por el máximo organismo olímpico. En realidad, es un ejemplo más de cómo el olimpismo y su presidente deben moverse ante el tema político en el filo de una navaja. El mismo ha calificado la despolitización del deporte como una lucha utópica. Su solución para cada país es diplomática, naturalmente, siempre a la búsqueda de la mayor independencia deportiva posible, pero tratando de guardar buenas relaciones con los Gobiernos -los del Este, desde luego, siempre aparte. A fin de cuentas, de ellos viene el dinero.

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