Muchos circuitos no cumplen los mínimos de seguridad
El circuito norteamericano de Long Beach, donde el pasado domingo se disputó la primera carrera de la presente temporada del Campeonato del Mundo de Fórmula 1, es una, clara demostración de la ausencia de unos mínimos de seguridad en algunos de los trazados a los que se ve obligado a acudir el circo. Y, al mismo tiempo, la discriminación permanente y la incoherencia en la Federación Internacional, que toma drásticas medidas de fuerza con los débiles y no con los fuertes.
Hace justamente un año, la carrera de Long Beach, que entonces era la cuarta del calendario porque no habían surgido los problemas entre los federativos y constructores y pilotos, pudo terminar en una auténtica tragedia. Hubo problemas en el ángulo del final de la recta de salida, similares a los que recoge la fotografía de la carrera del pasado domingo. Pero esa escena, con coches cruzados en medio de la pista a punto de ser embestidos por otros, es caisi una norma gdreneral desde hace cinco años, que se disputa esta carrera. Además, en la pasada edición, el suizo Clay Regazzoni sufrió un gravísimo accidente, del que milagrosamente salió con vida, pero con lesiones en su columna vertebral que le han postrido en una silla de ruedas para él resto de su vida.
Se atribuyó entonces el accidente, pese a ser dificilísimo emitir un veredicto, a un fallo en los frenos de su coche, al romperse el pedal. Pero lo que resultó evidente fue que el circuito urbano de Long Beach no reunía, ni reúne todavía, las mínimas medidas de segurídad que una carrera de esta envergadura y con estos coches requiere.
Este año, sólo unos días antes de la carrera del pasado domingo, el piloto suizo ha presentado una querella contra los organizadores de la carrera norteamericana, reclamando 1.600 millones de pesetas por considerarlos responsables del estado en que se encuentra tras el accidente.
Mientras tanto, la Federación Internacional, que preside el francés Balestre, no sólo no ha tomado medida alguna contra el organizador,de la carrera, sino que permite que se siga corriendo sin esos mínimos de seguridad. Como tampoco tomó medidas contra el circuito alemán occidental de Hockenheim, que no tenía las redes de seguridad obligatorias antes del guard -raíl, donde fue a estrellarse y a encontrar la muerte el francés Patrick Depailler, en el curso de unos entrenamientos privados, y que, de haberlas tenido, seguramente no haría muerto.
Es mucho más fácil, porque son más débiles y no tienen peso en el seno de la Federación Internacional, arremeter contra los pilotos y contra los pequeños constructores. Porque ninguno de ellos tiene votos en la FISA que puedan decidir la elección del presidente. Ni siquiera tomar medidas generales con respecto a los constructores, en las que se exija pasar severísimos controles de seguridad. Porque eso implicaría también a los grandes constructores, y esos sí que tienen fuerza en la Federación Internacional.
Por eso, también, se presiona a ciertos circuitos con constantes modificaciones en sus trazados. Cambios tomados Fuera de tiempo, mal y en contrl de acuerdos internacionales suscritos por la propia Federación Internacional.
Para luchar por el incremento de la seguridad de la fórmula 1, aun teniendo en cuenta que el peligro es inherente a este deporte, es preciso afrontar el problema en todas sus dimensiones. Los acuerdos que se tomen en ese sentido deben surgir de reuniones con todas las partes implicadas. Y lodas ellas tienen que ser conscientes de que lo que está en juego es la vida de estos pilotos y la de los espectadores, que mantienen con si presencia este deporte espectáculo.
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