Comandante Delgado: "El orden público no justifica la violación de los derechos humanos"
Por vez primera, un miembro de la Policía Nacional participó en uno de los seminarios que periódicamente organiza en París el Instituto Internacional de la Policía, entidad adscrita a la Unesco. En esta ocasión, el tema a debate era «Policía, orden público y derechos humanos». El representante español fue el comandante Julián Delgado, de 43 años, quien además es licenciado en Derecho y en Psicología. Participaron en el seminario 57 países, incluidos todos los de Europa occidental, excepto Suecia y Noruega.Pregunta. Comandante Delgado, ¿en qué puntos hubo coincidencia entre los representantes de las diversas policías?
Respuesta. Todos los asistentes coincidieron en señalar la vulnerabilidad de las sociedades democráticas ante los ataques de nuevas formas de delito, en especial el terrorismo moderno. Por ello, el tema del seminario a desarrollar el próximo año será el terrorismo. Todos los asistentes, tras coincidir, en la vulnerabilidad indicada, también coincidieron en la necesidad de buscar medios de defensa de las democracia que no impliquen violación de los derechos humanos. De este modo se llega al dilema entre seguridad y libertad, que no es de fácil solución, pero del cual no pueden salirse las sociedades democráticas. El orden público es una necesidad legítima, pero no justifica los medios que pueden representar una violación de los derechos humanos.
P. ¿Qué caminos se apuntaron para poder aumentar la seguridad sin merma de las libertades?
R. El camino más claro y en el que hubo mayor coincidencia es el de tecnificar la policía y darle unos mayores y mejores instrumentos técnicos y científicos. En este sentido, creo que en diversos países europeos se han dado avances cuya consideración por nuestra parte puede ser muy útil. Uno de estos medios es, por ejemplo, la existencia de coches-patrulla con terminales de ordenador, cuando nosotros todavía utilizamos archivos manuales. En París pudimos comprobar deforma directa cómo desde la prefectura de policía se controla la situación en infinidad de calles, gracias a más de cien pantallas de televisión de circuito cerrado. Algunas de estas cámaras son móviles y están situadas en lugares estratégicos -en la fachada de edificios normales, a la altura del segundo piso-, lo que permite llevar a cabo, con pocos efectivos, un excelente control de todo tipo de situaciones.
P. ¿Qué exigencia social influye en mayor grado, la de libertad o la de seguridad?
P. Hay una gran exigencia de ambas cosas. Se reclama seguridad, pero nunca hubo una sensibilidad tan intensa como ahora, a nivel mundial, en cuanto al respeto estricto a los derechos humanos.
En los años setenta -después de la experiencia de mayo de 1968- se dieron, particularmente en Francia, limitaciones de las libertades en aras de una búsqueda de mayor seguridad. La culminación de este proceso, por lo que respecta a Francia, es una ley promulgada el pasado mes de febrero, denominada de Seguridad y Libertad, por la que se recortan los derechos procesales y se impide la prisión atenuada, pese a que sólo un 3% de las personas que se encontraban en tal situación cometían delitos. Este síndrome surgió en Francia, pero por desgracia se extendió por toda Europa occidental. Creo que hay que avanzar en la búsqueda de mayor seguridad, pero por caminos que no representen una pérdida de derechos. sino simplemente una mejora de la eficacia técnica de la policía, obrando ésta bajo un control parlamentario y judicial.
P. ¿En qué puede ser beneficiosa para la policía española la participación en seminarios como el celebrado en París?
R. Nosotros hemos estado cerrados durante años a la relación con el exterior en materia de colaboración policial. Ahora es fundamental que España se abra a las nuevas corrientes de política policial, dado que en nuestro país se están produciendo ya cambios en la estructura policial y en el uso de la policía. Nos falta bastante para situarnos a nivel de otras policías. El tema de la formación, por ejemplo, constituye todo un gran capítulo. En España, en este orden de cosas, se está tendiendo a llevar a cabo unos planes de formación adecuados. Pero sólo se ha iniciado el camino y habrá que perseverar e incrementar los avances en ese sentido. En los países de Europa occidental, los planes de formación son muy similares, y los nuestros deben serlo con relación a aquéllos, ya que así se adquirirá un mayor grado de eficacia. En cuanto al alcance inmediato de la colaboración o tan sólo del diálogo internacional, entre policías, el beneficio mutuo es obvio.
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