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Tribuna
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Cinco tesis para un congreso

El debate abierto ante el II Congreso de UCD representa antes que nada un síntoma claro de la vitalidad del partido y de su capacidad de reacción. No estamos ante un colectivo adormecido en brazos del poder, sino ante un colectivo consciente de sus responsabilidades, de sus aciertos y sus errores, de su fuerza y de su propia debilidad.Desde el I Congreso, en que la UCD adquirió carta de naturaleza, puede decirse que hemos vivido un período de prueba en el que ha «fraguado la mezcla» formada con los componentes, de la coalición electoral de 1977. Pero no puede olvidarse que esa «mezcla» se sustenta en las propiedades esenciales de sus componentes, y esta es una realidad que es inútil tratar de desconocer.

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Esta fase de consolidación y asentamiento del partido ha coincidido con la necesidad de afrontar las dificultades de la transición política de forma responsable y solidaria, postergando a veces los requerimientos del propio partido. Ahora nos enfrentamos con la oportunidad de atenderlos desde la convicción de que sólo con una UCD institucionalizada y participativa podremos hacer frente de forma colectiva y responsable a las demandas acuciantes de la sociedad.

Hoy tenemos, pues, el reto y la oportunidad de reflexionar y decidir conjuntamente qué tipo de partido queremos, cómo vamos a institucionalizarlo, cómo entroncarlo con la diversa realidad de nuestros pueblos y regiones y, en definitiva, cómo seguir haciendo de UCD el motor de las libertades y la modernización de la sociedad española.

Un partido eje para la democracia

Es evidente que UCD ha jugado un papel fundamental en la recuperación del régimen de libertades, inspirando, dirigiendo y consolidando el proceso de creación de la democracia española.

Pero, al valorar en sus justos términos esta aportación de UCD a la transición política, debemos hoy mirar hacia el futuro y considerar que para que UCD siga siendo ese partido eje de nuestra convivencia no basta con que tenga responsabilidades de Gobierno, sino que debe continuar liderando la construcción del Estado y de la sociedad de libertades.

La posición hegemónica alcanzada a través de las umas no puede ser sino un reto al que hay que ir respondiendo cada día, conscientes de la grave responsabilidad contraída con la sociedad española.

El aprendizaje de la convivencia en libertad es un proceso complejo que requiere un esfuerzo y voluntad continuados. Pero, antes que nada, requiere hoy de profundas reformas en el funcionamiento del Estado y de la sociedad española. Sólo si UCD sabe recuperar el espíritu de reformas que alentó sus orígenes y acierta a enlazar con los requerimientos de una sociedad libre y modernizada podrá seguir siendo el partido eje de la democracia española en los años ochenta.

Un partido amplio y plural con vocación de Gobierno

Desde sus orígenes, UCD surge con un propósito de convocatoria mayoritaria al pueblo español, que posibilite una actuación de gobierno estable y duradera.

Al dirigirse a un amplio espectro del electorado, UCD ha de ser capaz de conectar con los requerimientos de muy diversos sectores y capas de la población desde la vida urbana al mundo rural, desde las clases trabajadoras hasta los sectores profesionales e intelectuales, desde la juventud hasta la tercera edad.

Para ello es necesario que UCD integre distintas tendencias que puedan apelar a los diversos segmentos del electorado, y con las que éstos puedan sentirse más identificados. Tendencias que surgen de modo natural en todo gran partido y que es preciso encauzar e integrar, abandonando temores y recelos que sólo se justifican en concepciones monolíticas y excluyentes de poder, que no pueden más que empobrecer el variado patrimonio real del partido.

Es hora ya de perder el miedo a la diversidad, a la confrontación interna d6 posiciones, porque sin ella no existe el juego democrático, y sólo a través de ella puede enriquecerse y revitalizarse todo colectivo humano.

Un partido institucionalizado

En este II Congreso, el partido ha de afrontar su institucionalización, lo que significa que ha de asumir autónomamente su propia configuración que le permita subsistir como organización, al margen de las contingencias y cambios que puedan producirse en su seno en el futuro.

La UCD se institucionaliza haciendo que la democracia participativa fluya por sus cauces internos, que los órganos de representación puedan asumir plenamente sus funciones y responsabilidades y que el partido, en definitiva, trascienda a las personas y asuma colectivamente el protagonismo que le corresponde.

Por decirlo en pocas palabras: hay que afirmar la necesidad de un gobierno para un partido, en lugar de un partido para un gobierno.

La UCD ha de asumir el protagonismo que le Corresponde por su madurez, implantación y compromiso con decenas de miles de afiliados y con los millones de electores que le otorgan su respaldo. Ante ellos no puede aparecer como una organización dependiente de contingencias personales y a remolque de iniciativas de Gobierno. Sólo de su fortaleza como institución perdurable y colectivamente responsable puede brotar esa imagen de seguridad y confianza que hoy son tan necesarias para el país.

Un partido nacional con presencia real y protagonismo en las regiones

Precisamente por la propia construcción del Estado autonómico, y por ser el partido que ostenta la responsabilidad de gobierno del país, la UCD no puede ni debe transformarse en una nueva federación o confederación de partidos regionales, que sirviera fundamentalmente de plataforma de confrontación de intereses de las diversas comunidades españolas.

UCD debe contemplar globalmente las necesidades y soluciones que requiere el país, desde una perspectiva nacional. Y para ello ha de ser, ante todo, un partido nacional, pero articulado desde un principio de profunda descentralización del poder y las decisiones, que le permita proyectarse de forma específica en cada- región, enraizándose en su realidad viva a través de grupos de hombres que engarcen con su contextura social, sus problemas y aspiraciones. Es preciso, pues, que, teniendo como norte esa perspectiva de conjunto que es España, el partido acierte a responsabilizar a sus órganos regionales en la toma de decisiones dentro de su ámbito, y enlace así más estrechamente con su amplio y variado electorado.

Un partido para la libertad y modernización de la sociedad

El centro representa una posición política con identidad propia. No es, como a veces se pretende, la ambigüedad permanente o el equilibrio de posiciones compensadas de la izquierda y de la derecha. El centro es, ante todo, la sustitución del enfrentamiento radical por el diálogo, por la confrontación pacífica de ideas y modelos de sociedad. Ese diálogo precisamente requiere de una clara definición de posiciones.

Los ejes de la definición de UCD no pueden ser otros que la libertad y la modernización de la sociedad española. UCD ha de ser, con todas sus consecuencias, el partido de las libertades concretas, siempre amenazadas, tanto por seculares hábitos de tutela proteccionista como por el continuo resurgir de las utopías igualitarias. Las libertades para enseñar, expresarse, emprender y, en definitiva, organizar la propia vida en todas sus manifestaciones han de ser defendidas y promovidas inequívocamente por el centro.

Sólo desde esta posición de defensa radical de la libertad puede la UCD acometer su gran compromiso de modernización social, de hacer una sociedad española más abierta y tolerante, y encauzada hacia' el auténtico progreso que surge de la ampliación continuada de los campos de la libertad humana.

Ignacio Camuñas es miembro del sector crítico de UCD y diputado por Valladolid.

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