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El Papa y la familia.

Un pequeño filipino se resiste ruidosamente a los deseos de su madre de acercarle al Pontífice, en una de los miles de escenas que se repiten en las calles de las ciudades del archipiélago al paso de Juan Pablo II. La multitudinaria devoción a la imagen del Santo Niño (llevada a la ciudad de Cebú por misioneros españoles hace cuatro siglos y medio) sirvió ayer de base al Papa para hablar largamente en favor de la familia y relanzar la doctrina de la Iglesia católica en torno a la indisolubilidad del matrimonio, los anticonceptivos y el aborto. El Pontífice recordó que «el vínculo que une al esposo a su esposa es, por voluntad de Dios, indisoluble», precisamente cuando el Gobierno filipino se dispone a ampliar -sin emplear la palabra divorcio- las posibilidades de separación legal entre los cónyuges. El vínculo matrimonial, recalcó Juan Pablo II, «no puede ser disuelto por ninguna autoridad humana».

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