El Castilla no fue rival para el Rayo
El Castilla no fue rival para el Rayo. De aquel matagigantes inesperado y en estado de gracia de la temporada anterior sólo quedan los restos del recuerdo de un portero, Agustín, que el próximo día 27 jugará la final de la Copa de Europa con el Madrid. Miguel, que compartía esperanzas e incluso titularidad con el propio Agustín, porque tiene cualidades para ello, anda sumido en lo que parecen serias meditaciones nostálgicas. Un fallo garrafal suyo abrió de par en par las puertas al triunfo de un Rayo reservón, primero, y neto dominador en la segunda mitad. El Rayo acaricia ya el retorno a Primera. El Castilla puede jugarse en Palencia su descenso. Resulta difícil realizar un juego tan pésimo como el que los dos equipos ofrecieron en la primera parte. El Rayo, prudente, agazapado atrás, con cinco hombres en la zona central y Maté y Marian en la media punta. El Castilla, torpe, lento, sin capacidad organizativa y amontonando jugadores por inercia también en el medio campo. El producto que salla de todo aquello era un híbrido insufrible, que incluso llevó a algunos a lanzar lo del «¡Que se besen!». Dos remates desviados de Blanco y Chendo y un tirito de Rial preludiaban una tarde apacible para el marcador, y por añadidura, de bostezo para el aficionado. Sólo de un fallo, y además enorme, podía llegar algún gol. Y a Miguel le tocó la desgracia de ser el protagonista negativo en el aviso -sólo eso- que suponía el disparo de Robles.El gol supuso una bajada de tensión castillista. Pero los jugadores del filial blanco no pueden refugiarse en los fallos que sorprendentemente acusa esta temporada Miguel. Algunos parecen pasar de todo, especialmente de buscar el gol en el área contraria, única forma, por supuesto, de conseguirlo. Si Miguel necesita recobrar la ilusión y confianza de la campaña anterior, otros también parecen haber perdido la fe precisa para llegar arriba. Y esto es grave, y de ello se percató al fin Eduardo González, el técnico rayista, que en la segunda mitad ordenó a sus jugadores que se estirasen.
La cosa varió. El Rayo se dio cuenta de que la firmeza de su zaga no podía pasar apuros por mucho que Chamartín imponga, y comenzó a buscar con cierta fluidez el contragolpe. García Jiménez atrás se bastaba para anular a Paco; Rocamora no pasaba más apuros de los necesarios ante el corretón Serrano; Uceda sólo necesitaba imponer su presencia como libre, y en la media Fraile, Robles y Rial -todavía Rial- lanzaban a Marian y al Paco rayista una y otra vez. Hasta cinco claras ocasiones de gol tuvo el Rayo para sentenciar -penalti no sancionado por Socorro incluido- antes de que llegara el segundo tanto. El Castilla perdió su única ocasión, ya muy al final, en balón de Serrano que sacó bajo los palos García Jiménez.
El Rayo cumplió así su objetivo. El próximo domingo jugará una auténtica final en Castellón, pero aún le queda la baza de recibir al Palencia en Vallecas, la última jornada.
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