El Senado norteamericano rechazo la propuesta de Reagan para reducir los presupuestos de la Seguridad Social
Por vez primera desde su llegada a la Casa Blanca, hace cuatro meses, el presidente Ronald Reagan sufrió una «derrota» política, ante la oposición unánime del Senado, que por 96 a 0 votó contra la propuesta presidencial que pretendía disminuir las pensiones de retiro para los norteamericanos.
Ante las protestas de la población, los senadores optaron prudentemente por considerar «precipitado y prematuro» aprobar una medida que afecta a unos 35 millones de jubilados norteamericanos.
Incluido dentro de su programa de reducción drástica del gasto público, la nueva Administración Reagan presentó al Congreso un abanico de medidas orientadas a disminuir el gasto de pensiones en un 23% en los próximos 75 años. La perspectiva a tan largo plazo tenía en cuenta la visión de la generación del baby boom de la década de los cincuenta, que incrementará considerablemente el gasto en pensiones hacia el año 2010.
Con efectos inmediatos a partir del 1 de enero de 1982, la propuesta del presidente Ronald Reagan pedía una disminución al 55% (contra el 80% actual) de las pensiones para personas que se jubilen a los 62 años. También porcentajes menores para las personas que se retiren a los 65 años. Intentaba estimular una continuidad en el trabajo, discutible en un país con alto índice de jóvenes en paro.
Evitar la bancarrota
Los defensores del proyecto presidencial consideran que tarde o temprano la Administración deberá atacar el déficit crónico de la Seguridad Social (que en EE UU sólo cubre la jubilación y ciertas ayudas sociales, excluido el seguro médico) para evitar la «bancarrota».La reacción de la Casa Blanca al voto unánime del Senado, integrado por amplia mayoría republicana, no es del todo pesimista. Confían en la posibilidad de un «compromiso» futuro basado, probablemente, en reducciones menos drásticas de las primas de jubilación.
La Prensa norteamericana interpreta el voto como una primera advertencia del Congreso a la presidencia Reagan, reflejo de la reacción popular que teme perder unos derechos adquiridos en materia de beneficios y ayudas sociales.
Por otra parte, los estrategas políticos del presidente opinan que el índice de popularidad del presidente, a poco más de sus primeros cien días en el despacho oval de la Casa Blanca, alcanza el 67% de opiniones favorables.
Sin embargo, cuando el pasado martes los electores del distrito quinto del Estado de Maryland debieron votar para reemplazar a la congresista Gladys Spellman, invalidada por enfermedad, las urnas dieron la, victoria al demócrata Steny Hoyer, que derrotó al republicano Audrey Scott, a pesar del apoyo del «aparato político de la Casa Blanca» con participación directa en la campaña del vicepresidente, George Bush. Un voto interpretado por los demócratas y algunos medios de difusión como «un primer no» a la política socioeconómica del presidente Reagan.
El presidente Reagan confía, por otra parte, ganar la partida al Congreso en su propuesta de reducción del 30% de impuestos en tres años. Principio considerado como otro de los «pilares» de la nueva orientación económica norteamericana, junto con las reducciones del presupuesto, ya aprobadas por larga mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado hace dos semanas.
Muchos observadores económicos y financieros consideran como peligrosamente inflacionista la medida de reducir los impuestos para reactivar la demanda y fomentar la inversión. Los «ideólogos» económicos de la Administración Reagan piensan todo lo contrario y defienden la teoría de una relajación de la presión fiscal sobre particulares y empresarios para superar la crisis económica.
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