_
_
_
_

Recrudecimiento de la violencia intercomunitaria en Irlanda del Norte

Andrés Ortega

Un domingo como hoy, hace exactamente nueve años, tropas británicas abrían fuego sobre un grupo de manifestantes en la ciudad de Londonderry, en el Ulster: trece civiles resultaron muertos. Fue lo que se llamó el bloody sunday, el domingo sangriento. En 1972 se alcanzó el punto álgido de la violencia en Irlanda del Norte. 1980 ha sido en comparación un año relativamente pacífico. Ahora, los acontecimientos de la última semana presagian un recrudecimiento de la tensión sectaria en esta región.

Esta semana han sido enterrados dos de los antiguos diputados del ahora inexistente Parlamento irlandés, sir Norman Stronge y su hijo James, asesinados por el IRA Provisional. Pocos días antes, Bernadette Devlin y su marido, Michael Mac Aliskey, resultaron gravemente heridos en un atentado ejecutado por un comando protestante que estuvo a punto de lograr su objetivo. Ese mismo día, los provisionales del IRA se cobraron otras víctimas en actos de represalia, y el lunes pasado estallaron una serie de bombas en varias ciudades del Ulster, acarreando un balance de trece heridos y la destrucción de varios comercios. A esto hay que sumar los ya habituales atentados contra las fuerzas armadas británicas. La tregua ha terminado.Está claro que tanto Bernadette Devlin como los Stronge fueron seleccionados como símbolos de la comunidad católica y protestante, respectivamente. Bernadette permaneció relativamente apartada de la vida política irlandesa, hasta que la situación en la prisión de Maze, en las afueras de Belfast, empezó a cobrar mayor relevancia con las huelgas de hambre.

El intento de asesinato de Bernadette Devlin forma parte de una amplia operación de los grupos paramilitares protestantes contra los activistas más destacados de la campana contra los bloques H, y es sorprendente que algunos miembros de la Asociación para la Defensa del Ulster, la UDA, se jacten públicamente de estos atentados. La UDA sigue siendo una organización legal.

El miércoles pasado, después de abandonar durante dos semanas la llamada protesta sucia, 96 presos republicanos de la cárcel de Maze volvieron a destruir el mobiliario de sus celdas y a manchar las paredes con excrementos, con lo que ahora son 470 los presos en huelga. Estos presos republicanos no han logrado el estatuto político que deseaban, especialmente ese simbólico libre uso de su propia ropa. Hay que señalar que en su mayoría fueron condenados por tribunales especiales, sin jurado y con unas pruebas que en una situación normal no hubieran sido válidas. Estos tribunales fueron introducidos en 1976, cuando el Gobierno británico decidió seguir una política de criminalización de los terroristas.

Mayor credibilidad

Ahora vuelven las amenazas de una nueva huelga de hambre. La última, de octubre a diciembre pasado, supuso una relativa disminución de los atentados republicanos, pero creó un clima de tensión en el Ulster como no se había conocido en años. Una campaña perfectamente orquestada en torno a esta huelga supuso un incremento de la credibilidad de los provisionales. Y la necesitaban.Aunque recientemente los provos han pasado, al parecer, por un cierto período de confusión, la lucha interna ha llegado aparentemente a su fin, con un triunfo de la línea dura, que les ha obligado a reorganizarse en una estructura más impermeable, a atacar a instalaciones secundarias del Ejército británico, tanto en Inglaterra como en el Ulster, y sobre todo a desarrollar una estrategia dirigida contra la comunidad protestante.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

No obstante, pese a los rumores de crisis interna no hay que subestimar la fuerza de los provisionales. Un oficial del Ejército británico, hasta hace poco destinado en Belfast, declaró a EL PAIS que recientemente se había descubierto un escondite del IRA en el que se encontró una lista con todas las matrículas y marcas de coches que utilizan las fuerzas del orden en sus operaciones encubiertas, descubriéndose asimismo que el IRA tenía bajo control telefónico a los jefes de la policía y del Ejército en el Ulster. Ese mismo oficial señaló que el problema de los provos era que no disponían de los medios técnicos suficientes para procesar toda la información que llega a sus manos.

Entre tanto, el Gobierno británico sigue llevando adelante el proceso de ulsterización de Irlanda del Norte, retirando lentamente las tropas regulares y dando más competencias a la policía de la provincia. Claro está que muchas operaciones son clandestinas. Existe, por ejemplo, el llamado frente invisible, en el que la policía colabora estrechamente con las fuerzas armadas, especialmente con el famoso Servicio Especial del Aire (SAS), cuyas actuaciones no siempre tienen la discreción o el tono que cabría esperar.

En general, las fuerzas oficiales han logrado importantes éxitos. Las Patrullas de policía se pasen ahora por barrios de Belfast, que antes les estaban prohibidos por los provisionales. También cuentan con la colaboración cada vez más activa de la Gardai, la policía de la República de Irlanda, con la que se mantiene en contacto directo, especialmente a lo largo de la frontera.

Como ya se ha dicho repetidas veces, ésta es la gran diferencia entre la situación del Ulster y otras que podrían resultar similares en el mundo: la cuestión del Ulster es, sin duda, una cuestión colonial, pero en este caso la potencia colonizadora (Reino Unido) y el país colonizado (Eire) están de acuerdo en contener la situación. De ahí la importancia de los contactos directos entre los primeros ministros de ambos países, Margaret Thatcher y Charles Haughey.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_