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Falsas ilusiones

( ... ) A poco más de un mes de la próxima reunión de la OPEP, dos problemas, pues, están sobre el tapete: el exceso de la oferta y la posible reducción de los precios. Pero, lo que es más importante, un problema añadido está escondido bajo la mesa: la OPEP está perdiendo continuamente posiciones en su cuota de mercado mundial desde hace dos años. La mitad del petróleo consumido en el mundo no procede ya de países miembros de la organización, y sólo de dos años a esta parte la OPEP ha pasado de vender treinta millones diarios de barriles a vender sólo veinticinco. Su fuerza para imponer en el futuro precios cada vez más altos y condicionar el crecimiento económico mundial, ante estos acontecimientos, ¿está llamada a desaparecer? Sería ingenuo dar una contestación rotundamente afirmativa. Pero aun en el caso que, en efecto, pueda perder fuerza, lo que no cabe duda es que el fenómeno del encarecimiento mundial de los precios de la energía podrá tener altibajos más o menos significativos, pero es absolutamente irreversible.Mal harían los gobernantes de los países más industrializados si confiaran en que sucesivas reducciones de los precios de los crudos petrolíferos permitirán volver algún día al nirvana del desarrollismo de finales de la década de los sesenta. Ni este es el tipo de sociedad de entonces, ni las aspiraciones personales o familiares son las mismas. El terrorismo, el paro, la seguridad ciudadana, la crisis de algunos sectores industriales y la quiebra del modelo de crecimiento han cambiado de tal modo las formas de vida, que el precio del petróleo, por sí solo, no lograría jamás situarnos en el punto de partida de 1973. Casi es mejor que no baje el precio del petróleo. O que no baje tanto como para que nos hagamos falsas ilusiones, y, lo que es peor, cerremos las heridas con falsas soluciones.

22 de abril

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