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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Los inconvenientes de llamarse Delgado

Cada cual vive su vida, y después los demás, no sé si con mala o buena intención, la cuentan de otra manera. De un tiempo a esta parte, se han empeñado algunos críticos e historiadores, con más afán delator que exactitud académica, a emparejarme e incluso emparentarme con Teodoro Delgado, al que respeto, del que siempre he diferido políticamente y con el que nunca he tenido ocasión de encontrarme de tú a tú. Repito aquí, con brevedad, la crónica de este error.Valeriano Bozal publicó en su Historia del arte en España, en el capítulo titulado «El arte en la guerra civil», el comentario sioulente: «llustraban los números de Vértice Teodoro y Alvaro Delgado. Más tarde, en este comentario, lo repite y amplía Alejandro Cirici Pellicer en su libro La estética del franquismo, en el capítulo que lleva por título «Período de ouerra, el carterismo fascista», donde dice: «A su lado trabajaban José Caballero, Teodoro y, Alvaro Delgado, en las ilustaciones épicas simbólicas de la revista Vértice».

Supuse que no tenía la cosa mayor importancia y olvidé el asunto hasta que ahora llega a mis manos el catálogo que sobre la guerra civil española celebró la Dirección General del Patrimonio en Madrid, donde un tal Manuel García y García repite, enriqueciendo el comentario con datos de precisión familiar: «Junto a él habría que situar a los herma nos Teodoro y Alvaro Delga do, colaboradores aráficos de la revista falangista Vértice».

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Ahora bien, se da la circunstan cia histórica, nienudencia en la que parecen reparar estos virtuosos ex humadores de nuestro pasado nacional, de que yo he nacido en 1922, con lo que era casi un niño al comenzar la contienda española y demasiado joven, por tanto, para ser parte de una revista de la im portancia de Vértice. Además, otro detalle mínimo: mi presencia y formación entre los años 1937-1939 en la Escuela Superior de Pintura, domiciliada en el Palacio de Bibliotecas de Madrid y dirigida entonces por Vázquez Díaz, imposibilita de todo punto mi radicación en la llamada zona nacional. El señor Bozal fue advertido de lo erróneo de su apreciación sin que, hasta donde alcanza mi conocimiento, condescendiese en corregir su versión de los hechos. Parece evidente que este íntegro profesional, acrisolado en sus convicciones, se siente incluso dispuesto a enmendarle la plana a la historia.

Con el señor Cirici Pellicer mantuve correspondencia, obteniendo en carta fechada el 6 de diciembre de 1977 la promesa de una justa retractación. Ignoro si ésta ha tenido efecto./

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